cuarenta y siete

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   Hoy nuestros cuerpos chocaron sin querer en mitad de un pasillo, y curiosamente lo que mi imaginación proyectaba tenía mucho que ver con el rostro que este caballero mostraba al levantar el libro que ambos tiramos: su indiferencia era flagrante y la gravedad de su mirada me asustó muchísimo. 

  Esto no le importó. Se siguió de largo dejándome con un ejemplar Freudiano doblado en la mano y un dolor en el pecho. 

Usted, señor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora