Bette Davis Eyes

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—¿De verdad? ¿No te importa?—pregunté insegura, yo ni siquiera sabía si tenía alguna relación actualmente o si sus hijos estarían ahí.

—Bueno, yo... Tendré que decirles a mis dos o tres novias que hoy no pueden venir. Cancelaré todas mis citas.

—¡Ahí estas! Siempre tan engreído. No eres tan encantador como crees, Özil.

—¡Sí, lo soy!

—Tienes los ojos demasiado grandes...

—Y tú ancas de rana...

Mesut Özil no se consideraba a sí mismo como un tipo guapo, era más bien histriónico. Combinaba la elegancia con una labia inagotable y podía hacer que la mujer más imposible cayera desnuda en su cama en diez minutos o menos.

—¡Félix!—Mesut le extendió la mano.

—¿Dónde está Hannah?—respondió, sin quitar las manos de los bolsillos.

—Con su madre y su hermano... supongo.—me guiñó un ojo como para darme a entender que Mandy no estaba en la casa—Se pondrán tristes por no haberte visto.

Félix inmediatamente se puso en cuatro patas y a ladrar al descubrir a Rocky, el pug carlino que era más conocido que su propio dueño y sucesor de Balboa, el perro anterior. Mesut era famoso por su fanatismo por los caninos, los autos de lujo y las mujeres.

No nos habían presentado formalmente hasta que coincidimos en la capital española, en una fiesta del Real Madrid a la que ambos habíamos sido invitados, él había jugado un par de años allí antes de recalar en Arsenal y hacerse una figura intocable de los Gunners.

Su matrimonio con la cantante Mandy Capristo tenía más vueltas que una puerta giratoria, y de cada reconciliación tenían un hijo: Hannah y Karim. "Esta vez ya no hay vuelta" me dijo aquella noche en España, entre una copa y otra "Estamos en el punto de no retorno". No me lo tomé como si me estuviera lanzando un señuelo, sino más bien como una charla intrascendente, pero a la media hora me tenía hipnotizada como si fuese una cobra ante el sonido de la flauta. Eso era, un encantador de serpientes.

Marc le había recomendado hablar conmigo sobre su hija, que había sido diagnosticada con TDAH pero si bien compartía características con Félix, Hannah no era agresiva, más bien retraída y parecía pasar largos periodos alunada hasta que despertaba de su letargo como electrizada y con subidones de energía inexplicables. Le recomendé al psiquiatra que trataba a Félix y determinó que Hannah padecía síndrome de Asperger, una forma de autismo. Ahora tenía el tratamiento correcto e incluso mostraba una sorprendente habilidad para las matemáticas.

—No sé como agradecerte que me hayas ayudado con esto.

Tenía una sonrisa malévola, tentadora, y unos abdominales marcados cubiertos de una piel tersa y caliente. Hacía más de tres años que solo era madre, mi cuerpo era del dominio exclusivo de mi hijo y me sentí derretir bajo la mirada de deseo de un hombre por primera vez en mucho tiempo. Fue como si la vida me hubiese sorprendido por la espalda cuando ya no esperaba nada más. Lo dejé desnudarme en silencio e hicimos el amor en el suelo, cambiando de posición unas cien veces para repartirnos la incomodidad del parquet y las volutas de polvo que nos hacían estornudar hasta lagrimear.

Desde entonces nos veíamos un par de veces al año, siempre en Barcelona u otro punto de España, regodeándonos en la sensación de lo prohibido, de lo secreto, para olvidarnos el uno del otro el resto del tiempo.

Aparte del sexo hablábamos mucho, compartíamos textos filosóficos y anécdotas de nuestra vida, nos lamentábamos hasta las lágrimas por nuestras malogradas historias de amor, suspirándonos el uno al otro. Pero siempre sabíamos separar las cosas, estábamos conscientes de que no llegaríamos jamás a amarnos. Él es un alemán-turco de tercera generación y yo un hibrido pavoroso entre un teutón frío y una cubana completamente loca. Tenernos como amantes nos hacía sentir que nos cagábamos en el racismo y la xenofobia.

Liebe mich 2 || André SchürrleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora