dieciocho

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A este paso perderé la cordura, señor; no puedo concentrarme en sus clases, no puedo prestar atención a lo que dice. Las palabras dejaron de tener significado en cuanto comenzó a pronunciarlas. Ya no me fijo en el contenido de cada conjunto de letras, si no en el ronco, serio y agradable sonido de su voz, al exclamar; en el sensual movimiento de sus labios, al gesticular; y en la severa inclinación de sus pupilas, al acotar.

Usted, señor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora