treinta

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-Conozco pocas personas así, gente de sueños. En estos tiempos, pocos se permiten a sí mismos brillar -respondí a su pequeño monólogo, después de un rato, dejé que mis palabras se disolvieran en el aire. Me permití inclinar la cabeza ante su imponente postura porque, simplemente, no me quedaba de otra.

Me había ruborizado al hablar, y usted lo había notado. Yo odiaba eso.

Usted, señor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora