Cap.20 El principe y el gato

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Hei me miró confundido esperando que yo hiciera algo, pero no hice nada, no sabía que hacer o cómo reaccionar.

- ¿Y bien? - dijo Félix esperando una respuesta

- Bueno, vamos, te explicaré en el camino lo que sucede - respondió Hei

Félix me miró y parecía que se dio cuenta de lo incómodo que estaba con esta situación, se acercó a mi y besó mi frente para luego abrazarme y susurrarme algo al oído.

- Si tanto te angustia que yo sepa algo, solo dime que es lo que puedo saber, solo escuché muy poco sobre que tienes una maldición, y creo que tuve la misma idea que tú en cuanto preguntaste en donde hizo la maldición, no te preocupes Nathaniel, volveré antes de que algo malo te pase, y así podré amarte y tenerte entre mis brazos otra vez, yo haré que besarte deje de ser algo problemático para ti, y así podré volver a probar tus labios sin sentir culpa - susurró con sensualidad a mi oído, mi piel se erizó y no pude evitar tomar su cara entre mis manos y lo besé con tal pasión que lo jalé y cayó sobre mi, de no estar Hei ahí, hubiéramos terminado haciendo otra cosa

Hei se aclaró la garganta solo para llamar nuestra atención, lo hizo en cuanto notó que Félix comenzaba a meter sus manos por debajo de mi bata - Félix, ¿nos vamos ya? Entre antes vayamos allá podrás volver antes con Nathaniel a hacer lo que quiera que hagan ustedes dos juntos - Félix sacó sus manos de mi bata y me acarició la mejilla mientras yo suspiraba pesadamente, lo deseaba con toda mi alma, tanto física como emocionalmente, ni siquiera me importaba el dolor que sentía en mi cuerpo a causa de la maldición que había caído sobre mi si podía sentir los labios de Félix

El príncipe recobró la compostura y se arregló un poco el traje que tenía puesto y que yo había desarreglado un poco, de ahí para luego retirarse junto a Hei, aunque juraría que mientras tenía a Félix besándome y encima de mi escuché un jadeo, no era Hei, fue alguien más, pero estaba muy débil para ir a ver quién había sido.

<<Narra Félix>>
Por los dioses, jamás había sentido algo así por nadie, de solo verlo quería hacerlo mío, quería besar cada parte de su cuerpo y reclamarlo como mío, que nadie más pudiese quitármelo o que él dejara de mirarme, quería que su voz solo dijera lo mucho que me ama, lo mucho que me desea y que pronunciara mi nombre, no había nada que él pidiera y que yo le negara, y si me necesitaba en esta situación, yo estaba dispuesto a salvarlo incluso si eso significaba que yo renunciara a mi vida por salvarlo a él.

Llevé a aquel hombre que decía que Nathaniel tenía una maldición a donde tenía mis caballos.

- ¿Sabes cabalgar? - pregunté

- He pasado más de mil años entre dos mundos, cabalgar es sencillo, préstame un caballo y te guiaré a donde quieras -

Le di un caballo y yo monté mi preferido - ahora llévame a donde se ha conjurado la maldición de mi amado Nathaniel -

- Como gustes, no sé si escuchaste todo lo que le dije a Nathaniel pero llegar allá nos va a tomar cuatro días -

- No dormiremos hoy entonces, necesitamos llegar allá lo antes posible - ya habíamos comenzado a cabalgar desde hace un rato

- A mi no me cuesta trabajo, pero hablo por ti que eres humano, ¿seguro que no vas a querer descansar hoy? -

- Muy seguro, mientras tanto puedes explicarme la maldición que tiene Nathaniel, omitiendo los detalles que creas que él no quiere que yo sepa, se veía bastante angustiado cuando entré a la habitación -

- Bueno, hace tiempo hubo una portadora de Miraculous que ella descubrió la manera de entrar a este mundo, es que ella al igual que Nathaniel, vienen de un mundo distinto, solo que a ella su pareja la engañaba con otra, y ella conjuró a sus dioses para que a cualquiera que se enamore de alguien de aquí tenga una muerte lenta y que su pareja le vea sufrir, y el final de esa persona comenzaría en cuanto se besen, y por eso es que Nathaniel está tan débil, ya vi que ustedes no tienen problema en devorarse a besos, son muy tiernos juntos pero contrólense un poco cuando estén en público o frente a alguien -

Estaba atónito por todo lo que Hei había explicado, y estaba ruborizado por lo último, no sabía que besar a mi amado significaría condenarlo a morir, nunca quise hacerle daño, me carcomía la culpa, aún así, no podía olvidar esa sensación de tener sus labios unidos a los míos, o de sentir aquella mirada inocente en sus ojos verdiazulados, aún así, lo que lo hace más... lindo, por ponerle un adjetivo a lo que se me hace más atractivo en el, es su sonrisa, tan cálida y brillante cuando me ve, y me he dado cuenta que esa sonrisa en especial la tiene solo conmigo, no con nadie más, es a mi, y se ha ido apagando desde que me dijo que se sentía mal después de haber dormido conmigo, yo seré quien le devuelva su salud y bienestar, quiero protegerlo, quiero que él esté bien sin importar que me tenga que enfrentar a mil espectros de la obscuridad por él.

Pasamos un día entero cabalgando, y pudiera ser que yo no durmiera y que me dedicara a continuar todo el día, pero había olvidado que los caballos necesitaban descansar o podrían morir en el camino de agotamiento y por falta de comer y beber, esto alargaría mi viaje y la espera de Nathaniel, y tiempo era lo que menos teníamos, así que nos detuvimos cerca de un río, ahí los caballos bebieron agua, pastaron y durmieron, Hei y yo pescamos un poco para cenar, ahí me explicó un poco más la situación tan extraña de Nathaniel y un poco más del mundo de donde viene, me sentía mal por escuchar sabiendo que eso incomodaba a mi amado, pero aún así, era fascinante escuchar todos esos relatos sobre aparatos que funcionan con los dedos y carruajes que no requieren de caballos o mulas que tiren de ellos, o que se podían ver obras de teatro en pequeñas cajas, y por lo que entendí, con gente muy pequeña en esas cajas, sonaba a un mundo muy interesante de conocer, y eventualmente, me quedé dormido solo para poder despertar temprano y continuar con mi viaje.

Magic and CatsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora