14.La verdad

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-¡Eh! ¡Tú! Despierta, tienes visita

Abrí los ojos como pude. Apenas podía moverme, el dolor en la espalda era cada vez más intenso. Se había convertido en un pinchazo constante y aquella noche no había aportado mucho a aplacarlo. Dirigí mi mirada hacia fuera, Blanca estaba allí, permanecía de pie, al lado de uno de los policías.

-Doña Blanca, ¿qué hace aquí?

No me respondió. Echó una mirada furiosa al policía, que él entendió a la perfección, desapareciendo por el pasillo y dejándonos solos.

-¿Cómo la han dejado entrar?

-Digamos que Esteban tiene sus contactos...aunque él no sabe que estoy aquí. He venido para ayudarte, tienes que decir lo que sabes, yo también lo haré así comprobarán que eres inocente

Fue la primera vez desde que nos conocíamos que me tuteó pero no me sonó nada raro.

-No, no quiero que se meta en esto. Yo puedo solucionarlo

-Creo que no estás en la posición adecuada para decir eso

-Voy a contar la verdad, se lo prometo, pero no se incluya usted, por favor

Me miró con dulzura y llevó su mano derecha hasta mi mejilla, que seguía algo sonrosada. Me acarició despacio. No sabía muy bien por qué hacía aquello por mí, por qué de repente sentía esa comprensión hacia mí, pero tampoco iba a ser yo el que la pusiera en duda.

-Lo siento señora pero vamos a interrogar al chico, tiene que irse

Me guiaron de nuevo por aquellos pasillos laberínticos. Antes de perderla, le dediqué una media sonrisa que ella me devolvió, era un modo de decir "tranquila, todo va a estar bien".

Llegamos otra vez a la misma habitación. Los mismos policías en la sala y las mismas preguntas.

-¿Vas a hablar hoy?

-Sí

-¡Hombre! El muchacho quiere colaborar, ¿no te ha gustado la noche en el hotelito?

-No demasiado, preferiría volver a mi cama

-¡Hombre si te espera ese pedazo de mujer allí a quien no le gustaría volver!-comentó uno de ellos

Sentí como me empezaba a hervir la sangre. No podía consentir que hablaran así de Blanca pero debía hacer todo lo posible para que me soltaran así que me contuve.

-¿Y bien?

Empecé a relatar toda la historia, toda la verdad, intentando no dejarme nada y apartando totalmente a Blanca del asunto. Uno de ellos tan solo me escuchaba y fumaba mientras el otro tomaba nota de todo cuanto decía. De vez en cuando cortaban mi explicación con algún aporte innecesario. No quería que le sucediera nada a Inés pero en ese instante fui egoísta, el que quería estar bien era yo.

-Entonces, según dice, el encuentro con Inés Deulofeu fue casualidad, por el asunto ese del aborto, y José de la Calle fue expresamente a buscarle a usted

-Así es

-¿Y cómo le encontró José de la Calle?

-Ya se lo he dicho, Inés le dijo dónde estaba

-Hay algo que no me cuadra...hubieran podido desaparecer sin más, sin implicarle a usted...

-Sí, pero no lo hicieron

Ya no sé cuántas horas llevaba allí dentro. Estaba ya cansado de repetir una y otra vez lo mismo a aquel policía que parecía no entender de la misa la media. De pronto la puerta se abrió, me giré para ver quién era. El jefe de policía, un hombre de pelo cano, con planta de galán de cine y de malo de la película al mismo tiempo, llamó al policía que me interrogaba, que salió al instante y volvió a cerrar la puerta.

-¿Sabes una cosa?-empezó el otro policía mientras encendía un cigarrillo-te van a dejar irte, si esa mujer se preocupa tanto por tí hará que su marido o lo que sea...

-Esteban Márquez

-Ese, le hará intervenir por ti...y ese hombre tiene contactos, creeme...

-¿Por qué me dice esto?

-Digamos que me has caido bien, me recuerdas algo a mí

En ese momento, el policía volvió.

-Puedes irte, con lo que tenemos de momento nos basta, pero, ándate con ojo...y si José de la Calle o Inés Deulofeu contactan contigo, avísanos.

Me levanté de aquella incómoda silla con dificultad. Mi cuerpo pedía a gritos dejarse caer y dormir durante, al menos, una semana entera. Al salir me crucé con el jefe de policía, que me miró con detenimiento mientras dejaba atrás aquellas oficinas.

-Acuérdate, muchacho, si tienes alguna información, nos lo dices. Y saluda a Esteban de mi parte.

-Por supuesto

Llegué al callejón de las Galerías con la sensación de que alguien me seguía pero no había absolutamente nadie. Todo aquello me estaba volviendo algo paranoico. Al entrar me encontré con don Emilio que organizaba la salida de unos pedidos.

-¡Maximiliano! ¡Ya está aquí! Váyase a su habitación, descanse. Intuyo que la noche no ha sido muy agradable

-No, no lo ha sido, don Emilio

-Maximiliano, ¿Tiene usted algo que ver con el asunto?

-Ninguno...pero los huérfanos como yo siempre estamos en el punto de mira si ocurre algo así

Don Emilio asintió. Entré en mi habitación y me dejé caer sobre la cama. Aquel dolor me estaba matando. Ni siquiera tuve fuerzas para ir a ver a Blanca, a la que escuché por el pasillo hablando con una de las chicas. Supuse que don Emilio le diría que había vuelto. Pensé en el trabajo. Desconfiaba lo suficiente de Esteban como para saber que quizás ahora mi trabajo en las galerías pendía de un hilo.

Justo en el momento en que mi cuerpo se rendía al sueño y mis ojos empezaban a cerrarse, escuché bajar la manivela de la puerta, alguien iba a entrar en la habitación.

BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora