21 Alexander

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Alexander

Esa noche no podía dormir. Todo estaba tan claro y una alegría inmensa me inundaba el alma.

¡Alexia era mi hija! Esa preciosa niña, tan alegre, en la que siempre vi algo de mí mismo, de mí madre, y de Priscilla, era sangre de mí sangre.

Jamás había creído eso del llamado de la sangre, pero ahora comprendía que eso era lo que sentí por ella esa tarde, cuando la ví por primera vez.

Ya no importaba si había mandado a la mierda mi vida. Mis bellas hijas serían felices, y yo las tenía a ambas, su felicidad me bastaba para ser feliz yo mismo.

Aunque, por otro lado, aún me dolía. Priscilla se había casado, claro yo también pero ella sí amaba a su esposo, ella era feliz con Mont-Noir, y aunque me alegraba su bienestar, no dejaba de doler.
¿Ahora qué iba a hacer de mí vida?

Durante tanto tiempo esperé por ella, por volver a tener una oportunidad con ella, y simplemente eso ya no podía ser.
Debía seguir adelante, pero ¿cómo?

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La mañana estaba nubosa, y aunque era plena primavera el cielo​ amenazaba con llover.

Sinceramente esperaba que no fuera un augurio del tema a tratar esa mañana.

Mientras íbamos en el carruaje, Heather charlaba alegremente con su madre, y yo no pude evitar sonreír. Nunca habíamos sido una familia, y ahora todo era diferente.

Catherine por fin trataba a Heather como una hija. Mi esposa estaba mucho mejor de salud, a cada día que pasaba, más desde que nos llegó la noticia que Lord Neville, el padre de Catherine, había fallecido.
Creo que para ella fue una total liberación. Pues desde ese día sonreía más, se estaba convirtiendo en la mujer alegre y libre del yugo paterno, que nunca fue. Incluso su belleza de antaño se estaba realzando, pues ya no era la altanería lo que hacía interesantes sus rasgos, sino una plena felicidad y paz interior, lo que hacía de sus ojos más luminosos y de su rostro más bello, con aún cierta apariencia juvenil, pero también rastros de madurez que hacían una combinación totalmente nueva e interesante.

Por otra parte, mi pequeña estaba radiante. Era una delicia verla así, enamorada y emocionada por su futuro tan prometedor al lado de Maximilian  Kensingthon. A eso agregándole la felicidad de saber que tenía una hermana.

Yo había pensado que para Catherine hubiera sido difícil de asimilar la situación tan peculiar que se dió con los Mont-Noir. Y sin embargo ella solo había sonreído y preguntado cuándo iríamos a visitarlos.

Según Miss Jordan, mi esposa estaba estable, en una recuperación asombrosa de sus problemas psicológicos. Yo seguía algo escéptico, pero la Psicología y las tácticas como el yoga, al parecer daban más resultado a mi esposa que la Psiquiatría y todos sus bárbaros procedimientos.

Llegamos a Grace Manor en cuestión de una hora, la casa se imponía grande y blanca ante nosotros. Y en el pórtico, nos esperaba Madmoiselle Alexia, nerviosa bajo ese gran abrigo suyo. Era muy extraño aún considerarla mi hija.

El clima estaba horrible, sin duda alguna, llovería.

-Bienvenidos.- nos dijo Alexia con  una  sonrisa extraña en cuanto nos reunimos con ella.

Heather no dudo en abrazarla con familiaridad. Mi esposa también le sonrió.

-Adelante, nuestro mayordomo os  guiará a la estancia.- dijo solicita, invitándonos a entrar.

Heather y Catherine entraron sin dudarlo, y yo aproveché para tomar la mano de Alexia, haciendo que se detuviera un instante.

-Sé que ésto es extraño para ti...-Le dije.-... También lo es para mí.

Ella me sonrió.

-Tengo hambre...- me respondió, su sonrisa era totalmente enigmática.-...¿Me escoltas al comedor?.... ¿Padre?

Yo sonreí y le ofrecí mi brazo. En un pacto silencioso, supe que ella siempre me llamaría así en privado.

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La reunión fue más amena de lo que esperaba.

Sí bien aún era doloroso ver cómo  Mont-Noir tomaba la mano de Priscilla, y como ella le sonreía radiante. Me alegraba por ella.

Heather no paró de platicar con Alexia y Nathan, al que declaró que también lo querría como un hermano. 

Y el trato quedó así. Priscilla y su esposo volverían a París después de la boda de Heather, pues tenían compromisos, su hijo al parecer regresaría a la Universidad, y Catherine, increíblemente, ofreció nuestra casa para que Alexia pasará el resto de la temporada.

-Así pasará tiempo con su prometido...-Dijo mi esposa mientras tomaba mi mano.-...Y podrá pasar tiempo con Alexander.

P

riscilla la miró descolocada, al igual que yo. Sin duda era un gran cambió en Catherine.

Alexia sonrió de inmediato y rogó a su madre que le concediera permiso.

Priscilla dudó, la idea no le agradaba, sin embargo, para mi sorpresa, el que intervino fue Mont-Noir.

-Dejadle amor mío, será sano para Alexia y para Pembrooke pasar tiempo juntos...-Explicó Phillipe.- además....-agregó con una sonrisa diciéndole algo al oído a Priscilla, con lo cuál ella solo lo miró un tanto escandalizada y ruborizada.

Al final ella asintió.

Mi hija viviría en mi casa el resto de la temporada. Y con Heather lejos por unas semanas, por su luna de miel, disfrutaría de esa niña que hasta hace menos de veinticuatro horas no sabía que era de mí sangre.

Miré a mi esposa y le sonreí, agradecido por su generosidad para conmigo. Aún no sé qué me motivo a apretar ligeramente su mano, para luego besarla delicadamente en los labios.

Fue entonces que empezó a llover.

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N/A: ufff

Bueno, lamento decir que esté es el último capítulo. Lo siguiente que publique tal vez sea un epilogo y ya.

Agradezco a todos ustedes, mis lectores por su entrega a mi novela, su paciencia a mi persona y por todos sus bonitos deseos y comentarios, votos y leídas.

Atte.
EmmersonJB

Amor Y Culpa (Saga Amour #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora