Desilusión

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Horas antes de descubrir la infidelidad de Enrique...

Mi novio había acordado en ir a buscarme y llevarme a clases, pero no contestó mis mensajes, finalmente acepté la invitación de Sam y nos fuimos a la velocidad de la luz.

Era increíble que ningún policía nos haya detenido. Anduvimos más rápido de lo permitido y tuvimos mucha suerte al llegar al salón.

Yo imaginaba las salas de clases como las de la secundaria, pero me equivoqué, estas lucían como auditorios que bajaban hasta una tarima donde había una gran pizarra y la mesa del profesor.

—Siento el retraso —dijo el profesor — tuve inconvenientes. Mi nombre es Marco.

El último año de secundaria Sam (mi mejor amigo) y yo habíamos estado planeando qué hacer con nuestro futuro, no sabíamos qué estudiar, nos gustaba la literatura, la historia, la biología y las ciencias de todo tipo. De lo que sí estábamos seguros era que no queríamos nada relacionado a la música (éramos pésimo en eso) o al deporte (peor aún).

Nunca estuvo en nuestras ideas estudiar la misma carrera, pero así ocurrió, a pesar de que mi novio estuvo insistiendo en que optara por alguna Ingeniería Civil como él, preferí la ciencia.

Lo extraño fue la noche en que tomé la decisión, no había querido comentarle nada a nadie porque aún tenia mis dudas, pero en ese momento dije "Esto es para mí", cogí el celular para llamar a Sam y contarle mi decisión, pero ¡Él me estaba llamando!

—Sam, justo iba a llamarte —le había dicho.

—Por qué, ¿sucedió algo?

—Ya sé qué quiero estudiar.

—Te llamaba para lo mismo —dijo sorprendido — Digámoslo a la cuenta de tres.

Contamos hasta tres y al mismo tiempo dijimos...

—Astronomía.

Al oírnos decir eso gritamos, mi mamá llegó corriendo a la habitación pensando que había pasado algo grave, pero era algo estupendo. Estábamos felices, sobre todo porque seguiríamos juntos.

—¿Quieres ir a almorzar? —Me pregunta Sam sacándome de mis recuerdos y trayéndome de vuelta a la universidad.

—Claro, llamaré a Einee, para que nos acompañe, debe estar cerca.

Einee, mi mejor amiga, decidió estudiar Pedagogía en Matemáticas en el mismo lugar que nosotros, así que teníamos el pacto de vernos a menudo para no perder contacto.

—¿Cómo estuvieron sus vacaciones? —Preguntó dándonos una abrazo grupal, llegó muy rápido. Me sentí pequeña junto a ellos, no era justo ser bajita cuando hay abrazos grupales, sobre todo al lado de Sam, que me sobrepasa por unos 30 o 35 centímetros.

Nos sentamos a comer en el casino. A decir verdad pensé que la comida no sería muy buena, pero estaba sabrosa.

—Cyrel, mira tu teléfono, están llamándote —me dice Einee interrumpiendo su relato de cómo encontró al amor de su vida en vacaciones y cómo lo perdió.

—No me había dado cuenta, es Enrique. —digo y miro a mis amigos emocionada.

—Vamos, contesta —dice Einee.— Pregúntale por qué te ignoró en la mañana, aunque a mi me preocupa más lo que podría haber pasado durante esa fiesta de anoche. —hice una mueca. Había intentado no darle importancia al hecho de que mi novio se había emborrachado con sus amigos.

—Enrique, ¿cómo estás?

—Cyrel, estoy mejor, llegué recién a la universidad, ¿dónde estás?

—Eh, en el casino.

—Llego en unos minutos, nos vemos.

Había cortado.

Miro a Einee.

—Viene. —una parte de mí sigue molesta, mientras que la otra aún quiere verlo, besarlo y abrazarlo, no lo he visto durante todas las vacaciones. — ¿Cómo me veo? —sí señores, quiero estar linda para mi novio.

—Como una elfa. —dice Einee — bella elfa de Rivendel, eso quiere decir que estás muy linda, no te preocupes.

—Tiene mucha razón —me susurra una voz a mis espaldas.

—¡Enrique! —digo al verle y me pongo de pie. Miro su rostro, había olvidado lo bien que se ve con su melena castaña. Me acerco a él y siento el olor de su perfume que tanto me gusta. El me toma por la cintura y me da un tierno beso en los labios.

—Te extrañé —me dice.

—Igual yo —digo tomándole su mano al sentarnos.

—Te traje algo —dice rebuscando en sus bolsillos, finalmente dejó todo lo que tenía sobre la mesa, boletos de buses, monedas, llaves, su teléfono y al último encontró una pequeña bolsita de terciopelo. — Perdón por el desastre. —dijo refiriéndose a todo lo que dejó en la mesa. Abrió la bolsita y sacó una pulsera con perlas de ámbar. — Sé lo mucho que te gustan —dice sonriendo. Adoro su sonrisa, radiante, y sus ojos color miel... Busco su mirada pero no la encuentro, él solo mira la pulsera.

—¿Qué pasa? —pregunto.

—Nada —dice y miro la mesa directo a su celular. Como si el universo estuviera conspirando para que todo sucediera, la pantalla se iluminó, estaba en silencio pero el mensaje aún así apareció.

Mensaje de Tiare: Anoche... Fue una locura, pero siempre quise que sucediera contigo ¿Cuando nos juntamos otra vez? ...

Sé quién es ella, una amiga de un año superior de su carrera. Siento el rostro arder, quiero tener un poquito de dignidad, pero cómo, cómo mandarlo a la mierda sin perder la dignidad, sin llorar, ni gritar como loca. Ya siento las lágrimas formándose en el borde inferior de mis párpados y no aguanto más.

Me saco la pulsera de un tirón. El broche sonó cuando se rompió. Los tres me quedaron mirando atónitos.

El resto, ustedes ya lo saben, se los dije en el prólogo.

Después me largué a llorar, no se puede ser digna cuando éstas cosas pasan. Einee se puso de pie para abrazarme y dejé todo su cuello con lágrimas.

—Por favor, déjame explicarte, ni yo entiendo muy bien qué pasó, me arrepiento tanto... no pienso volver a verla, creo que...

—Cállate, no quiero escucharte más, lo que sea que hiciste... ¿ni siquiera estás seguro de qué cosa pasó? yo nunca he sido infiel contigo, nunca. Quiero que te vayas —dije mirándolo a los ojos, él está rojo de la vergüenza, supongo. — No me llames más, ni me busques.

Sam se puso de pie. Tenía los puños apretados.

—Andate, ¿No oíste? O quieres que te lo diga de otra forma —dijo enfadado. Su voz lo dice todo y cuando Sam está enfadado su voz ayuda demasiado, es intimidante y sé que es capaz de golpear a Enrique si yo se lo pidiera. — nunca la valoraste, no sabes cuanto daño le haces. —Enrique lo miró burlesco.

—Vete a la mierda —digo. Le quité el teléfono de las manos, pensé en escribirle algo a Tiare, Sam me ayudó a mantenerlo alejado pero en ese instante cambié de opinión, no me rebajaré a ese nivel. Respiro profundo y le entrego el teléfono de vuelta. Enrique lo recibe pero se le resbala de las manos, al parecer se le ha roto la pantalla.

—Vámonos —susurra Einee. Las personas han empezado a mirarnos.

Dejamos a Enrique recogiendo su teléfono y salimos de allí rápidamente.

Sam me abraza bajo la lluvia y Einee me hace cariño en la espalda.

—Un tonto como él no merece tus lágrimas —me dice Sam levantando mi rostro para que lo mire. Sus ojos irradiaban paz.— Pero debes llorar, te hará bien, vamos.

—Será mejor que vayamos a mi casa, tengo comida, lo que quieras. —dice Einee.

—Está bien —digo y no aguanto más sosteniendo mi dignidad como si fuera Atlas sujetando el cielo, simplemente dejo escurrir mis sentimientos. 

No me dejes por élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora