7. Inés

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Tumbado en la cama, miraba al techo. Tan blanco, tan inmaculado. Hacía ya unas horas que había regresado del accidentado viaje con Blanca y aún no había sido capaz de reaccionar de verdad. Pasé mi brazo derecho por debajo de mi cabeza. No sabía qué hacer. Una parte de mí quería desesperadamente ir a buscarla y volver a besarla, desvestirla lentamente o a niveles casi salvajes, acariciar y sentir su suave piel sobre la mía...pero por otra, quizá la parte más sensata, me lo impedía. No podía hacer eso. Ella estaba enamorada de Esteban, aquel beso había sido un terrible error y debía olvidarlo. Debía olvidarlo y debía olvidarla a ella.

Miré el pequeño reloj que descansaba sobre la mesilla de noche. Las 3 de la madrugada. Debía dormir un poco pero era incapaz, ni siquiera me había quitado el uniforme de trabajo. Me levanté y fui hasta el estrecho callejón en la parte trasera de las galerías. Al salir sentí el frío en mi piel. Envolví sobre mi cuerpo la manta que había cogido de la cama y me senté sobre las grandes cajas de madera que siempre decoraban el callejón.

Prendí un cigarrillo. La primera calada bajó por mi garganta como si de un cuchillo se tratara. Cuando dejé Barcelona me había prometido a mí mismo dejar de fumar pero esa noche no pude evitarlo, lo necesitaba. Eché el humo. Fue como si en aquel humo escapara también mi alma, se elevara y se confundiera con el viento y las nubes.

Escuché un ruido, como de una puerta y me puse alerta. Los empleados no podíamos estar fuera después de las 12 de la noche. Decidí entrar. Intenté hacer el menor de los sonidos pero con aquel estremecedor silencio todo se incrementaba. Pasé por delante de la habitación de Blanca, pensé que había superado la primera prueba pero de pronto escuché el chirrido de la puerta.

-Maximiliano...¿se puede saber que hace a estas horas por aquí?-susurró enfadada
-Lo siento...doña Blanca...vengo del baño...
-¿Cree que nací ayer? Venga aquí

Tímido me acerqué a ella y la analicé detenidamente. Estaba preciosa sin un resto de maquillaje, con el pelo suelto y completamente revuelto. Se ató su bata para cubrir su cuerpo y ocultarme su camisón, que la cubría prácticamente hasta los tobillos.

-¿De dónde viene?
-Del callejón...no podía dormir...
-Sabe de sobra que no puede salir pasadas las 12 de la noche. Tendría que echarle a la calle...-apretó sus brazos a su pecho y dio un paso al frente-Descanse un poco o mañana no rendirá lo suficiente, y cambiese el uniforme y devuelva la manta a su sitio.
-Sí, doña Blanca-asentí ante sus ordenes

Eché un vistazo rápido al interior de su habitación. No había ni rastro de Esteban, su cama estaba completamente vacía. Las mantas y las sábanas estaban revueltas y ahora parecían formar el bulto de un cuerpo. Me dieron a entender que ella tampoco podía dormir. Justo cuando iba a cerrar la puerta la detuve, impidiendo que la cerrara.

-Doña Blanca espere...
-¿Qué quiere ahora?

En mi interior una fuerza incontrolable me pedía a gritos que la besara pero no sabía qué hacer, tenía que intentar controlarme aunque aquella tensión me estuviera matando por dentro.

-Nada...buenas noches...
-Buenas noches, Maximiliano...

****************

Recuerdo aquella mañana de finales de octubre como si fuera ayer. Mi vida pasada iba a darme un fuerte golpe al que yo era totalmente ajeno. Recuerdo que ordenaba los estantes cuando empezó a crearse un gran caos entre los dependientes, no entendía nada de lo que estaba pasando pero todos cuchicheaban y susurraban entre ellos, intentando mantener alejados a los clientes. Vi a Don Emilio bajar a toda prisa, estaba claro que algo pasaba.

Dejé mi trabajo y bajé al taller. Tan solo había un par de chicas y no había ni rastro de Blanca. Escuché barullo al final del pasillo y fui hasta allí. Un grupo de dependientes y costureras miraban atónitos algo en el suelo del callejón. Me metí entre ellos. Blanca y Don Emilio, de cuclillas atendían a un mujer. Era una chica joven, se notaba que de baja clase social por su ropa, sus piernas apenas se veían, completamente cubiertas de sangre. Blanca se puso en pie y entonces la vi. Yo conocía a aquella chica. La conocía desde que tenía 3 años. Inés, la pequeña huérfana del orfanato. Me empecé a sentir mal, casi me puse tan pálido como ella, pero reaccioné. Me acerqué a ellos, colocándome al lado de Blanca.

-Maximiliano, aparte, vamos vuelva al trabajo
-Doña Blanca...la conozco...-le susurré-Déjeme entrarla por favor...puede quedarse en mi habitación...no podemos dejarla aquí...

Blanca me miró sorprendida pero asintió. Me agaché y la cogí en brazos. Estaba fría. Por un momento llegué a pensar que estaba muerta. La metí en mi habitación y la recosté en la cama. En cuestión de segundos Blanca y don Emilio estaban allí.

-Hemos llamado a un médico, vendrá enseguida
-Doña Blanca, ¿se encarga usted? Debo poner algo de orden en el vestíbulo...
-Por supuesto, vaya

Blanca cerró la puerta y se acercó a mi. Me puse nervioso. Sabía que iba a proceder a un interrogatorio. Se cruzó de brazos pero yo me adelanté.

-¿Qué ha ocurrido? ¿Se pondrá bien?
-Una intervención que no ha acabado bien...como todas las de ese estilo...
-¿Cómo ha acabado aquí?
-No lo sé...dígamelo usted...anoche estuvo fuera quien sabe cuantas horas y ahora dice que conoce a esta chica-se notaba que estaba molesta
-¡Yo no...!

La puerta se abrió de pronto, cortando mi explicación. El médico entró y Blanca, con tan solo una mirada, me echó al pasillo. Esperé durante casi una hora, sentado en el suelo de aquel estrecho pasillo, hasta que por fin la puerta se abrió y el médico salió con semblante serio. Blanca le siguió y yo inmediatamente me puse en pie.

-Gracias por todo doctor...

Me acerqué a ella cuando el médico desapareció.

-¿Cómo está?
-Se pondrá bien...ha tenido suerte para la destroza que le han hecho...aunque eso no la aleja de los problemas...
-¿Qué problemas?
-¿Sabe lo que supone que una mujer se someta a una práctica abortiva y que sea descubierta? La pueden incluso meter en la cárcel...y más le vale a usted no estar metido en todo esto...

Se dispuso a marcharse pero la cogí por la muñeca y la detuve.

-Yo no tengo nada que ver, se lo prometo...hacía cerca de 15 años que no la veía ni siquiera sabía que ella estaba aquí...

Me di cuenta de que aún no la había soltado y reaccioné. Dejé ir su mano.

-Le diré que le creo, no sé muy bien por qué, pero otros no lo tendrán tan claro
-Solo usted y yo sabemos que salí al callejón...solo nosotros...
-No pretenda incluirme a mí en sus asuntos
-Se ha incluido usted sola

Iba a rechistar pero en aquel momento apareció Esteban por el pasillo y se puso a su lado. Rodeó su cintura y la besó en la mejilla. Bajé la mirada.

-Acabo de llegar y me lo han dicho...¿Qué es lo que ha pasado?
-Nada...una pobre chica a la que casi mata a saber qué partera del tres al cuarto...lo más probable es que volviera a casa y se desmayara por el camino...

Me sorprendí de aquella enorme capacidad de Blanca para poner remedio a la situación. Sabía que pese a que hubiera hilado aquella breve historia en su mente, seguía dudando de mí.

-Vaya...pobre...¿Y por qué está en la habitación del joven?
-Maximiliano-adelanté
-Bueno...dado que las chicas comparten habitación, igual que los chicos y esta es una de las individuales...
-¡De ningún modo! El pobre muchacho tiene que tener su habitación. Ahora mismo pediré que la trasladen a tu habitación...
-¿Y yo qué? ¿Me dejas a mí sin habitación?
-Tú te vienes conmigo a casa y solucionado...solo por estos días...Ah, y en cuanto despierte habrá que averiguar como se llama y donde vive esta muchacha

Esteban volvió a besar a Blanca en la mejilla y desapareció. Yo empecé a sentir un vacío extraño dentro de mí. No sabía exactamente qué era, pero era cada vez más intenso. Me senté en el suelo. Todo se me hacía más borroso y una sudoración fría recorrió mi cuerpo. De pronto, nada, absoluta oscuridad.

BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora