treinta y ocho

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Usted, señor, me desequilibra, me perturba, me pervierte. Aún sin tocarme.

Ya desacomodó mis sábanas, ya enmarañó mi cabello, ya humedeció mi cama y desapareció mi cordura.
Mis dedos están arrugados de tan mojados, las paredes de mi cuarto están hartas de escucharme jadear, el agua de la ducha se sabe mis gemidos de memoria y las cortinas del baño ya se aprendieron su nombre.
Es posible que me haya hecho profesional en esto gracias a usted, señor. Es probable que cada vez me salga más natural morder la almohada, al gritar; indiscutiblemente ha hecho que me deje de gustar la discreción, que prefiera ponerme en evidencia.

Casi me gustaría que me escuchara, a lo lejos; que oyera una voz aguda ronroneando su nombre, del otro lado de su ventana; que asomara la cabeza, y no viera nada; que sonriera y se recostara a escuchar, aún sin saber de mi paradero.

Me encantaría alegrarle la noche, tarde, día o madrugada. Me encantaría que me recordara justo al alba.

n/a: Que quede claro que los episodios o capítulos no van necesariamente ligados de manera congruente entre sí, independientemente de cuán relacionados estén respecto a la trama y los personajes. A lo que voy: yo los acomodo como se me da la gana. Pueden leerlos con cierto desorden si quieren. Salvo por algunas partes, no habría ningún problema.

Usted, señor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora