17. Sorpresas.

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-¡Acuario! -gritó Virgo siguiéndola.

La había visto salir de la casa con una katana en sus manos, una bandana en su cabeza y una mochila que llevaba colgada en su espalda.

-¿Qué? -preguntó la rubia, girándose en la dirección de su ahora amiga, lo que provocó que entrecierre los ojos, debido al sol que los iluminaba directamente.

Virgo se alejó unos pasos al darse cuenta que la hoja del arma blanca estaba a unos pocos centímetros de su cara.

-No me distraigas, niña -añadió entre dientes.- Pero para satisfacer tu intriga... -se lamió los labios, acercándose más a ella, esta vez alejando el arma.

Se inclinó en el oído de la chica, quién traía una cara de confusión extrema.

-Estoy matando caminantes... -susurró Acuario.- ¿Eso contesta tu pregunta? -preguntó retirándose lentamente, mirando a su amiga con duda.

Virgo la miró mejor, y se dio cuenta de que sus ojos estaban inyectados en sangre.

Ya lo había entendido todo.

-¿Estas drogada, Acuario? -preguntó nuevamente la rubia, tratando de no acercarse demasiado.

-¡No! ¡Cállate! -le gritó en un susurro.- ¡Caminantes! ¡Niña, ve a la casa! ¡Dile a Rick que yo te he enviado! -habló, girándose devuelta y posicionando su arma en alto.

Su vista estaba fijada en el asfalto de enfrente.

Los que se acercaban eran Leo, Géminis y Piscis, quienes habían ido a comprar unas cosas.

-¡Malditos mugrosos! ¡Van a morir de una vez! -gritó para luego salir corriendo hacia ellos.

Los tres chicos abrieron los ojos como plato. Soltaron las bolsas de las compras y se echaron a correr.

Virgo, quién seguía admirando la escena anonadada, no entendía de dónde Acuario había sacado una katana. Y tampoco podía creer la capacidad mental de ésta misma para alucinar con un apocalipsis zombie.

(...)

-¡Escorpio! ¡Deja esas píldoras! -le gritó Cáncer.

Él gruñó en respuesta al ver que la, ahora nuevamente, rubia le había quitado el frasco de las manos.

-¿No te das cuenta de lo malo que es esto? -añadió sentándose a su lado en la cama de ella.- Estas mal gastando tu vida con estas porquerías -murmuró, agitando el frasquito naranja en frente de los ojos de él.

-Déjame en paz, Cáncer -habló entre dientes.

Estaba cansado de la actitud ella. Odiaba que ande advirtiéndole de cosas que él ya sabía. Odiaba lo traten como niño, como a un idiota que no tiene idea de lo peligroso que son las cosas. Pero él no era así.

-No, Escorpio -lo miró fijamente.- Lo único que logras es lastimarte... -murmuró aún con el tubo en sus manos.

Extendió la mano para tratar de arrebatárselo. Pero ella decidió tirarlo por la ventana.

A él le hirvió la sangre y su vena estaba por explotar, ya había llegado a su límite.

-¡Tú no me controlas, Cáncer! -le gritó enfrentándola.- ¡No eres mi madre, maldita sea! ¡Ni siquiera somos pareja para que te comportes así! -su cara estaba roja de furia.- ¡Y a éste punto creo que no llegaremos a nada! -gruñó.

Con sus últimas palabras, Escorpio se marchó de la habitación de la rubia, dejándola con la boca entre-abierta y ojos llorosos. Pero ella no iba a dejar que un idiota que no tiene las ideas acomodadas la arruine. Ella era mejor que eso.

CLICHÉ ZODIACAL ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora