Capítulo 18

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Canción: Only Love Can Hurt Like This - Paloma Faith

Canción: Only Love Can Hurt Like This - Paloma Faith

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—¿Qué se puede decir de una chica de veinticinco años que murió? Que era bonita. Inteligente. Que le gustaban Mozart y Bach. Los Beatles. Coldplay. Y yo.

—No estoy seguro de querer incluir esa parte.

Carlos bajó las hojas y miró a Roberto. El director se encontraba en los primeros asientos rojos del teatro mientras sus actores ensayaban.

—No es necesario que lo diga yo —comentó Carlos—. Podría ser narrado en off.

—Puede ser. Mientras, sigue.

Carlos estaba frente a Violeta en una mesa de cafetería, de pie.

Nadie más que él y Verónica sabían la verdadera forma en que se conocieron. ¿Por qué no incluirlo en una de sus obras? Había sido una buena idea hasta que comenzaron a ensayar. El primer día se le cerró la garganta y no pudo emitir sonido alguno; debió ir al baño, lavarse la cara, beber agua, respirar. Cuando regresó Roberto no dijo nada, Violeta lo miró apesadumbrada y sus compañeros actores (los secundarios que hacían de comensales en la cafetería) sólo volvieron a sus lugares y se prepararon para ensayar nuevamente. Después de realizar esa escena varias veces más no se sentía mejor, pero ya podía hablar sin la voz temblorosa.

Carlos caminó y tropezó con la mesa de Violeta, tirando un café imaginario sobre sus libros. Ella se levantó enfadada y le gritó:

—Óyeme, estúpido riquillo. ¿Qué no te fijas?

—Ah, perdón. —Carlos, se detuvo, no pudo continuar la siguiente línea, era lo mismo que él le había dicho a Verónica inmediatamente después de tirarle el café sobre sus diseños. Pensó en que sí, era un estúpido, completamente, por añadir esas palabras. Violeta esperó y cuando él no pareció dispuesto a continuar ella comenzó sus líneas.

—Mojaste los libros, ¡son de la biblioteca!

—He dicho que lo siento. No fue a propósito.

—Tú vas a pagarlos.

—Yo no tengo por qué pagarlos, no fue a propósito.

Violeta cogió varias servilletas y comenzó a limpiar tres libros que tenía sobre la mesa.

—Tú me los ensuciaste, idiota. Son tres. No puedo pagarlos.

—No debiste traerlos aquí.

—Sólo págalos y ya.

—¿Y qué te hace pensar que yo tengo el dinero?

—Porque eres estúpido y bien vestido.

—Pues no, soy pobre y listo.

—Ay, ya quisieras. YO. —Violeta se señaló acercándose a Carlos para simular ser intimidante—. Soy. Inteligente. Y POBRE. Tú no.

—¿Y qué te hace tan inteligente?

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