—¡Esto fue lo peor que pudiste hacer!—grité, a medida que recogía apresuradamente nuestras cosas—¡Tendrías que haberme consultado! No eres nadie ¿Me oyes? ¡Nadie!
—¿Qué crees que estás haciendo?
—¿Qué te parece que hago? ¡Me largo! Te he tolerado demasiado, Sabrina. No puedes pasar por encima de mí.
En la sala, Félix aun no terminaba de desenvolver la enorme pila de regalos que Sabrina había traído para él. Comenzaba a ponerme nerviosa, ni siquiera me había preguntado antes de llevarlo a ver a André. Argumentó que solo fueron cinco minutos y que no había hecho alusión al hecho de que eran padre e hijo.
—¡Félix, nos vamos!
De pronto me invadió una oleada de furia ¿En qué lio me había metido? Marc tenía razón, por un simple ataque de nostalgia había descompaginado mi vida y la de otros. Mi hijo respondía a una fuerza mucho más poderosa, que me desbordaba incluso a mí. Lo que Sabrina había hecho fue estúpido, irresponsable, engreído y ostentoso y ahora se creía con derecho a hacer lo que le diera la gana. Pues bien, se equivocaba. No se saldría con la suya. Mi cuerpo se puso tenso como una barra de acero y me volví con la intención de llevarme a Félix, así fuera gritando y pateando.
—Estoy jugando, no me quiero ir...
—¡No es una pregunta, es una orden! ¡Nos vamos y se terminó!
Estaba rompiendo una regla básica al tratar con un niño con TDAH: imponerme sin explicarme. Cualquier cosa que le dijera a Félix en medio de una crisis de nervios, le entraría por un oído y le saldría por el otro.
Los padres de André aparecieron en la sala en medio del alboroto.
—¿Qué creen que están haciendo? ¿Qué son esos gritos?
Sabrina inmediatamente desvió la mirada hacia mí, echándome encima toda la responsabilidad de responder: "Eres tú la del problema ¿o no?" parecía decir. Respiré un par de veces y agaché la cabeza.
—Ahora que André recibió el trasplante y sabemos que se recuperará... Félix y yo debemos regresar a casa.
Se me quedaron viendo con expresiones extrañadas. No era una explicación plausible para una batalla campal. No tenía idea de lo que debía hacer, siempre me consideré lo suficientemente equilibrada y fuerte como para enfrentarlo todo sola. No me arrepentía de mis decisiones pero tampoco hubiese creído que la vida me las cobraría de una forma tan cruel. Cuando veía a Félix creciendo sano, a pesar de todo, lo consideraba un guiño de Dios, podía amarlo para siempre con la misma ferocidad e insistencia con la que había amado a André alguna vez. Ya no quería quedarme más tiempo, no quería lastimarnos más. Hasta que André enfermó todos habíamos sido felices, cada uno en su lugar. Yo no quería cambiar las cosas.
—Danielle se ha molestado por los juguetes—Sabrina cruzó los brazos—Pero no ha sido idea mía, André me lo pidió.
—Ah, es eso...—Luise se agachó junto a Félix con una sonrisa—Todo es poco para agradecerte lo que hiciste por mi hijo...
—¡Parece un extraterrestre!—él emitió una risita muy similar a la de André cuando era pescado en medio de alguna de las suyas.
—¡Félix!—me cubrí la cara avergonzada mientras Sabrina rompía a reír a carcajadas.
De cierta manera la tensión se disipó. Luise se veía pálida y demacrada, debido a los nervios y a las últimas semanas de malestares e incertidumbres que había soportado, pero más tranquila y alegre ahora que tenía plena certeza de que el trasplante había sido exitoso. Félix se aferró a su mano, definitivamente cautivado por esa mujer que ni siquiera sabía que era su abuela paterna
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Liebe mich 2 || André Schürrle
Hayran KurguTras su escandalosa separación de Marc ter Stegen, Danielle ha logrado rehacer su vida y formar una (extraña) familia. Siempre concentrada en su profesión, Danielle se ha acostumbrado a la soledad y a sentir emociones solo para la cámara. Un rutinar...