El rubio de Internet

39

Con paso lento, Jace y Jane se dirigen al otro lado de uno de los pasillos, donde, al lado de las taquillas se encuentra un pequeño banco donde pueden charlar tranquilamente sin que nadie los moleste.

—Vaya día, ¿eh? —Comienza Jace.

—Y que lo digas...

Los dos se quedan en silencio durante varios minutos, hasta que Jane decide preguntarle a Jace sobre un tema que antes había mencionado John. Sabe que tal vez no es el mejor momento, pero siente curiosidad. Agacha la cabeza, suspira y mira al chico rubio.

—Jace, ya sé que tal vez este no es el mejor momento de todos, pero quería preguntarte algo.

—Me temo que sé a lo que te refieres...

Vuelve a suspirar, cierra los ojos y dice:

—¿A qué se refería John con salvar a la persona más importante de tu vida?

—Jane, quiero ser sincero contigo, en serio. Yo he averiguado tu secreto y has tenido el valor para contarme lo que sentías, y aún así te llamabas cobarde... El único cobarde aquí soy yo, Jane. Porque también tengo secretos que no te he contado, y debería haber confiado en ti. Eso sí, si quieres oír la historia completa, te aseguro que es larga.

—Tengo tiempo, créeme.

—Está bien... Hace bastantes años, cuando aún era un crío, conocí a una chica. Se convirtió en mi mejor amiga, aunque ambos sabíamos que había algo más, o por lo menos eso pensaba yo.
»La amaba, Jane. De una forma en la que no he amado a nadie en mi vida. Ella era especial para mí. Pero, el año pasado, un día que estábamos en la plaza principal de la ciudad, donde casualmente nos despedimos nosotros el otro día en nuestra "cita", ocurrió algo terrible: Justo cuando nos íbamos a despedir, ella cruzó la carretera cuando el semáforo aún estaba en rojo. En ese momento, estaba apunto de pasar una moto... Y ocurrió que... que... —En ese momento Jace hace una pausa. Intenta contener las lágrimas, pero es imposible—. Yo intenté salvarla, Jane. ¡De verdad que lo intenté...! Pero no lo conseguí... Y la perdí, perdí a la persona más importante de mi vida. Fue ahí cuando me encerré en mí mismo. Dejé de hablar, y de confiar en las personas. Incluso dejé de amar... Hasta que apareciste tú, Jane. Tú me enseñaste a amar de nuevo y me hiciste olvidar aquel trágico incidente.
»Aún me sigo echando la culpa de lo que ocurrió. ¡Si tan solo hubiera corrido un poco más rápido...! ¡La habría salvado, lo sé! Y ella seguiría aquí... Ella no estaría...

Jane se le queda mirando, estupefacta. Jamás habría podido imaginar que Jace había pasado por algo así. Puede percibir perfectamente el dolor que siente el rubio. Lo abraza fuertemente durante minutos. No sabía nada de lo que Jace le acababa de contar. Debía de haber sido el momento más trágico de la vida del joven rubio, pero Jane intentaría ayudarle en todo lo que pudiera. Estaría ahí para él, siempre que lo necesitara.

—Oh, Jace... Por eso estabas tan raro el otro día en la plaza... Debió de ser terrible para ti. Pero no tienes que echarte la culpa, hiciste lo que pudiste. Aunque no pudieras salvarla, al menos lo intentaste. Además, el otro día, cuando... esa misma historia casi se repite conmigo, me salvaste. Y lo conseguiste. Si hubiera pasado lo mismo que la vez anterior, ya no estaría aquí, contigo. Pero lo estoy. Gracias a ti, Jace. Y eso es lo importante. La otra chica también está contigo, aquí —dijo señalando su corazón—. Y estoy segura de que esté donde esté, tampoco te ha olvidado. Nunca olvides que está contigo, Jace. Nunca...

(...)

El tren que ha cogido se detiene en la estación de Atocha. En su última parada. Una chica que está en muletas se baja con cuidado del vehículo, con ayuda de su tía. Le da las gracias mientras que le ayuda a recoger sus maletas.
Al salir de Atocha respira el aire fresco de Madrid. ¡Cuánto lo había echado de menos...!
Igual que a sus amigos. ¡No puede creerse que esté aquí de nuevo! Está todo igual que antes, como si nunca se hubiera ido de la ciudad.