Healing Hands

43 6 1
                                    

Estaba sentado a los pies de mi cama. La piel suave y resplandeciente. Su sonrisa radiactiva.

"Hola, papá"

Abrí los ojos.

Atardecía. Estaba solo en la habitación. Félix no estaba. Había oído claramente su voz en mis sueños.

La palabra mágica seguía retumbándome en los oídos, "papá".

El cuarto estaba a oscuras. Se oían voces en otras partes de la casa, no muy lejos.

¡Félix!

Me incorporé rápidamente, pese al mareo. Tenía la boca con un regusto amargo, por los medicamentos, y al pestañear me dolían los ojos.

Mis padres, mi hermana y mi esposa estaban reunidos en la cocina, charlando alegremente mientras esperaban la cena. Había algo raro en todo eso, no hacía ni veinticuatro horas que las cosas habían volado por los aires en medio de gritos, llantos y reproches; y ahora todos parecían haberlo olvidado como si nada pasara. Sabina se incorporó trabajosamente con las manos a la cintura y me abrazó con fuerza.

—No quisimos despertarte. Parecías tan cansado y además tuvimos un día muy largo ayer—suspiró—Fue una suerte que al niño no le haya pasado nada.

Lo dijo aliviada de veras, como si en media hora hubiese olvidado todo lo que Félix significaba en su vida y en la mía. Le devolví el abrazo y percibí cierto gesto de incomodidad en mis padres. Algo muy extraño había sucedido y mi instinto me decía que sería algo que me caería mal.

—Mañana tendremos una reunión con tus médicos. Tal vez haya una solución...—continuó Sabina mientras me servía.

—No estoy preocupado por eso ahora, en diez días tendremos a nuestro bebé en casa y eso es más importante.

A la mañana siguiente en el hospital, al entrar al consultorio de la hematóloga, encontramos a Danielle, vestida de negro de los pies a la cabeza y jugueteando indiferente con un arreglo de flores de plástico que estaban en el escritorio de la doctora, que tenía un aspecto terrible, parecía haber llorado y el maquillaje había dejado trazas tenues al tratar de limpiarlas.

—Las noticias no podrían ser peores...—comenzó la doctora.

Yo deseaba escuchar todo lo que decía, pero a pesar de mi mismo una rabia inmensa se apoderó de mí y empecé a temblar y a gritar. No quería ser ingresado nuevamente, estaba cansado de la quimio y del aislamiento, ¡Otra vez todo!

—Déjame permanecer en mi casa al menos hasta que nazca la niña—supliqué.

—¡André, si quieres que esa niña tenga un padre debes internarte ahora mismo!—suspiró con fuerza sacudiendo la cabeza—Cité a la señora Bohn porque es la madre de tu donante. Debo hablar con ambos.

Solo entonces volví a caer en la cuenta de que estaba allí, pálida y con expresión desencajada. Se retorcía las manos y evitaba mirarme directamente.

—Existe la posibilidad de que su hijo pueda donarte nuevamente...

—De ninguna manera—levanté las manos para detener su discurso—La punción lumbar es dolorosa, yo lo sé de primera mano. No voy a permitir que a Félix lo sometan a un procedimiento semejante, él no tiene edad para consentirlo y aquí no lo permiten.

—En el 80% de los casos con la donación de sangre es más que suficiente. No es estrictamente necesario que Félix se realice una punción lumbar.

—Pero mi hijo ya ha donado sangre, solo se utilizó una pequeña parte para el trasplante, debe quedar suficiente—intervino Danielle.

—El banco de sangre no tiene reservas de un donador específico para ningún paciente. Cada vez que se requiere una transfusión se desperdicia una unidad completa de sangre. Por eso tuvimos tantos contratiempos para conseguir un donante, la sangre de André es de un tipo rarísimo. Y me temo que no queda tiempo para encontrar a alguien más.

Liebe mich 2 || André SchürrleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora