Me senté en las escaleras que estaban despues de la puerta de la clínica de salud mental en Nuevo México, el que se convirtió en mi hogar.
Supuse que tardarían mis padre en llegar, 8 años atrás se habían mudado a los Ángeles. Me emocionaba conocer ahí, la nueva casa y la nueva vida que ahora tenían mi familia, la que pudieron construir sin mí... Esos pensamientos me mataban, pensar que ellos decidieron seguir sin mi, pero bueno, no podían quedarse estancados solo por que su hija de 6 años, asesinó a alguien, y ahora estaba internada en un psiquiátrico. Pero a pesar de ello, también deseaba ir a mi antiguo hogar, ir a mi habitación y respirar la comodidad de lo que siempre fue mi refugio ante el mundo.
Pasaron al rededor de 30 minutos, y vi un auto color plata aparcarse en frente del edificio, eran ellos.
Mamá bajó casi corriendo del auto, corrió hacia mí, quien también planeaba correr, pero no pude hacer algo mas que verla acercase sin expresar algo en mi rostro.-Mi amor, bebe, hola, hola, ¿como estás? ¿Estás bien? ¿Te han tratado bien? ¡!Dime!!-Mamá hablo de corrido, como esperado así obtener una respuesta igual de rápida. Me abrazó fuertemente, podía olerla, sentir su aroma a madre, olor que muchas veces soñé cuando era pequeña y estaba en mi habitación, aislada de todos, por ser "peligrosa".
-Mamá, tranquila, estoy bien, un poco cansada, pero estoy bien.-
Acaricié su rostro mientras sonreía. Atrás de ella, ya estaba papá, con los brazos entendidos, di un paso y le abracé, con todas mis fuerzas, con todo lo que había dentro de mí.
-Te he extrañado princesa- Me dijo.
Era hora de irme, voltee a ver a el doctor Oliver, quien me observaba desde la puerta y sonreía, saco su mano de la bolsa de la bata y la agitó de un lado a otro, despidiéndose, indudablemente lo extrañaría estas semanas.
Subimos al auto, después de un emotivo abrazo familiar.
Me puse los audífonos y traté de acomodarme en el asiento.
Comencé a sentirme en confort.
En algún momento me quede dormida en medio de Truce, una de mis canciones favoritas.
Desperté, estaba ya oscuro, mi padre aparcaba frente a una casa enorme y hermosa.
-Es... Es... -Tartamudee.
-Si, cariño, aquí es.-Dijo mi padre, sonriendo orgullosamente.
-Wow, papá esto... Es enorme- Dije sonriendo como boba.
Bajé del auto y espere a que ellos lo hicieran. Mi padre me ayudo a sacar del maletero mi equipaje.
Estaba nerviosa, ¿por que lo estaría si vería a mi familia?.
Mi madre abrió la puerta, todo era hermoso, era la mayoría cosas de madera, era elegante y rustico a la vez, me dirigieron a lo que era el comedor, y ahí estaban ellos, mis hermanos.
Robert, él era el mayor, era de estatura media, ojos color miel y piel demasiado blanca, igual que mi madre, despues estaba Eddy, el era el de en medio, su carismática sonrisa lo hacia siempre ver lindo, ya eran grandes, la ultima vez que los vi, discutíamos por quien comería cereal en el plato grande. Me abrazaron en cuanto me vieron entrar. Había un pequeño pastel en la mesa, que tenía escrito mi nombre con un betún de color azul. Esa noche pude recordar lo que era vivir en familia, esa noche fue la mejor de mi vida.Ya mas tarde, me ubicaron en donde sería mi habitación, todas mis cosas estaban ahí. Acomodadas exactamente igual, como mi antigua habitación.
Me recosté en la cama, me sentía genial, sentía felicidad, lo que muy pocas veces pude sentir en mi vida.
-¿Cariño?- Mamá entraba a la habitación. -Mañana iré a trabajar, recuerdo que amabas acompañarme, ¿quieres ir conmigo?
Mis ojos se llenaron de emoción.
-Si, si, si, claro que sí. Mañana estaré lista a primera hora.
-Esta bien- Me dijo mamá, mientras sonreía. Se acercó y besó mi frente, y salió de la habitación.
Estaba ya en casa.Esa noche, extrañamente no tuve esa pesadilla, pesadilla que habia estado teniendo los últimos 15 años, donde veía a Katya, sufriendo, culpándome con su mirada, echandome en cara aquel enorme error que cometí, el peor de mi vida. Dormí tranquila.