2. El Pausa

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Una semana. ¡Ya llevaba una semana trabajando en las Galerías Velvet!. Había podido conocer a todos los trabajadores y a parte de la junta directiva, incluso había alguna clienta que ya era capaz de reconocerme a mí. "El joven de los ojos azules" me llamaba una de ellas. Respecto a Blanca todo seguía igual, yo atónito cada vez que la veía y ella siempre indiferente a mi. Creo que solo tenía ojos para Esteban. Sí, ya conocía el nombre del hombre misterioso. Recuerdo que fue un viernes. Pedro, el recadero de las galerías, una noche me invitó al Pausa. "No puedes trabajar aquí y no conocer el Pausa" me dijo. Acepté sin problema. Después de terminar el turno no había absolutamente nada que hacer allí. Todo lo que podías hacer se limitaba a encerrarte en tu habitación o...ir al Pausa.

Entramos. Recuerdo que aquel pequeño bar estaba hasta los topes. La decoración era sencilla, no había nada que destacara por encima del resto, pero a la gente parecía no importarle demasiado porque el ambiente era bastante bueno. Pedro me arrastró hasta la barra, donde estaban el resto de trabajadores de las galerías. Saludamos a todos y pedimos un par de Manhattans.

-Mira tú por dónde...

Todos dirigimos la mirada hasta la puerta. Blanca acababa de entrar en el bar. Como no, acompañada de Esteban. Estaba preciosa. Se había desprendido de su rígido uniforme y ahora llevaba un vestido azul y el pelo completamente suelto.

Entraron en la zona del reservado pero les pudimos observar desde fuera. Empecé a sentirme mal.

-¿Quién es él?-pregunté intentando aparentar normalidad
-Esteban Márquez-me respondió Rita rápidamente
-Es tío de Alberto...cuando él se fue a Estados Unidos dejó las galerías en sus manos...cosas de familia...-aclaró Pedro
-¿Y con doña Blanca?-no quería mostrarme insistente pero necesitaba saberlo todo acerca de ellos
-Se dice que tuvieron una relación durante su juventud...después de que doña Blanca perdiera a su marido...pero algo debió pasar entre ellos porque Esteban desapareció...
-¡Más de 20 años!
-Sí, más de 20 años...el caso es que después volvió...y por lo visto han retomado su relación...
-Al menos se la ve feliz...Lucifer también tiene corazón después de todo...

¿Lucifer? ¿Su marido? ¿Esteban? Toda aquella información se fue acumulando en mi cabeza y parecía escapar a borbotones. Miré a la barra y vi varias copas vacías. Todo empezó a volverse borroso. El sonido parecía lejano, las voces de mis compañeros se confundían con la música y yo cada vez me encontraba peor. No fui consciente hasta ese momento de todo lo que había bebido. Con cada caricia de Esteban a Blanca yo tomaba un sorbo, con cada sonrisa de ella tomaba otro sorbo, con cada beso, una copa...Se me fue de las manos. ¡Qué imagen la mía ya en el primer día de Pausa!

Creo recordar que salí del Pausa solo, pese a la insistencia de mis compañeros. Llegué hasta el callejón y me dejé caer sobre una de las cajas. Todo daba vueltas a mi alrededor. Sentí que perdía las fuerzas y el sueño se apoderaba de mi ser. De pronto, como si fuese un ángel caído del mismísimo cielo, la vi frente a mi.

-¡Maximiliano! ¿Se puede saber qué hace ahí?

Intenté responder pero no pude. Me limité a abrir ligeramente los ojos y a mirarla de arriba abajo. ¡Gracias a Dios no hice ninguna tontería!. Se acercó a mí y me cogió del brazo derecho, ayudándome a levantarme. Entramos en las galerías. Intenté mantenerme en pie pero no era capaz, la necesitaba a ella. No sé por qué en aquel momento imaginé aquella situación con mi madre, ¿hubiera sido esa su reacción frente a mi borrachera? Quizá no, quizá mi madre me hubiera dejado en la calle, como lo hizo cuando nací. Sentí una corta frescura por mi mejilla. Sin darme cuenta, un par de pequeñas lágrimas habían escapado de mí y ahora corrían a su antojo por mi rostro.

Blanca me dejó caer sobre una silla, en uno de los pasillos y se acercó a mí con un vaso, que contenía algo oscuro. Supuse que sería café.

-Tomeselo, vamos, le sentará bien
-Gra...gracias...doña...Blanca...-tartamudeé con dificultad
-De nada

¿Por qué sería tan buena conmigo? Me sentí agradecido por tenerla allí frente a mí aunque solo fuesen unos minutos. Era tan bella que no podía dejar de mirarla. Aunque todo a mi alrededor se moviera a su antojo, ella estaba allí, en el centro, anclada, como si de un eje se tratara.

-Será mejor que se vaya a dormir o mañana no rendirá lo suficiente

Se dispuso a dar un paso al frente pero yo, sacando fuerzas de donde aún lo desconozco, me puse en pie y la detuve, cogiéndola por la muñeca. Sus manos eran tan suaves y tan delicadas y las mías tan rudas y tan ásperas...

-Espere...

Recuerdo que me miró intrigada. En aquel momento y en aquel mismo pasillo, sentí unas ganas irrefrenables de besarla, pero no lo hice. De haberlo hecho lo hubiese estropeado todo.

-Yo...quería...agradecerle...
-No me agradezca tanto y váyase a dormir si no quiere que mañana don Emilio le eche a la calle

No supe que más decir. Sus palabras te caían encima como una jarra de agua fría y eran capaces de dejarte sin habla, de callarte en un segundo. Me apoyé en la pared. Aún no sabía cómo demonios iba a llegar a mi habitación pero ante ella debía aparentar que todo iba bien.

-¿Podrá llegar solo? ¿O le acompaño?

Me analizó. De arriba abajo. Creo que no dejó escapar ni un solo e insignificante detalle de mí. Se mostraba comprensiva conmigo pero siempre desde su punto de rigidez.

-Podré solo...buenas noches, Doña Blanca...

Ella asintió y desapareció entre la oscuridad de los pasillos. Yo, como si de un animal herido e indefenso se tratara, recorrí los pasillos, apoyándome en las paredes, hasta llegar a mi habitación. Nada más entrar me dejé caer sobre la cama. A partir de ese punto, no recuerdo nada más. El sueño y el alcohol me ganaron en la partida.

BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora