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Corre desesperado hacia el servicio, donde había estado unos minutos antes. Abre la puerta y entra, cerrándola tras de sí. Se encuentra a Jace. Como imaginaba, este no se ha movido de allí. El rubio está de pie, con la espalda apoyada en la pared y la mirada fija en el suelo. A simple vista, parece algo más tranquilo. En cuando oye entrar a John, lo mira.

—¿Qué es lo que quieres ahora? —pregunta Jace, cansado de las tonterías del otro chico. Sin embargo, John ignora la pregunta. Pone sus manos sobre los hombros de Jace y lo mira con los ojos abiertos como platos.

—Por favor, dime que no es verdad y que estoy alucinando.

—¿De qué hablas? ¡Suéltame! —exclama el rubio. ¿Qué bicho le ha picado a John de repente?

—¡No te hagas el tonto! Sé que estás así por ella. —Entonces Jace empieza a comprender de qué (o mejor dicho, de quién) está hablando—. También la has visto, ¿verdad?

El chico rubio mira al suelo durante unos segundos, suspira y asiente con la cabeza. John suelta a Jace y se apoya en la pared, al lado del rubio, llevándose las manos a la cabeza.

—Es imposible.

—Al parecer no. O es posible, o nos hemos vuelto locos.

—Me parece más probable la segunda opción. —Jace ríe ante el comentario del joven.

—A mí también... —El rubio hace una pausa y, justo cuando John iba a retomar la palabra, añade—: La sigues amando, ¿verdad, John?

—Como el primer día. ¿Y tú?

Jace se queda callado unos minutos.

—Esa es una pregunta difícil de responder.

—¿Y qué vamos a hacer ahora, Wilson?

—No lo sé, John. No lo sé.

—Si no lo hubiera visto con mis propios ojos no podría creerlo...

—Ya somos dos —comenta el rubio.

Se quedan en silencio unos segundos. A John le resbala una lágrima por su rostro. Entonces cae otra más, después la siguiente, y así sucesivamente. Por más que se esfuerce en contener las lágrimas en ese instante, le resulta prácticamente imposible.
Pierde el control, esa paciencia y tranquilidad que tenía hace menos de diez minutos se desvanece por completo y, en un acto reflejo y sin pensárselo dos veces, abraza a Jace.
Comienza a llorar como nunca, sin reprimir una sola lágrima. El rubio, confundido, corresponde el abrazo. Sus lágrimas tampoco tardan mucho en salir. De un momento a otro dejan de lado los conflictos, sus diferencias, todo... Sin importarles nada ni nadie, los dos se abrazan con fuerza. Y para qué negarlo: ambos necesitaban ese abrazo. Sentirse comprendido por otra persona que sabe exactamente por lo que estás pasando en ese instante... Así se sentían ellos. Dos viejos amigos que necesitaban apoyarse mutuamente en uno de los momentos más difíciles de su vida...

—Jace, lo siento mucho... —solloza John.

—No tienes por qué disculparte...

Seguidamente, John se separa de Jace y cae al suelo, rendido.

—Claro que sí. Después de todo lo que os he hecho a Jane, a Jade y a ti... Soy un estúpido. Y a pesar de todo tú sigues aquí, a mi lado... —Hace una pausa y mira al rubio a los ojos—. No lo entiendo... ¿Por qué, Jace? ¿Por qué?

El rubio de InternetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora