Capítulo 26

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Ramón estaba acurrucado en el sillón un momento y ladrando al siguiente. Se puso frente a la puerta de la calle ladrando frenético. De inmediato, Verónica sintió un temor expandiéndose por su pecho.

Un automóvil estacionó frente a la puerta de su casa. Se quedaron encendidas las luces rojas que brillaron a través de la cortina.

—Ve a tu cama —ordenó ella. Pero el perro simplemente no la escuchó. —Ramón, cállate.

El perro dejó de ladrar, aunque continuaba frente a la puerta. Una sombra grande se apeó del coche y tocó el timbre. Ramón gruñó.

—Ve a tu cama.

Esta vez obedeció. Se quedó sobre la camita, encontrada bajo la escalera, vigilando.

Verónica observó por la ventana, se trataba del chofer de su padre. Sintió un ligero alivio. No era nadie desconocido.

Abrió la puerta y lo saludó.

—¿Sucede algo?

—Es su padre, señorita. Lo han internado en el hospital.

El alma de Verónica cayó al suelo.

—Oh, Dios. ¿Qué sucedió?

—No sabemos. Creo que se ha sentido mal. Tal vez empeoró su enfermedad. La llevaré a verlo.

—Sí, por favor. Déjeme ponerme algo más...

—Yo diría que así está bien —contestó, se colocó los lentes de sol y caminó hacia la camioneta—. Será mejor que vayamos lo más rápido posible.

—Ok.

La bola de pelos estaba justo atrás de ella, mirándola. Si pudiera hablar seguramente le diría: "No, mamá, no vayas. Espera a Charlie."

Verónica le pidió que fuera a su camita. Que la esperara y salió. Ramón comenzó a ladrar, pero ella no podía regresar y llevárselo. Iría a un hospital, no estaban permitidos los animales. En el camino hablaría con Charlie... Levantó la mirada hacia el espejo retrovisor...

—Ah. Discúlpame. Olvidé mi teléfono...

—Es mejor así. Es hora de irnos.

El chofer arrancó el coche de inmediato. No se detuvo ante la súplica de Verónica al decirle que necesitaba hablar con su esposo. Verónica intentó bajarse en un semáforo, pero no podía porque estaba trabado con seguro, tampoco podía bajar los vidrios ni pedir ayuda porque nadie podría verla con ese polarizado. Fue entonces cuando se percató del peligro. El chofer no llevaba el traje de trabajo y ese coche no era de su padre.

❀ ❀ ❀

     CUANDO JOSI NO contestó el teléfono sintió que lo que había hecho era. ya no tonto ni torpe, sino grave. Se desesperó aún más cuando ni Verónica ni el señor Vicens contestaron. Su mano tembló mientras buscaba el teléfono de Kitty en la agenda, pero no estaba. Además, ni siquiera sabía el nombre ni el apellido de la compañera de Verónica.

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