27 - Una charla con el mocoso.

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Sus pasos eran firmes, y si lo pudiéramos decir, equilibrados. Minseok tenía un rostro bastante expresivo; las líneas de su cara fácilmente cambiaban así él prefiriera mantenerlas calmadas, de vez en cuando agregándoles un ceño fruncido con sus gruesas cejas.

Esa tarde nadie habría podido identificar si estaba molesto, decepcionado o simplemente reflexivo. La expresión en su rostro era extraña, mientras subía las escaleras de aquel edificio de tonos marrones que de colmo, tenía dañado el ascensor. Hace unos dos días que habían arruinado su jardín favorito, y aunque llamó a Luhan varias veces, este nunca le respondió.

Las cosas entre Jongdae y él estaban algo tensas, y no precisamente por culpa del menor. Pasaba que Minseok se sentía culpable, y le bastaba recordar la cara y voz enseriada de su novio para reiterarse si entablar una relación con este fue lo correcto. Porque sí, adoraba a Jongdae, pero quizás él, Minseok, podía ser algo problemático (además del hecho de tener que lidiar con Luhan), y se le había olvidado el detalle de que cualquier problema lo ponía sobrealerta en el tema de las parejas. Después de todo, en un pasado terminó con las pocas que tuvo por el primer problema serio que apareció.

"Y pensar que nos estaba yendo a la perfección...".

Estaba analizándolo demasiado. Se hallaba a sí mismo un año después, solo y con su vista fuera de la ventana, hacia el cielo azul volviéndose gris. Y resopló; le dolía un poco ser tan negativo, pero, él había decidido arriesgarse a tener de nuevo una relación, dado estaba enamorado. Estaba enamorado de Jongdae con total seguridad y, eso mismo, hacía que la soledad le diera miedo.

Y él odiaba tener miedo.

Recordaba: "Las cosas no se dan si no te esfuerzas, Minseok. Como humanos, a veces nos acobardamos de fallar, es cierto; pero dime ¿de verdad crees que alguien pueda ser valiente sin temer antes? Por eso uno se esfuerza, en acabar con los temores, en levantar la cabeza y en seguir caminando..." aquel fue el mejor discurso que pudo haberle dedicado su padre cuando era un infante. Minseok terminó aplicándola cada que podía, desde su época de fracaso en bachillerato hasta que se sintió exitoso por ser el primero de su promoción en la universidad.

Y ahí estaba, esforzándose, porque quería hacerlo. Incluso si su noviazgo con Jongdae podía terminar en cualquier momento, porque así eran todas las cosas.

Los nudillos de su mano tocaron fuerte contra la puerta del departamento de Luhan. Tenía que hablar con él, hacer que como mínimo, se disculpara, que diera la cara. Él era muy metódico con estas cosas, más a sabiendas de que Jongdae siempre había cuidado con tanto esmero su jardín.

Luhan abrió la puerta a los segundos, mas al comprobar se trataba de él, abrió los ojos con sorpresa e intentó cerrarle la puerta en la cara. Fue demasiado tarde, Minseok ya había interpuesto su pie, y la puerta no cerraba a pesar del fatídico esfuerzo del veinteañero.

—¿Por qué me has estado evitando? —interrogó para tomar la puerta con una de sus manos y abrirse paso. La escena fue hasta cómica cuando Luhan se halló invadido y retrocedió hasta salir corriendo, como un niño que sabía había hecho algo malo.

—¡Fuera de aquí, Seok! —le gritó, aunque el ruido que continuó su exclamación fue la entrada a su habitación.

Minseok resopló, cerró la puerta del lugar y se dirigió de nuevo hasta otra puerta, esta vez pintada de blanco.

—Sé que fuiste tú, Lu Han —dejó sus manos sobre su cadera, esperando a que le abrieran—. Ni siquiera te has molestado en disimular ¿Crees que así puedo defenderte?

—Como si quisieras defenderme.

—Aish, Han, estás muy grande para este show. Abre la puerta y habla conmigo, de hombre a hombre.

—¡Jo! ¡De hombre a hombre! —repitió el chino desde el interior. Se había sentado en su cama, y no hacía más que sacudir su pierna por un tic nervioso contra el suelo. Estaba molesto—. ¿Desde cuando soy un hombre para ti? Me tratas como si fuera un mocoso.

—¿Por qué será? —volteó los ojos— Estás actuando como un mocoso.

Luhan suspiró.

—Sí, le destrocé el jardín a ese pendejo —por fin declaró, con la molestia denotándose en su voz—. ¿Y qué? ¿Ahora quieres venir a regañarme? Que me enfrente él, si es tan hombre como para gustarte.

—Tenemos que hablar, Han —volvió a pedir.

Esperó un minuto, dos, tres, escuchando al otro ir de aquí para allá en la habitación, y después de su momento de meditación, Luhan le abrió con cara de perro arrepentido.

—Lo lamento...

—A mí no es a quien debes decírselo.

El muchacho inclinó una ceja, incrédulo.

—¿Es que acaso esperas que me disculpe con él? —intentó cerrar la puerta de nuevo, mas Minseok volvió a superarlo, repitiendo el mismo proceso hasta que quedaron frente a frente, dentro de la habitación del menor.

—Nunca vamos a ser pareja, Luhan —setenció, yendo directo al punto, rechazando a quien fue su protegido sin ni siquiera saludarlo antes—. Hagas lo que hagas, siempre vas a ser mi mocoso —los ojos del nombrado empezaron a gotear, y él, suspiró cansado. Sacó un pañuelo de esos que siempre llevaba en el bolsillo y se lo ofreció, para nada, pues Luhan lo rechazó en el acto—. Escúchame. No lo malentiendas. Podrás ser un hombre, podrás ser más alto que yo e incluso tener hijos algún día, Lu Han. Aceptaré todo eso; no obstante, al final, siempre te veré como un muchacho amigo mío, ese chico animado que es como mi familia. Que es como mi primo...

—Como tu hermano... —completó su interlocutor, y sus hombros se rindieron; su ceño, sus brazos, inclusive su espíritu.

No dolía como se lo había esperado, puede que porque ya se había esperado, más bien, que Minseok le dejara las cosas claras. Pero seguía doliendo así fuera poco, considerando el tiempo y el empeño que malgastó. Cualquiera concluiría que a veces, en ocasiones parecidas, el esfuerzo no servía de nada. Y no por eso había que tener miedo, tampoco. Aceptar el fracaso era lo fundamental para comenzar a superarlo.

A Luhan nunca lo iban a amar de vuelta. Debía aceptarlo.

Se acercó de a poco al cuerpo del mayor, con algo de cuidado por si intentaba golpearlo —conocía de sobra la actitud rústica de su hyung—, y entonces, este contrariamente, le sonrió a lo familiar, abrazándolo.

—Si Jongdae me termina por esto, te patearé el culo. Mas, ahora, puedes abrazarme. ¿Cuánto llevábamos sin hacerlo?

Luhan se restregó como nunca contra su hombro.








Mi jardín favorito ‹ chenminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora