8. "Es lo mejor"

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“Maximiliano...Maximiliano…” Escuché mi nombre como un rumor lejano. La voz que lo gritaba era como un canto de sirena, me atraía cada vez más hacia sus redes. Abrí ligeramente los ojos y fue lo primero que vi. El rostro de aquella sirena. Blanca, de rodillas frente a mi, entre mis piernas, me acariciaba el rostro y el pelo. Yo seguía sentado en el suelo, en mitad del pasillo, justo delante de la puerta de mi habitación.

-Maximiliano...gracias a Dios…
-¿Qué...?
-Se ha desmayado. ¿Cómo se encuentra?

Blanca no dejaba de acariciarme la cara. Llevó sus manos hasta mi camisa y me desabrochó un par de botones. Ojalá hubiera seguido. Descendí ligeramente la vista hasta sus pechos, que se movían velozmente resultado de su respiración acelerada. Creo que se percató de ello porque en cuestión de segundos se apartó unos centímetros de mi.

-Estoy bien...gracias…
-Venga conmigo

Me levanté aún algo mareado. Sentía todavía el sudor frío por mi cuerpo. La seguí por los pasillos hasta llegar al rincón de la “cafetería improvisada”. Me sirvió un té caliente y se sentó a mi lado.

-¿Mejor?
-Sí...gracias por salvarme...por segunda vez…-mentí una sonrisa
-Es usted mi empleado…¿si no me preocupo yo por ustedes quién lo hará? Dígame, ¿de que la conoce?
-Yo tenía unos 6 o 7 años, ella tan solo 3...recuerdo que en aquel orfanato la mayoría de los que estábamos éramos chicos...yo siempre estaba castigado…
-¿Por qué no me sorprende?-me sonrió
-En uno de tantos castigos mientras limpiaba, una de las monjas cruzó el vestíbulo con ella del brazo...recuerdo que llevaba dos perfectas trenzas rubias, un vestido completamente raído del que ya no se distinguía ni el color y una mantita rosa que apretaba con fuerza en su mano derecha
-¿Quién la dejó allí?
-Se decía que su madre...por lo visto era una mujer de vida alegre, ya sabe…
-¿Y qué pasó con ella?
-¿Por qué quiere saber tanto?
-Porque tengo a una chica a la que acaban de practicar un aborto ilegal, que casi muere en el callejón, en una de las habitaciones de los empleados…¿le parece poco?

Suspiré y tomé un sorbo de aquel té que ya estaba templado.

-Yo dejé el orfanato a los 12 años, ella aún tenía edad para permanecer allí...no sé qué fue de ella...pero supongo que la previsión de las monjas hacia ella se ha cumplido…
-¿Cuál era?
-Que cuando creciera iba a terminar como su madre…
-Vaya...pobre muchacha…
-No todos los que salen de un orfanato tienen tanta suerte como la que yo he tenido

No dijo nada. Se puso en pie, rozó mi hombro, como asegurándose de que estaba bien, me miró con cierta melancolía y desapareció por el pasillo. Yo la entendí perfectamente. “Ha estado muy bien charlar contigo pero debo volver al trabajo”.

Antes de subir al hall de nuevo pasé por delante de mi habitación. No sabía muy bien qué hacer. Esperé unos segundos y abrí la puerta. Allí no había nadie, mi cama estaba completamente vacía, solo restaban unas cuantas manchas de sangre sobre las sábanas.

-¿Qué hace aquí? Vamos vuelva al trabajo
-Don Emilio, ¿dónde está?
-En la habitación de doña Blanca, es lo mejor

¿Lo mejor? ¿Para quién? Porque estaba claro que para mi no, eso significaba que durante las noches que Inés estuviese allí Blanca pasaría la noche con Esteban. No quería ni imaginármelo.

-Claro...Ahora mismo subo, don Emilio...por cierto, ¿ha despertado?
-Aún no, el médico le ha proporcionado algo para calmarla, probablemente hasta mañana no despierte.

**********

Miré mi reloj sin demasiado ánimo. Por fin eran las 8. Aquel día parecía no terminar nunca. Todos mis compañeros salieron al Pausa, yo solo llegué al callejón.

Me senté sobre las cajas. Aquel espacio ya se había convertido en mi pequeño rincón para pensar. Tomé un par de caladas a un cigarrillo pero pronto lo tiré al suelo.

Al  volver y pasar por delante de la habitación de Blanca vi que la puerta estaba entreabierta. Me asomé disimuladamente. Hacía su maleta con una increíble delicadeza, intentando no despertar a su inesperada visita.

-¿Ya se va?-aventuré desde la puerta

Ella se detuvo, dejó la camisa que sostenía entre sus manos sobre la maleta y se volvió. Al verme se acercó a la puerta.

-Así es…
-Será extraño
-¿El qué?
-Que no esté aquí
-¿Y a usted que más le da?-preguntó cruzándose de brazos
-Bueno...no podrá reñirme si entro tarde
-No se preocupe por eso que don Emilio me tomará el relevo

Sonrió. Era tan bonita su sonrisa. Aunque no sintieras ganas de hacerlo, aunque fuese el peor dia de la historia, como aquel, si ella sonreía te daban ganas de devolvérsela. Metí mis manos en los bolsillos de los pantalones y bajé la mirada.

-Que se divierta entonces...
-Maximiliano, ¿puedo pedirle algo?
-Usted dirá
-Permanezca atento a ella, a como pasa la noche, no me gustaría que le pasara nada
-Claro, no se preocupe...Es usted una buena persona, doña Blanca

Bajó la mirada, tímida. Se acercó algo más a mí.

-Sé que usted también lo es...aunque sea algo desvergonzado…
-Doña Blanca, quería decirle que…-tragué saliva y cogí aire-siento mucho lo del beso...no sé qué fue lo que me llevó a hacerlo...le prometo que lo último que quería era molestarla…
-Déjelo...no piense más en ello…

Asentí. Me quedaba ya claro que para ella aquel beso no significaba nada, absolutamente nada, como si ni siquiera hubiese ocurrido. Me despedí de ella y volví a mi habitación. En menuda encrucijada me encontraba.  

BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora