15 - Heaven.

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El corazón de Jongdae se despertó de buen humor, incluso si su cuerpo solo había dormido un par de horas. El invierno acababa y se acercaba la primavera, tiempo para que su jardín se viera mejor que nunca. Pétalos de todos los colores y texturas, todos extendiéndose por la cerca blanca.

Con un ánimo inquebrantable, ese día se preparó el desayuno cantando, con esa voz suya que rivalizaba con cualquier profesional y tanta gente decía debió haber aprovechado mejor. Pero bueno, al trigueño le gustaba enseñar y no se quejaba de su vida actual tampoco, menos cuando ese día saldría con Minseok a cenar.

Debía ponerse guapo, por supuesto. Dudaba competir con la belleza de su vecino mas debía estar decente. Con una taza de té en la mano revisó su guardarropa, sintiéndose el o la típica protagonista de película occidental que elige entre varios trajes, bailando con la indecisión. Y ahora que hacía referencia al baile ¿no sería lo mejor invitar al mayor a una pista? Negó de inmediato, él no tenía vida moviendo los pies al ritmo de la música aunque mucho le gustaba crearla.

Salió a la sala, se asomó por la ventana aún con su taza en la mano, y notó que desde la otra cerca, desde la otra ventana, Minseok se fijaba en él con una escoba en la mano. Seguramente estaba limpiando.

Jongdae pestañeó y entonces se dio cuenta. Quería saltar por ese marco y sonreírle a Minseok mientras se metía a la casa por su ventana. Quería sostener su mano y prepararle café, quería que este frunciera sus cejas de esa manera en que lo hacía y luego que mostrara sus tan extraños, pero muy bonitos, dientes.

Estaba enamorándose de su vecino. Ya no era solo gustar.

Por eso mismo tragó saliva, y algo de nervio recorrió su pecho y avisó a su cabeza. Nada bueno salió de la última vez que sintió algo parecido.

Pasó un minuto completo, ellos seguían viéndose y entonces el mayor levantó su mano, torpe por alguna razón, para saludarle y dedicarle una igual de torpe sonrisa.

—¡Nos vemos hoy en la noche! —le dijo desde su ventana.

Y con aquellos gestos y palabras, todas las dudas de Jongdae volaron muy lejos hasta desaparecer. Quería conocer a Minseok y enamorarse de él. ¿Qué era la vida sin algo de riesgo? Nada, el riesgo era lo que te hacía vivir, y todo lo bueno de la vida exigía un poco de peligro o consecuencias no tan agradables.

—¡Por supuesto! No te vayas a poner demasiado galán, podrías opacarme entonces —pareció bromear, aunque lo de hermoso era totalmente en serio.

El día transcurrió con Jongdae aguantándose las ganas de ir a visitar a Minseok, porque no quería mostrarse como un impaciente, y cuando al fin fue la hora, él ya se encontraba listo y presentable. Se había acomodado el cabello de lado con ayuda del gel y había limpiado con esmero sus zapatos. Procuraba pasar una buena noche.

Al salir, Minseok ya estaba esperándole, como siempre observando las bonitas flores del jardín que regresaba a la vida. Con su respectiva distancia pues no quería ir moqueando en la salida.

—¿Preparado? —interrogó Jongdae.

—Más que eso. —le respondió Minseok.

El primero le ofreció su brazo al segundo, no obstante este se lo negó confundido. No era como si necesitaran andar pegados cuando apenas estaban intentando probar si había química entre ellos.

—Pero hyung ¿no lo sientes? Tú eres profesor de instituto —le miró de reojo, de arriba abajo—. La química se nos nota de aquí a Mercurio y eso no lo puedes negar.

—¿Por qué Mercurio? —lo evitó Minseok, quien caminaba a su lado un tanto más casual.

—Ni idea hyung, a veces solo improviso. Mercurio suena exagerado. —y ambos rieron.

Mi jardín favorito ‹ chenminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora