2 - Flores bonitas.

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De alguna forma se había convertido en una costumbre. Todos los días, después del trabajo, Minseok se detenía en la acera unos dos minutos observando las flores de su vecino. Las veía a unos metros de distancia, porque aunque lo lamentaba era alérgico y no soportaba andar con los mocos guindando luego.

Siempre efectuaba aquello cuando nadie le miraba, o por lo menos eso creía hasta que el dueño del jardín lo aturdió con un grito.

—¡Vecinoooooo! ¡¿Le gustan mis flores?! —el más bajo volteó hacia los lados, cerciorándose de que nadie hubiera visto o escuchado la pena que estaba pasando.

—¿Siempre estás en las ventanas? —su voz jugó con un tono amargo, como si intentara ser chocante. Quien le visualizaba a lo lejos ya estaba acostumbrado a ese trato, y a decir verdad, consideraba que el admirador de su patio sufría un fuerte tsunderismo.

—No, solo me asomo cuando te veo a ti.

—Qué importancia la que me das, eh. Además —Jongdae levantó un dedo mientras el otro hablaba.

—"No me tutees, llámame hyung" —y completó la frase, con las mismas palabras que el hombre dos años mayor que él siempre le soltaba. —Sé que eres mayor, pero a veces se me olvida.

—¿Te estás burlando de mí?

Jongdae negó con las manos, con algo de gracia incluso, ya que el otro amenazaba a metros de distancia, como si hubiera un campo protector que lo rodeara.

—No, no se trata de eso, tranquilo. Solo me gusta tener confianza con los vecinos.

El otro chasqueó la lengua, haciéndose el normal en cuanto Oh Sehun, un estudiante universitario, le pasó por el lado, mirándoles fijamente porque en realidad venía escuchando la discusión de hace rato. Fingió demencia, avanzando hasta entrar en el anexo donde vivía como si no fuera consciente de nada.

Ellos dos lo notaron ir, no diciendo nada hasta que el muchacho se encerró donde vivía.

—En fin. ¿Qué decía?

—Que le gustan mis flores.

—Ajá, sí, me gustan. Son bonitas. —le iba a dejar ganar, nada más porque ya era muy obvio. Resopló y con una de sus manos sostuvo su cintura con pereza. —Debes tener muy poco qué hacer para dedicarte tanto a ellas.

—Puede que sí, puede que no. —el trigueño sostuvo su quijada con su puño, con su codo pisando el marco de la ventana.

Tuvo ganas de invitar a su vecino a tomar el té, pero este seguramente le rechazaría, ni siquiera le daría tiempo de hecho, porque para cuando lo notó, este se despidió con la mano y se marchó hasta su casa, justo a la de su derecha.

Sin embargo Minseok volteó a mirarlo, lo que le tomó por sorpresa y es que a ambos los tomó encontrar sus miradas así.

—Espero que... tengas una buena tarde.

—Gracias e igual, vecino. —volvió a sonreír cálidamente, el que parecía un gato contento.

De alguna forma el citadino empezaba a adaptarse al pueblo y a la gente de este también, en especial a él, a Jongdae.

Mi jardín favorito ‹ chenminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora