48. Un malentendido.

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–¡¿Cómo que matarlo?!– gritó Thomas mientras que yo salía de la habitación, el me siguió.

–Cuando te dije que Alexa está loca, hablaba en serio, amor.

–¡Matar es ilegal!

Yo me detuve en seco y volteé a ver alzando una ceja.

–Después de todo este tiempo, ¿Y tu sigues creyendo que nosotras seguimos las reglas?

Thomas tragó saliva y yo aceleré el paso hasta las escaleras de emergencia, escuché sus pasos detrás de mí hasta bajar a la primer planta. La adrenalina me bombeaba hasta los oídos y el sólo pensar en el hecho de que Alexa ya haya llegado a Alemania resultaba aterrador. Alexa podría matar a Malcom, pero lo que más me preocupaba era lo que pudo haberle dicho Riley, que fue lo suficientemente grave como para que tomara un avión directo a otro continente.

–¿A...donde crees que llegue Alexa?

–No tengo una puta idea.

Varios taxis estaban parados en la avenida, yo le silbé a uno de ellos, y el hombre trajo el taxi frente a nosotros. Nos subimos ambos a la parte trasera, y el taxista arrancó el auto. El hombre miró por el retrovisor y pronunció algo que yo no comprendí.

–Preguntó que a dónde vamos.–exolicó Thomas, yo me giré intrigada a él.

–¿Sabes alemán?

–Yo también tengo mis secretos, ángel.–dijo guiñándome un ojo, yo solté una risotada y lo miré alzando las cejas.

–No te queda lo de Patch.

–Lo sé... – dijo bajando la mirada con un ligero puchero.

–Preguntale si conoce a alguna americana llamada "Alexa Scott"

Thomas comenzó a hablar con el taxista y éste le respondía animadamente, acelerando el auto y asintiendo con la cabeza. Al parecer la conversación era bastante interesante para ambos, pues Thomas hablaba con fluidez y arrugando el rostro de vez en cuando. A decir verdad, le lucía de maravilla y he de admitir que se veía exageradamente sexy.

¡Nenas, mi novio habla alemán! ¡Arrodillence, perras!

–Al parecer, Alexa es muy conocida por aquí, salvó a la hija del gobernador de no-se-qué y recibió una medalla. –me susurró Thomas–Hay un pequeño aeropuerto privado al norte de Berlín, a pocos minutos de aquí, le pedí que nos llevara hasta allí.– se me quedó mirando un momento y sonrió algo confundido– ¿Por qué sonríes?

–Eh... Me gusta como hablas alemán. – tartamudeo bajando la cabeza y mordiendo mis labios.

–Ich liebe dich alle und lhre ereotet...– murmuró levantando mi mentón con un dedo, haciendo que lo mirara.

–Eso no se vale, no se lo que eso significa.

–Esa es la técnica.

En ese momento, desde la parte de adelante cayó un pequeño paquete plateado, golpeando contra el rostro de Thomas.

–¿Qué es esto?– preguntó él, tomando el paquete por una esquina y alzándolo en el aire, examinándolo. Yo me eché a reír al ver su confundido rostro.

–Es un condón.

–¡Ah, que feo!– chilló éste lanzando el paquete a la parte delantera del taxi, yo aumenté mis carcajadas al punto de que ya tenía lágrimas en los ojos.

–¿Nunca...habías...visto un condón?– dije entre risas, intentando recobrar la compostura– ¿A cuántas mujeres has embarazado?

–¡¿Qué?! ¡Yo no he embarazado a nadie!

Somos unas P.U.T.A.S  (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora