Capítulo 17

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Canción: Lonely Soul - Blackfield

Después de que Violeta le rogara unas quinientas veces Carlos aceptó ir por su coche al taller

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Después de que Violeta le rogara unas quinientas veces Carlos aceptó ir por su coche al taller. Los domingos siempre salía a comer con sus padres y no le gustaba perderse esos días. Bien, él le debía muchos favores así que...

Llegó a las tres de la tarde y hacía un calor endemoniado. Aparte tenía sueño. Estrenaban el nuevo horario así que tenía que acostumbrarse.

Dio vuelta a la calle y miró el letrero con el número 555 Calle Tres. Antes de entrar al taller regresó y miró una vez más. 555 3. Ese era el número de la suerte que estaba al reverso del papelito que había salido en la galleta.

Sintió como si le quitaran el suelo.

Se le quedó viendo al número. Tenía que ser una coincidencia.

Con el ceño fruncido entró para toparse con un muchacho que limpiaba una pieza, miraba atentamente el motor de una camioneta plateada. Como casi lo golpeó se hizo a un lado para que Carlos pasara.

—Lo siento.

—Ah, no tengas cuidado.

La playera sucia que usaba tenía las mangas arrancadas para que sus musculosos brazos quedaran al descubierto. Tenía un tatuaje...

—¡Carlos!

El mecánico trataba a Carlos como trataba a sus hijos. Lo saludó con una palmada en la espalda.

—Justo estaba pensando en ti.

—Oh, qué romántico.

—Nada, muchacho. Ven a mi oficina, hay algo que quiero que veas.

El joven musculoso chifló burlándose. Con ese gesto infantil parecía de unos veinticinco a lo mucho. Carlos y el mecánico rieron junto con él.

El señor tenía unos cincuenta años, era fornido y alto. Tenía una sonrisa amable. Sacó de su escritorio unas fotografías y se las mostró a Carlos.

—Hum, en realidad vine por el coche de mi hermana.

—Sí, pero primero ve estas fotos.

Las vio sin entender. Eran piezas de automóvil.

—¿Qué tienen?

—Mira, yo lo descubrí por pura casualidad. Estaba revisando lo que sí se podía salvar o no de tu coche. Que por cierto, lo abandoné un rato y apenas lo revisé.

Al mencionar su coche Carlos levantó la mirada, atento.

—Yo tuve mis reservas porque no siempre se ve algo así. De todas formas envié el coche con un amigo que sabe de esas cosas y entonces me dijo lo que me temía.

Carlos lo miró ceñudo.

—Esta imagen es la prueba. Tu esposa no tuvo un accidente. Se lo provocaron

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