13. Bailando con la serpiente

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No entendía lo que le sucedía a su magia. Desde que había realizado el hechizo se sentía...extraño, vivo... y eso no le gustaba nada. Comenzaba a sentir, a tener una extraña obsesión recorriéndole las extrañas. Era suya. Un sentimiento de posesión que jamás había sentido se estaba apoderando de su mente. Él era un hombre posesivo, de eso nunca había tenido duda, pero generalmente estaba por encima de sus posesiones. En ese momento no era así. ¿Qué le sucedía? Incluso ahora su meta no era conseguir el poder, si no mirarla, mirarla hasta que el mundo se acabase. Algo debía haber salido mal, ese sentimiento no era normal. Eso era amor. Él nunca había sabido lo que era el amor y no lo iba a saber en ese momento ni en ningún otro. Él no debía sentir soledad, o vacío en su corazón al no tenerla cerca. Él era más que eso. Tenía que investigar las extrañas propiedades de ese hechizo.

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Hermione sentía que sudaba frío. El miedo comenzaba a escalar por su columna. Harry aún estaba terriblemente débil y ella sabía que Voldemort no era un idiota. Seguramente ya estaba al tanto de su escapada y simplemente jugaba al gato y al ratón. A perseguirles. A conseguir que tuviesen esperanza para luego arrebatársela del modo más cruel e inimaginable. Hermione comenzaba a agobiarse, guiada por sus propios pensamientos. Harry se para en seco, logrando que su amiga se centre en la realidad.

  - ¿Qué es esa música? - pregunta Harry en su susurro

Hermione se da cuenta rápidamente de que algo andaba mal. Las veces que había pasado por ese pasillo no se escuchaba nada, a excepción de la capa de Snape arrastrándose por el suelo o sus propios pasos. Voldemort jamás hacía ruido. 

- Harry, tenemos que escondernos por favor - agarra a su amigo del brazo y se acerca a la habitación más cercana del pasillo.

Se escuchaban pasos acercarse hacia ellos. Rezando desesperada, Hermione tira de la puerta, que se abre, y ambos entran en la habitación cerrando justo cuando una risa estridente de mujer resuena por el pasillo.

- Con que solo Voldemort en la mansión ¿eh?

- ¡Cómo voy a saber que había mortífagos! -susurra exasperada pasándose la mano por el pelo. Ojalá en ese momento apareciese Snape y la devolviese a su habitación sana y salva, regalándole una de esas muecas y un "señorita Granger, está usted loca".

- No importa, nos esconderemos aquí hasta que la música deje de sonar...

Rodando los ojos, Hermione mira a su alrededor. Estaban en una habitación bastante sucia, con muebles viejos y destartalados. No se parecía en nada al estilo de Voldemort, siempre tan perfeccionista. Ambos se pasean por el mobiliario, curiosos. Bastantes fotos, borrosas e imposibles de identificar, descansaban en cada rincón. Grandes, medianas,  de tamaño carnet. Un escalofrío le recorre por la espalda.  Solo una persona obsesiva y meticulosa podría haber hecho eso. Con curiosidad, Hermione se acerca a la gran multitud de fotografías, tratando de encontrar alguna que no estuviese borrosa, algún indicio de qué podía ser esa macabra colección.

Dejando a un lado las fotos, Hermione se pasea por la habitación sintiendo una extraña magia bailar a su alrededor. Algo llama su atención. Un sillón, no tan mal conservado como el resto de muebles de la estancia, estaba mirando hacia la chimenea. Hermione se acerca a él con precisión y advierte que las ascuas todavía estaban calientes y una copa de vino descansaba sobre la mesita a su lado. Esa habitación, por mucho que lo pareciese, no estaba abandonada.

- ¡Harry!, debemos salir de aquí - exclama la chica girándose para encontrarse a Harry en una situación bastante precaria.

- Vaya vaya vaya...¿Qué tenemos aquí?

Magia ancestral [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora