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"Ayer no tuvimos laboratorio, pero te volví a ver por los pasillos. Estabas triste. ¿Te pasaba algo? Ni siquiera me miraste. Andabas cabizbajo y distraído. Bueno, me tengo que ir. Nos toca clase de laboratorio. Te veo allí, Jace".

(...)

Tocó el timbre para anunciar el principio de la clase. Una chica castaña se dirigió a clase de laboratorio y se sentó donde siempre lo hacía. El rubio no tardó en llegar. Hoy, la castaña se dio cuenta de que el rubio no lucía esa sonrisa que tanto le encantaba. Le preocupaba verlo así. Le preocupaba de verdad.
El chico rubio se volvió a sentar al lado de la castaña, como la otra vez. La castaña lo observaba atentamente mientras él solo miraba hacia la mesa, pensativo y cabizbajo.

—Eh... Hola, Jace. ¿Qué tal estás?

—Mal.

—¿Por qué? ¿Qué te pasa?

—Que no entiendo nada.

—Explícate.

—¡No me la puedo sacar de la cabeza! No... no sé que me pasa. Es... algo raro.

—Lo siento, Jace. Pero sigo sin entenderte.

—Últimamente hablo mucho con una chica desconocida no tan... desconocida. Ella sabe quién soy yo, pero yo no sé quién es ella. Y no me lo quiere decir. Sé que parece una tontería, pero para mí no lo es. Me he pasado días, horas, minutos y segundos pensando en ella. Necesito saber quién es. No me la puedo quitar de la cabeza... Y no tengo ni la más mínima idea de qué hacer. Lo he intentado todo, pero justo cuando parece que estoy al borde de descubrirla, todo vuelve atrás. Es como si ella no quisiera que la conociese.

La castaña se estremeció. Sabía perfectamente quién era la chica de la que le estaba hablando el rubio. Era ella. Sí, Jane Katheryn Reynolds.

—¿Y sabes algo de ella? —preguntó la castaña.

—¿Conoces a alguna chica que se llame Jane de esta clase? Que no sea ni esa pelirroja ni esa rubia con mechas —dijo el rubio señalándolas.

—Pues... —la castaña dudó si decírselo de una vez por todas. Ya que no le gustaba nada ver a su amigo así. Quería que volviese a sonreír, que volviera a lucir aquella perfecta sonrisa que hipnotizaba a cualquiera. Que volviera a verse ese brillo en sus ojos que tanto le gustaban. Quería que volviera a ser Jace.

Pero no podía decirle la verdad. No ahora. No de ese modo, así sin más.
Pero tampoco podía dejar al pobre Jace totalmente abrumado y confundido. Tenía que darle alguna pista sobre Jane. Pero, ¿cuál?

—Sí, conozco a una chica llamada Jane —afirmó la castaña sonriente.

—¿En serio? ¿Quién? —El rubio volvía a sonreír. Jane había logrado llenarle de esperanza, aunque no le podría decir quién era ella de verdad.

—Es... amiga mía. ¿Sabes? Es irónico, la verdad.

—¿El qué es irónico?

—¿Te preocupas por ella, cierto? —el chico asintió—. Para que lo sepas, ella también se preocupa por ti.

—¿Te... habló de mí?

—Sí, me dijo que cuando llegara el momento adecuado te revelaría su identidad, pero de momento prefiere mantener las cosas así. También me dijo que puedes llegar a ser un poco cabezota a veces, pero por otra parte eres amable y divertido.

—¿Tú tampoco me vas a decir quién es? ¿Por qué hoy todos están contra mí?

—No te lo diré. No puedo traicionarla. Ella te lo dirá cuando se sienta preparada.

—Está bien, supongo... Oye, ¿podrías decirle una cosa de mi parte?

—Claro.

—Dile que Jace Wilson no descansará hasta encontrarla. Nunca me rendiré. Sé que algún día la encontraré al fin. Siempre la encontraré.

El rubio de InternetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora