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—Quedamos en que no te lo diría hasta que averiguaras mi supuesto secreto.

—Pero es un reto, y si no te atreves... No hay Oreo.

—Pues dime otro reto.

—Está bien. Dime tu secreto.

—¿Es una broma?

Jace negó con la cabeza.

—Bueno, si no te atreves con ninguno de los dos, repito lo de antes: No hay Oreo.

—No me importa la Oreo.

—Vaya, pues el secreto sí que debe de ser fuerte.

—Ni te lo imaginas...

—¿En serio es para tanto? —preguntó Jace.

—Si te lo digo, no volverías a hablarme.

Si te dijera el mío tú tampoco volverías a hablarme, Reynolds.

Jace bajó la cabeza. Sabía perfectamente que si él le decía a la castaña su secreto ella tampoco volvería a hablarle. Y es que ambos tenían razón en algo: sus secretos sí que eran muy fuertes, y significaban muchísimo el uno para el otro.
Jace quería saber quién era Jane, pero si descubría que era la chica que tenía delante en ese mismo instante... ¿Cómo reaccionaría? ¿Se enfadaría con Jane por no contárselo, o lo entendería y seguirían siendo amigos? Por esa misma razón, por el miedo, Jane no se atrevía a decirle nada a Jace.
Y Jane, Jane quería conocer a su ídola, Jade. Pero si descubría el secreto que escondía el chico sobre ella... Jace prefería no contarle nada. Dejar las cosas así. Sin que nadie supiera nada. Quería olvidarse de una vez del pasado, pero esos recuerdos seguían estando ahí, y sabía de sobra que nunca se irían de su mente por mucho que quisiera.
Una lagrima resbaló por el rostro del chico sin apenas darse cuenta. Quería a Jade, la quería de verdad. Y sabía que nadie lograría sustituirla, nunca.

—¿Estás bien? —dijo la castaña tendiéndole un pañuelo al chico.

—Sí, sí. Solo me ha entrado algo en el ojo.

—Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.

Jace asintió. Acto seguido miró a la chica y le mostró una pequeña sonrisa.

—¿Sabes? Te pareces mucho a ella.

—¿A ella...? ¿A quién, Jace?

—Te pareces a Jade —murmuró.

—¿A quién? —preguntó la castaña, aunque sabía perfectamente que se refería a su ídola.

—Una amiga...

La chica sonrió y miró al chico fijamente a los ojos.

—Aún sigue siendo tu turno —le recuerda.

El chico sonríe. Sabe perfectamente el reto que le va a imponer ahora.

—Atrévete... a besar a alguien de la clase.

La chica no se lo pensó dos veces. Se acercó al chico y lo besó en la mejilla, deteniendo así una de sus lágrimas que volvían a caer por su rostro.

—Me debes otra Oreo —dijo ella entre risas.

El chico volvió a mirar a la chica, esta vez durante más tiempo. Y se acercó cada vez más a ella a la vez que susurraba una sola palabra.

—Jade...

El rubio de InternetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora