5. Come Prima

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-¡Max! ¡Vamos!

Me sobresalté. Cris, una de las dependientas, me esperaba para llevar unas cajas llenas de cava hasta el almacén. Quedaban minutos para el desfile y todo el mundo andaba de los nervios. Los invitados ya habían llegado y el hall se había convertido en una pasarela improvisada.

Llegamos hasta el taller pero Clara nos interceptó en el pasillo. Sacó un par de botellas de la caja y las entró. Cris me miró y sonrió. "Para después" me susurró.

-¿Después? ¿Qué hay después?
-Montamos una pequeña fiesta, siempre y cuando doña Blanca nos deje...aunque algo me dice que esta vez hasta estará con nosotros
-Quizá acuda a la fiesta de arriba...por el señor Márquez, digo...
-¿Doña Blanca? ¿Con esa gente? No creo

Una vez dejamos las cajas, Cris corrió para ver el desfile. A mi no me apetecía especialmente así que me fui al taller.

-¿No sube a ver el desfile?

Me giré. Blanca me observaba desde la puerta.

-No...¿y usted?
-Tengo que terminar de ordenar esto antes de que sus compañeros decidan bajar a hacer una fiesta aquí
-¿La ayudo?
-Maximiliano, ¿le ocurre algo con sus compañeros?
-No, ¿por qué dice eso?
-Porque siempre le veo solo
-Ahora no estoy solo...estoy con usted...
-Debería ir buscándose mejor compañía...-dijo ella irónica

¿Cómo decirle que ella era la única compañía que yo quería? Que no necesitaba a nadie más para sentirme bien.

-¿Acaso no es usted una buena compañía?
-Me refiero a gente más de su edad... alguna chica...
-¿Alguna chica?-sonreí
-Tiene alguien que le espera en Barcelona, ¿es eso?
-Oh...no...no...no hay ninguna chica...
-¿Cómo puede ser?

Por un momento me sentí perdido, ¿qué pretendía? Al menos ya sabía que no había "ninguna chica" que me esperara. Puse mis manos en los bolsillos y la miré intrigado.

-¿A qué se refiere?
-Oh...bueno...-pareció asaltarla de pronto la vergüenza-Es usted muy bien parecido, Maximiliano...
-¿Me está diciendo que le parezco atractivo?

Esta vez, la asalté yo. Vi como sus mejillas se ponían coloradas y agachaba su mirada. Un gran barullo comenzó a aproximarse al taller. Parecía que el desfile había terminado. Blanca fue hasta su mesa y empezó a ordenar los papeles. No me respondió.

-¡Pero si estabas aquí!-me gritó Pedro- Doña Blanca...no le importa que...
-Adelante, si lo hacen con cada desfile para que me preguntan nada

Entre susurros salió del taller. Pedro no tardó en cargarme con un par de cajas para que les ayudara a iniciar aquella fiesta. Las dejé en una esquina y levanté la mirada. La vi a través de la puerta de cristal, como dejaba su carpeta en una de las cómodas del pasillo y llegaba hasta el ascensor. Justo en ese momento se abrieron las puertas y Esteban apareció en su interior. Salió y cogió a Blanca por la cintura, besándola en la mejilla.

-¿Vas a quedarte a la fiesta, verdad? He bajado por ti...-le escuché decir a través del cristal
-Claro, Esteban...vamos dentro...

Intenté aparentar que estaba ocupado con algo cuando les vi entrar en el taller de nuevo. La seguí con la mirada pero ni siquiera reparó en que yo estaba allí, o al menos era eso lo que siempre me hacía pensar. Terminé mi teatro improvisado y llegué hasta la parte de trabajo del taller. Todos tenían ya un vaso entre sus manos y bailaban animados. Supuse por ello que el desfile había ido bien. Raúl de la Riva, el diseñador de las galerías, bajó al taller cantando y dando palmas. Había ido más que bien.

Yo cogí uno de los vasos, sólo por tener algo entre las manos. Me apoyé en el borde de la mesa más grande del taller y miré a mi alrededor. Nunca desde que había entrado a trabajar en las galerías había visto a la gente tan animada y tan feliz. Clara se acercó a la radio y la encendió, empezó a sonar una canción que yo desconocía.

Vi una sombra a mi lado y me giré para comprobar quien era. Esteban se había apoyado a mi lado en la mesa y me sonrió. Yo le devolví la sonrisa aunque a desgana.

-¿Primer desfile?
-Así es...
-Te acostumbraras pronto a ello...te lo digo por experiencia...
-Tengo buenos maestros...
-Cierto

Blanca se acercó a nosotros, sonriente. Era bellísima cuando sonreía de aquel modo. En la mejilla se le creaban dos pequeños hoyuelos que resaltaban sus pómulos.

-¿Qué hacéis ahí tan parados?
-¿Acaso quieres bailar?
-Bueno...nadie me lo ha pedido todavía...

Con aquella mujer podías perderte por completo. Era tan distinta cuando estaba en el trabajo y cuando estaba fuera de él, parecía otra persona. Me miró y sonrió pero no tardó en coger la mano de Esteban, que la llevó hasta el centro del taller. Sonaba Come prima de Tony Dallara. Creo que no existía en aquel año 58 canción más romántica que esa, y ahora ella estaba bailando con otro, abrazada a él, mientras él descansaba sus manos sobre su cintura. Le vi acercarse a su rostro y robarle un beso rápido.

Terminé mi vaso de un sorbo y aparté mi mirada de ellos. No podía soportarlo más. Suspiré profundo y escondí mis manos en los bolsillos. En aquel momento supe que lo que de verdad sentía por ella iba más allá de la atracción. Sentía algo que no había sentido nunca por nadie y me estaba absorbiendo por completo.

La canción terminó y todos se detuvieron, cambiaron de pareja o fueron a por otro vaso. Yo seguí allí anclado en la mesa, con otro vaso. Clara se acercó a mí.

-¿Cómo puede ser el chico más guapo de las galerías esté tan solo?

Sonreí. Sabía que las chicas me encontraban atractivo y siempre había sacado partido de ello pero ahora hasta eso lo estaba aborreciendo, porque la que yo quería que se fijara en mí de verdad no lo hacía.

-Estoy algo cansado hoy...
-Es lo que tiene el primer desfile

Me dio una corta palmada en el pecho y me tendió la mano. "Un baile solo" me susurró. Asentí y cogí su mano. Llegamos al centro del taller. Puse mi mano en su cintura y ella se apoyó en mis hombros.

Miré al frente. Blanca seguía entre los brazos de Esteban. Parecía que no la iba a dejar nunca. Una de las chicas había cambiado la radio por el tocadiscos. La voz de Nat King Cole empezó con su Quizás, quizás, quizás. Sentí un pinchazo en mi interior, aquello parecía una broma pero no lo era. Aquella canción no podía representar mejor la situación en la que me encontraba. "Y así pasan los días, y yo, desesperado y tú, tú contestando quizás, quizás, quizás" Dirigí mi mirada hasta Blanca que me miró también en aquel momento. Sonrió tímidamente. Me estaba volviendo loco.

De pronto, todo cambió. El rock and roll más americano se apoderó de aquel taller. Pedro se subió a una silla y empezó a cantar con Johnny B. Goode. Todos nos detuvimos a escucharle. No lo hacía nada mal. Lo peor vino cuando me obligó a subir a mí. Yo no tenía la menor idea de hacerlo aunque tampoco me supuso un problema. Para esas cosas era bastante desvergonzado.

Recuerdo que se nos unió Jonas y entre los tres cantamos. Reconozco que fue de lo más gracioso. Miré a Blanca, que no paraba de reír mientras se apoyaba en la mesa y se cruzaba de brazos. Lo vi claro, debía ser en ese momento de desenfado cuando la sacara a bailar por primera vez, en aquel momento en que Esteban parecía haber desaparecido.

Me bajé de la silla, corrí hasta ella y la cogí de la mano, arrastrándola hasta el centro.

-¡Maximiliano!

Empezó a reír. La cogí por la cintura con mi brazo izquierdo y la acerqué a mi cuerpo. Era la primera vez que la tenía tan cerca. Ella envolvió mi cuello con sus brazos. Por mí podía detenerse el tiempo en aquel instante, no necesitaba nada más. Ella estaba divertida, feliz, con sus mejillas coloradas y los ojos brillantes, y yo...yo enamorado perdido.

BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora