Capítulo 6

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- ¿Bueno... y qué planes tienes? - pregunté mientras subíamos unas escaleras al segundo piso.

- Ya lo verás.

- ¿Pero a dónde vamos?

- ¿Siempre haces tantas preguntas? - se quedó mirándome con esos intensos ojos, de verdad que nunca había visto unos tan verdes.

- Sólo cuando un chico al que casi no conozco me lleva a un sitio que no sé dónde está.

- Pronto lo sabrás. - andamos un poco y nos quedamos quietos frente una puerta dónde ponía solo personal autorizado. Edward puso la mano en el pomo y miró hacia ambos lados para asegurarse de que nadie nos viera, cuando lo hizo la abrió y entonces entramos, habían utensilios de limpieza y unas escaleras que se dirigían hacia arriba.

- ¿A donde me llevas? Esto no será una broma y arriba están tus amigos los matones ¿no?

- ¿Que dices? Anda, sube antes de que nos vea alguien. - no se porque pero le hice caso. Cerró la puerta detrás de mí y subimos las escaleras, se quedó parado delante de una puerta de hierro - ¿Preparada? - asentí. Entonces la abrió. Estábamos arriba de todo el centro comercial, era una azotea y se veía una puesta de sol preciosa.

- ¿Te gusta? - Asentí rápidamente. Cómo no me iba a gustar.

- ¿Cómo descubriste este lugar? - pregunté fascinada por las vistas que tenía enfrente.

- Me lo enseñó mi hermano.

- No sabía que tenias un hermano. - tampoco es que me hubiera dado mucho tiempo de conocerlo, y mamá no me comentó demasiado.

- Pues ya lo sabes. - los dos nos quedamos callados, sentía su mirada clavada en mí mientras yo disfrutaba esas preciosas vistas. - ¿Como has acabado mudándote a Santa Mónica? Quiero decir, hay lugares mucho mejores que este. - lo mire extrañada, ¿porque le interesaba mi vida?¿este es el mismo chico de ayer?

- Mi madre, conoció a John, se enamoraron y aquí estoy. Supongo que eso es lo que hace la gente cuando se enamora - concentrada mirando al horizonte disfrutando de las vistas.

- ¿A que te refieres?

- Cometen locuras. No se porque la gente tiene tantas ganas de enamorarse, si luego acaban haciéndose daño el uno al otro. Que ganas de complicarse la vida. - nos quedamos en silencio mirándonos el uno al otro, hasta que unas voces rompieron el momento y aparté la vista.

- No me lo creo. - dijo Edward. Me cogió por la muñeca y corrimos a escondernos detrás de la puerta, las voces se iban acercando. De repente la puerta se abrió y aparecieron dos guardias de seguridad. Tiró de mí y cuando ellos ya habían avanzado nos fuimos silenciosamente sin que se dieran cuenta, corriendo por las escaleras hasta llegar abajo.

- ¡Bonita experiencia! - le dije con la respiración agitada. Levantó los hombros y sonrío

- ¡Vaya! Por fin os encontramos, ¿se puede saber dónde os habíais metido? Os hemos buscado por todas partes - mi madre, siempre tan oportuna.

- Verás mamá... - pero antes de que pudiera acabar Edward intervino.

- Es que Megan necesitaba ir al lavabo urgentemente y cuando hemos salido se ha dado cuenta de que en esa tienda - dijo señalándola con el dedo - habían rebajas y no ha podido evitar entrar. - definitivamente ese chico era un maestro de la mentira.
Al final mi madre se lo tragó y por fin nos pudimos ir a casa, aunque no sin antes entrar en esa tienda.

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