13. Preguntas

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Subí las escaleras que separaban el taller del vestíbulo en completo silencio, seguido de Esteban mientras Blanca volvía al trabajo del taller. No entendía nada de lo que estaba pasando. Al llegar al vestíbulo vi a don Emilio hablando con un par de hombres, de mediana edad, los dos con traje y gabardina. Mierda. Se notaba a la legua que aquel par eran policías. Había estado metido en suficientes líos como para reconocerlos con un simple vistazo, todos estaban cortados por el mismo patrón.

Miré a don Emilio, quién entendió al instante mi preocupación.

−No se preocupe, Maximiliano...seguro que solo quieren hacerle un par de preguntas y ya está

Don Emilio desvió su mirada de mí y la dirigió al suelo.

−¿Es usted Maximiliano Expósito?

-Sí, soy yo

−Haga el favor, acompáñenos a comisaría, solo queremos hacerle algunas preguntas

Antes de seguirles eché un último vistazo a Esteban, que no decía nada, y a don Emilio. No sabía muy bien que esperar de todo aquello. Me subieron a un coche negro, recorrimos un par de calles y llegamos hasta la Jefatura Superior de Policía. Solo con el nombre ya te daban ganas de salir de allí corriendo.

Me guiaron hasta una pequeña sala, era una de esas salas en las que todo el mundo sabe lo que pasa: los interrogatorios. Una habitación sin ventanas, solo con un pequeño tragaluz en lo alto, con las paredes grisáceas y usualmente sucias, una mesa en el centro y un par de sillas, una a cada lado.

-Siéntese

Obedecí. Sentí como mis manos empezaban a humedecerse y las froté contra mis pantalones. Cada vez estaba más nervioso pero intenté aparentar la mayor normalidad, al fin y al cabo yo no tenía nada que esconder.

-¿Qué le ha ocurrido?

Uno de los policías se sentó frente a mi y prendió un cigarrillo. Me ofreció el paquete pero lo rechacé.

-¿A qué se refiere?

-A su cuello

-Un simple corte...

Pareció no convencerle demasiado pero no preguntó nada más sobre eso. Dejó escapar el aire de su última calada sobre mi rostro.

-Sabe por qué está aquí, ¿verdad?

-La verdad es que no

-Mire, vamos a recapitular...-se levantó y cogió una carpeta marrón que arrojó contra la mesa-Maximiliano Expósito, nació en el año 1935 y se crió en el Orfanato Virgen del Carmen en Barcelona, de donde salió con 12 años. Allí, nos consta por los registros, conoció usted a José de la Calle y a Inés Deulofeu, unos años menor, ¿es correcto?

-Sí, lo es

-Sabemos que ha tenido usted algún que otro encuentro con la policía pero no estamos aquí por eso, se trata de José de la Calle y de la señorita Inés Deulofeu, ¿cuándo les vio por última vez?

Tuve la sensación de que la navaja de José volvía sobre mi cuello, rozándolo delicadamente y obligándome a que no dijera nada. Tragué saliva. En aquellos segundos de silencio entre pregunta y respuesta me pareció escuchar la voz de Blanca, pero seguro que eran imaginaciones mías.

-La última vez que les vi fue cuando dejé el orfanato.

-¿Está seguro de eso?

-Sí

-No nos mienta, le hemos traído para hablar pero si no colabora con nosotros nos veremos obligados a retenerle, y créame, eso no le va a gustar.

-Le he dicho que no les he visto y es la verdad

-Entonces, asumo que no sabe que ambos están en Madrid

-No, no lo sabía

-Y supongo que tampoco sabrá que José de la Calle es el cabecilla de un robo a una de las mejores joyerías de Barcelona

-No

Aquel tipo cogió aire de un modo tan brusco que hasta pude observar como se le hinchaba la nariz. Se puso en pie y alargó su brazo hacia mí. Me giró la cara. Pude sentir el dolor en mi mejilla, como se sonrojaba por momentos y mi labio sangraba ligeramente, dándole a mi saliva un sabor metálico. Intenté recomponerme.

-¿Sabe lo que yo creo? Se lo voy a contar. Creo que José de la Calle roba en la joyería, reparte una porción del botín, ya sabe, para no tenerlo todo junto...Parte que Inés Deulofeu administra, trayendola a Madrid, lejos de la localización del robo, y donde usted la espera, la acoge y se encarga de esconder las joyas. Y, ¿sabe por qué creo esto? Porque tenemos constancia de que la señorita Deulofeu está en Madrid y de que fue vista por las inmediaciones de las Galerías Velvet, lugar donde, ¡qué casualidad! usted trabaja, ¿qué le parece mi teoría?

-Eso no es cierto, yo no he colaborado con José de la Calle e Inés Deulofeu en ningún momento.

-Eso ya lo veremos, de momento pasa usted aquí la noche

-¿Qué? ¿Por qué? ¡Yo no he hecho nada!

Me cogió del brazo y me levantó de la silla. Para lo delgado y enclenque que era aquel tipo tenía bastante fuerza. Salimos de la sala de interrogatorios y entonces la vi, Blanca estaba allí.

-Doña Blanca...

Me miró sorprendida, supuse que por mi mejilla hinchada y mi labio medio ensangrentado. Hizo mención de acercarse a mi pero se detuvo en el momento en que Esteban salió de uno de los despachos, sonriente, estrechándole la mano al jefe de policía.

-Muchacho, no te preocupes por nada, vas a pasar aquí la noche, solo quieren asegurarse de que no tienes nada que ver con esto y mañana te dejaran volver

-¡Pero Esteban! ¡Él no ha hecho nada!

-Si lo sé, Blanca, lo sé pero el procedimiento es el procedimiento, no podemos hacer nada más

Sabía que Blanca estaba enfadada y eso, en el fondo, me gustaba. Iba a pasarme la noche allí pero al menos sabía que Blanca estaba de mi parte, lo que me hacía estar algo más tranquilo.

Me arrastraron hasta uno de los calabozos vacíos. Mientras recorría el pasillo escuché su voz, le gritaba a Esteban, le repetía una y otra vez que yo no había hecho nada, que era un buen chico y que era inocente. Esteban le pidió que callara.

El policía me echó dentro de aquellas cuatro paredes.

-Mira chaval, será mejor que colabores, nos dices lo que sabes y ya está. Ese par terminará en prisión tarde o temprano.

-Ese par sabe esconderse, son como las ratas

-Pues entonces les buscaremos hasta por los alcantarillados.

Cerró de un portazo. Miré a mi alrededor, tan solo había una cama, por llamarla de algún modo. Me acosté y me cubrí con el par de mantas que había a los pies de aquella tabla. Mi mente volvió a Blanca, sentí una especie de conexión con ella, sabía que, en aquel instante, ella también pensaba en mi.   

BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora