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Había tanta tensión en el ambiente, que incluso parpadear pesaba.

Harry pasaba sus ojos verdes por cada miembro del consejo administrativo, ninguno de estos, se atrevía a hablar, la pregunta estaba en el aire y Roberto, su abogado, era el único que podía respirar tranquilo.

--Y bien ¿nadie piensa contestar?

Insistió el doctor Del Olmo, cuando uno de los hombres se atrevió a cruzar la mirada con él.

--No, Harold, nadie quiere dejar su trabajo. --Harry asintió con las manos juntas sobre la gran mesa donde estaban todos reunidos. --Pero... --Rodó sus ojos y bufó, haciendo que el tipo perdiera un poco de valor. --P-pero a veces eres muy exigente y hacemos todo lo que podemos, es solo que no siempre ajustan las cuentas tal y como tu lo ordenas, sobre todo... sobre todo cuando te da por ayudar de más a algunos de los necesitados.

Harry curvó su boca en una sinica sonrisa, esas que a todos les daba que pensar.

--A veces soy muy exigente... --Repitió y el hombre bajó la mirada, nervioso, sabía lo que se avecinaba. --¿Todos los presentes, piensan igual?

Nadie respondió.

--¡Les hice una maldita pregunta! --golpeó la mesa con la mano abierta e hizo a todos brincar en sus lugares, respondiendo negativamente de forma apresurada y a la vez. Harry sonrió y se dirigió a su asistente, un joven practicante de veinte años que se tragaba el miedo para poder sobrevivir a ese trabajo. --Toma nota, Jaden "conseguir un consejo administrativo que responda mis preguntas de forma inmediata."

El chico de piel oscura asintió mientras escribia en uno de los papeles que traía con él.

--Para su información, a veces no soy muy exigente. --Buscó la mirada del último que se atrevió a ponerle un pero y sonrió con descaro. --Porque yo siempre soy muy exigente y no espero que ninguno de ustedes, manada de incompetentes, lo entienda. Me parece que estan ganando demasiado dinero para tan poco trabajo, se autocompadecen ustedes mismos a mis espaldas y esperan que yo venga y ¿que? ¿que me disculpe por ser tan... "exigente"?

Negó con una resplandeciente sonrisa y se levantó de su silla, cambiando de un segundo a otro por una cara sin expresión.

--No, señores, yo no voy a cambiar mi forma de ser, nada más por ustedes, no voy a ser bondadoso, nunca, con ustedes, no les voy a dar besos en la frente cada que hagan algo bien, porque ese es su maldito trabajo y si, voy a tratarlos como a un pinche perro si hacen algo mal...

Su asistente se puso de pié junto con él, pues miraba las intenciones de irse que el menor tenía. Miró la hora en el reloj de pulcera y sus empleados se levantaron de sus lugares.

--Pero vamos, no soy tan malo, les doy la oportunidad de irse si no estan comodos conmigo.  --Se encogió de hombros y acomodó los botones de su saco. --Después de todo, ahi afuera a de haber un millon de idiotas deseando tener su trabajo.

Caminó hasta la salida y dió media vuelta antes de irse.

--Por si no les quedó claro, la escuela tecnica se hará sin importar el presio, igual que mi maldito hospital y todo lo que se me ocurra para gastar mi dinero.

Todos asistieron en silencio y Roberto suspiró, su cliente era demasiado testarudo como para medir las consecuencias de sus actos.

--Señores. --Se despidió y caminó con Jaden y Roberto tras él, ambos se miraban uno al otro mientras Harry mantenía ese gesto duro en su cara, la mirada a la que todos debían temer.

--Señor Harold, si le parece, podemos ir a mi despacho y hablar sobre el asunto los tres. --Habló el abogado una vez en el elevador.
--No me interesa, pero gracias, disfruten su tarde.
--Señor Harold. --Intervino Jaden con voz aguda, esa que usaba cuando algo andaba mal. --El consejo tiene razón en cuánto a los gastos, usted...

Pobre Mentiroso (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora