Capítulo IX

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     La habitación en la que se encuentra el agente Shepard es circular y un tanto más pequeña. Lo único que hay, además de nosotros, es un gigantesco ordenador cuya pantalla ocupa casi tres cuartas partes del muro. El agente Shepard nos recibe con una expresión de pocos amigos, intercambiando una mirada con Bradley para indicarle a la agente que puede retirarse. Acto seguido, el agente Shepard activa su comunicador por un breve instante. Asiente y finalmente da un paso hacia mí.

Diamond está alerta, totalmente dispuesto a saltar sobre ese sujeto.

—Bienvenida, señorita Crown. En esta habitación evaluaremos su coeficiente intelectual. Por favor, muéstreme sus manos.

Instintivamente, intercambio una mirada con Diamond antes de hacer lo que Shepard me dice. En cuanto él tiene mis manos frente a sus ojos, coloca sobre ellas un panel luminoso que se desprende del extraño aparato que tiene en sus manos. El efecto es inmediato. Las yemas de mis dedos arden como el infierno.

— ¿Qué mierda fue eso? —le reclamo tras retirar mis manos con violencia.

—Un láser que sirve para limpiar la piel desde sus capas más profundas —explica él despreocupado—. Elimina cualquier bacteria que pueda alterar el resultado de la prueba.

Quisiera creerle, pero no hay ningún cambio en mi piel.

— ¿De qué se trata? ¿Qué es lo que tengo que hacer?

—Por favor, siéntese.

Toma un control remoto y presiona un botón para que una silla giratoria brote a través de una compuerta que se abre en el suelo. Es una silla cómoda. Reclinable. Se mueve por sí misma para dejarme frente al ordenador, que al instante se enciende y acciona a su vez el mecanismo para que el teclado holográfico se eleve frente a mis ojos. Puedo tocarlo si estiro las manos.

—El señor Cunningham quiere evaluar sus habilidades intelectuales, señorita Crown. En cuanto reciba la señal, tendrá un minuto para responder tantos acertijos como le sea posible.

— ¿Y qué pasará si fallo?

Diamond y yo sabemos que no fallaré.

Y de alguna manera sé que Shepard también lo sabe.

—A no ser que usted quiera rechazar la prueba, entonces no sucederá nada si sólo consigue responder una pregunta en el plazo de ese minuto. Si usted quiere renunciar, sin embargo, entonces se le devolverán sus pertenencias y será trasladada de nuevo a Liverpool.

De nuevo con eso... No puedo creer que sea tan sencillo renunciar.

Diamond también guarda cierto recelo ante esas palabras.

¿Quién podría confiar en ellos?

—De acuerdo.

— ¿Está lista?

—Sí.

El cronómetro aparece en la pantalla del ordenador en cuanto Shepard me da la orden para comenzar. Diamond salta para posarse en mis rodillas, analizando por sí mismo cada uno de los acertijos que van apareciendo en la pantalla... y que desaparecen tras pasar apenas algunas milésimas de segundos. Sé bien de lo que todo esto se trata, pues no es la primera vez que realizo esta clase de pruebas. Son acertijos simples, a decir verdad. Preguntas capciosas. Y el hecho de que la mayoría de las respuestas sean de opción múltiple lo facilita mucho más.

Mi única queja es... que esto me evoca recuerdos desagradables.

Cosas que quisiera borrar de mi memoria, a la vez que quisiera asegurar que se quedarán eternamente sepultados en lo más profundo de mi mente. No quiero tener que recordar mis días en la academia...

Pokemon Re-Start I: ResurgimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora