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1. Una vida feliz

La luz de la primera hora de la mañana se filtraba por las cortinas entreabiertas, acariciando con calidez el rostro de Yuuri.

Abrió los ojos con lentitud, estirándose con pereza hasta alcanzar las gafas azules que descansaban en su mesita de noche, miró el reloj digital que marcaba las ocho de la mañana, luego de hacer una rápida inspección a su alrededor lanzó un suspiró de decepción al no encontrar a su marido descansando junto a él.

Volvió a apoyar la cabeza en la almohada y dejó pasar los minutos, su corazón latió desbocado cuando escuchó los pasos de Victor amortiguados por la alfombra del pasillo, acercándose hasta la puerta de la enorme habitación matrimonial. Una pequeña sonrisa se formó en sus labios.

—Oh vaya — Dijo Victor con un leve tono de berrinche cuando -haciendo grandes malabares- abrió la puerta del dormitorio y encontró a Yuuri despierto, traía una tentadora bandeja con desayuno entre sus manos — Esperaba encontrarte dormido cielo —.

—Lo siento — Murmuró el pelinegro mientras le ofrecía una sonrisa al mayor.— Es tu culpa por no estar a mi lado, tengo un poco de frio—.

Victor dejó la bandeja junto a Yuuri en la cama y gateó hasta su esposo.— Lo siento, feliz aniversario—.

—Feliz aniversario—. Contestó el menor para luego seguirle el beso.

Yuuri sonrió dentro de sí mismo, amaba los momentos como ese, donde todo en el mundo parecía oscurecer dejando solo a Victor y a él en medio de la luz, donde todo era amor y tenías la certeza en lo más profundo de ti de que todo iba a salir bien.

Amaba cuando Victor hacia que olvidara el dolor del mundo con sus besos y caricias o la forma en la que lo hacía sentir a salvo y poderoso cuando hacían al amor.

Victor siempre le había hecho sentir en la cima del mundo.

Ambos se conocieron cuando aún estaban en la universidad, Victor con cuatro años de ventaja y siendo el alumno más brillante y alabado por los profesores. Yuuri –desde su posición de estudiante japonés de intercambio- le miraba con pasión y admiración, deseando ser en un futuro no tan lejano alguien tan seguro y poderoso como él, alguien capaz de encontrar la verdad en un mar de mentiras.

Antes de que se diera cuenta había caído enamorado del ruso.

Siguió con interés y fervor cada caso en el que Victor participaba, asistía a cada charla que el peli plata ofrecía a los estudiantes de grados inferiores y estudió cuidadosamente el método de investigación que el mayor utilizaba en los juicios a los que podía asistir.

Victor por su parte, pasaba días y noches esforzándose por ser mejor, un mejor hombre, un mejor abogado, un mejor guía para nuevas generaciones de aquellos que defendían la justicia y la honradez, pero lo único que destacaba de entre toda su rutina era aquel japonés que no tenía idea de que Victor siempre había notado su presencia.

Sin pensarlo demasiado, –y en una de las pocas tardes de esa época del año en que habían suaves rayos de sol- Victor se acercó al japonés para invitarle a salir y éste (que parecía haber visto a un ángel) aceptó en medio de tartamudeos.

Desde entonces no se habían vuelto a separar. Yuuri había partido a Rusia en busca de mayores conocimientos para su carrera y se había quedado por amor, en los seis años que llevaba viviendo ahí jamás se había arrepentido de su elección.

Al conocerse, Victor tenía 24 años y Yuuri 20 y debido a la ocupada vida de estudiantes que ambos llevaban tenían poca o nula experiencia en el campo del amor, luego de dos años de relación y en un impulso de esos que tienes solo cuando estás enamorado ambos decidieron casarse.