He comenzado a creer que el amor no me sonreirá jamás, dirán que soy una exagerada, pero después de descubrir que mi novio ha sido infiel, me he enamorado de un chico que parecía ser lo mejor del mundo, hasta que me confesó que es homosexual. ¿Puede...
Mi cuerpo tiembla completamente por llevar ropa empapada y por el pánico que me causó ver el accidente.
Después de que el tren pasó, Enrique llamó inmediatamente a la ambulancia. Admiro su tranquilidad y determinación en este momento, en mi caso hubiera mirado paralizada a Sam hasta que muriera desangrado, pero gracias al cielo no estaba sola y Enrique actuó rápido.
Después de llamar a emergencias, se quita la polera y la rompe para cortar la circulación sanguínea en el brazo de Sam, me quedo arrodillada junto a él asegurándome de que siga respirando.
Hace un tiempo (casi un año atrás), jamás me hubiera imaginado a Enrique ayudando a Sam, y me sorprende como han cambiado las cosas.
-Asegúrate de que no se le suelte el torniquete. -me dice Enrique con el rostro y parte del cuerpo cubiertos de sangre, asiento totalmente perturbada. A pesar de tener un torniquete, lo que le queda de brazo sigue sangrando. Enrique me ve temblar, me pasa su chaqueta y la pone sobre mis hombros.
-Apresúrate -Observo la ropa que me ha pasado. Las manchas de sangre y los rastros de la carne molida que salpicaron a su chaqueta me causan un poco de náuseas, pero es lo único que tengo para abrigarme, así que intento no pensar en ello.
- Tranquila... Volveré rápido, Sam estará bien -me asegura con la voz temblorosa e intenta esbozar una sonrisa. Su rostro está igual que la chaqueta; salpicado en sangre. Rápidamente se aleja corriendo por el bosque.- ¡Eleva su brazo! -grita y le hago caso inmediatamente. La madre de Enrique es enfermera y le ha trasmitido algunos de estos conocimientos su hijo.
La ambulancia se oye a lo lejos y me pone más nerviosa. Me reacomodo junto a Sam y sostengo su brazo haciendo presión en el torniquete. A pesar de la fuerza que tiene aplicada, su brazo aún sangra. No puedo contener más las ganas de llorar y sollozar. ¡Sam ha perdido todo el antebrazo derecho! Tendrá que aprender nuevamente a escribir, pero con la otra mano...
Mis lágrimas caen como nunca. Sé que si no se apresuran podría morir desangrado.
-Resiste por favor -susurro y al fin oigo gente en el bosque. Estar sola en aquella oscuridad me hacía sentir peor.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Dos paramédicos vienen con una camilla en brazos, acompañados por Enrique. Otros alumbran con linternas y detrás de ellos camina un tumulto de gente que viene a saber qué pasó. La ambulancia no pudo llegar al lugar del accidente porque no hay camino entre los árboles.
Me pongo de pie y me seco las lagrimas. Enrique se acarca a mi, me abraza y me pasa las zapatillas.
-Gracias -susurro mientras vemos como acomodan a Sam en la camilla. Los paramédicos se encargan de revisar signos vitales, le ponen un cuello cervical y se ponen en marcha.
Algunos expectadores graban, otros sacan fotos y llaman a sus conocidos para contar lo que pasó (o lo que creen que pasó). Me enoja mucho la situación pero no tengo ganas de discutir con nadie.