Capítulo 4

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Canción: Home - Elvett

Mientras la doctora daba instrucciones a Carlos Verónica miró a través del pasillo a la gente

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Mientras la doctora daba instrucciones a Carlos Verónica miró a través del pasillo a la gente. Seguía pensando en lo cruel que había resultado todo. Su padre no podía dejar de ser el mismo patán de siempre. Y su madre estaba muerta.

Mi madre está muerta.

Debió enjugarse los ojos. Odiaba que la vieran siendo débil.

Pero le dolía saber que no iba a abrazarla una vez más. No volvería a escuchar su voz. Su madre era la única persona en este mundo que la apoyaba y ahora tenía que enfrentar la vida sin ella. La necesitaba ahora, más que a nadie en este mundo.

—Vamos, Vero. Por aquí.

Ella caminó detrás de él sin pronunciar palabra.

Admitía que era necesario decir algo. Mínimo para agradecerle por ayudarla. Pero era muy difícil. La sensación de una bola atascándosele en el pecho le provocó ansiedad y desesperación. Eran tantas las preguntas que flotaban en su cabeza que deseaba ya poder salir de ese hospital y gritar su frustración en la calle. ¿Por qué había confiado más en ese hombre que en su familia? ¿Por qué no simplemente aceptó irse con su padre? En lugar de eso estaba ahora con alguien, a quien no conocía, yendo a su casa. ¿Desde cuándo era tan imprudente? Sólo porque su padre le ordenaba las cosas no significaba que estaba mal. No, claro que no. Era su padre y él sabía lo que era bueno para ella.

Ahora que se subía al auto con un desconocido quería regresar al momento en que discutieron, aunque eso significara humillarse ante su padre. No. Él no diría nada humillante, sólo abriría la puerta y... Y le echaría en cara que por fin estaba haciendo lo correcto.

Carlos cerró la puerta del auto y Verónica se obligó a quedarse.

¿Qué estaba haciendo?

Ese hombre le decía que era su esposo y ella simplemente le permitía llevarla a su casa.

Todo por orgullo. Yo y mi maldito orgullo. Se mordió los labios y reprimió la necesidad de mirarlo para decirle que cambiaba de opinión.

Ya conocía a su padre, él era así, Verónica solo tenía que decir "sí, papá" y hacer lo que le decía.

Él me cuidaría. Soy su hija. Siempre me ha cuidado.

Miró a través de la ventanilla. Mientras el semáforo duraba un hombre realizaba acrobacias con fuego. Llevó su mirada a Carlos. Él la observaba con especial atención, como si esperara una reacción en específico. No había nada qué decirle así que buscó algo con qué distraerse. Sobre el tablero estaba una pequeña maceta con una plantita de plástico que danzaba a pesar de que el automóvil aún no se movía.

—¿Yo la compré?

—No —contestó Carlos y sonrió—. Es de Vi.

Verónica lo miró confundida.

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