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—Eli, ¿estás emocionada? —le pregunta Jenny cuando están de camino al instituto en su coche.

Si tiene que ser sincera con su tía, está totalmente agotada. No ha dormido nada esa noche. No ha parado de pensar en esa pesadilla, y ni siquiera es capaz de acordarse del nombre de aquel chico. Está realmente intrigada. Si ese chico apareció en su pesadilla, significa que lo conoce de algo. Pero, ¿de qué?
Mira por la ventana con intención de distraerse. Enseguida ve a muchos chicos y chicas hablando animadamente en la entrada del instituto. Casi todos están entrando ya para ir a sus respectivas clases.

—Bueno, pues ya hemos llegado. Vendré a recogerte después, ¿vale? —Eli asiente con la cabeza.

—Tía Jenn, ¿puedo hacerte una última pregunta? —dice tímidamente.

—Claro. Dime.

Eli saca de un bolsillo pequeño de su mochila una de las fotos que ayer encontró en la caja. Concretamente, la del baile de fin de curso de hace unos años. Se aclara la garganta y se la muestra a su tía.

—¿Reconoces a este chico?

Su tía observa la fotografía con suma atención.

—Mmm... Si no recuerdo mal, erais amigos hace un tiempo.

—¿Recuerdas su nombre?

—Sí no me falla la memoria, juraría que se llamaba Noah... ¿O era Mike...? Sí, definitivamente se llamaba Mike. ¿Por qué? —La joven se encoge de hombros.

—Curiosidad.

Eli sonríe, le da las gracias a su tía, recoge sus muletas y se baja del coche con cuidado. Seguidamente coge su mochila y se dirige a la entrada de su antiguo instituto.

—¡Hasta luego, cariño! ¡Que tengas un buen primer día! ¡Te quiero! —la chica vuelve a mirar hacia atrás y le dedica una última sonrisa. Su tía se despide con la mano y vuelve a centrar su mirada en la carretera. Arranca el coche y da media vuelta.

La chica al principio no sabe a dónde dirigirse. Se queda quieta, mirando hacia el instituto. Asustada, aterrada. Esas son exactamente las palabras que usaría para describir cómo se siente en ese mismo instante.
Nunca ha sido la nueva en un instituto. Aunque, técnicamente no es la nueva. Ella ya ha estado allí, solo que se machó un tiempo y ahora está ahí otra vez. Pero como hay personas de las que ni siquiera se acuerda y tampoco ellos se acuerdan de ella, es como si fuera la nueva de verdad.
Suspira, cierra los ojos y vuelve a suspirar. Acto seguido los abre y se dispone a entrar en el instituto ayudándose de sus muletas. Nada más ver el edificio, se da cuenta de que no le suena para nada. Absolutamente, como si nunca hubiera estado allí. Lo mismo pasa con aquellos pasillos que contempla en ese preciso momento. Todos le parecen exactamente iguales.
Varios minutos más tarde, seguía vagando por los pasillos. Aquel sitio era inmenso. Miró su muñeca, donde tenía su preciado reloj blanco que le había regalado su madre hace unos años, y supo que solo quedaba un minuto para que las clases empezaran, y ella aún no había encontrado ni secretearía.
Intentó preguntarle a las personas que pasaban por su lado, pero todos la ignoraban, como si no estuviera allí. Desilusionada, siguió andando sin dirección alguna, esperando encontrar el camino hacia secretaría, con ayuda de alguien o con un poco de suerte.

Segundos después escuchó unos pasos apresurados que venían hacia ella, también se escuchaban risas.

—¡No vayas tan deprisa, no puedo seguirte! —gritaba una voz femenina.

—¡Corre, no nos van a dejar entrar en la clase si no nos apresuramos! —gritó otra voz. Esta vez, una masculina.

Eli se giró y, antes de que pudiera verlos, el chico pasó por su lado a toda velocidad, recibiendo así, sin querer, un pequeño golpe en el hombro. Detrás le siguió la chica.

El rubio de InternetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora