cuarenta y cinco

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A partir de entonces yo no pude hacer otra cosa que mirar sus manos y sonreír. Sin embargo, mi rubor no daba explicaciones suficientes y a la larga usted se cansó de eso. No crea que lo ignoro, sólo que no sé qué hacer.

Usted, señor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora