Sus manos parecían revólveres calibre cincuenta, tan pesadas, tan cansadas, pero a la vez tan ágiles. Me entraron ganas de besarle los nudillos, de tocar sus falanges y acariciar sus dedos. Quería sentir su piel con los dientes y, quizá, con la punta de la lengua.
¿Qué estoy diciendo?
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Usted, señor.
Short Story«Usted, señor, me desquicia, me revuelve las ideas. Embota mi mente y nubla mis sentidos. ¿Qué me hace señor? ¿Por qué no puedo actuar como una persona normal frente a usted? ¿A dónde se ha ido la pequeña Sky 'mademoiselle insolente'? ¿A dónde la ha...