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"¡Hola! :)"

"¿Qué quieres?"

"¿Tengo que tener una excusa para hablar contigo?"

"Siempre la tienes".

"No es cierto".

"Sí lo es".

"No, no lo es".

"Sí".

"No".

"Sí".

"No".

"No".

"Sí".

"Por fin lo afirmaste :)".

"Yo no he afirma... Espera, ¿qué?"

"Vale, tú ganas :(".

"Lo sabía. Siempre te gano en esto :)".

"No es verdad".

"Sí".

"No".

"No pienso seguirte el juego otra vez, Jace".

"Siempre tienes que estropearlo todo :(".

(...)

—¡Buenos días, compañera! —saludó el rubio.

La castaña solo mostró una sonrisa fingida.

—¿Qué tal estás?

Jane no respondió a la pregunta y miró a la rubia que no paraba de mirar a Jace. Era Jacqueline.

—Ahora vuelvo —dijo la castaña.

Se dirigió hacia una esquina de la clase, fingiendo coger unos libros de la estantería, pero en realidad aprovechó para mandar un mensaje por el móvil:

"¡Jace! ¿Sabes qué día es hoy?"

"Eh... ¿Tú cumpleaños?"

"No. Mi cumpleaños es dentro de tres meses, tonto".

"Oh, pues feliz no cumpleaños, Jane :)".

"Jace, esto es serio. ¿De verdad te olvidaste de qué día es?"

"¿Jueves?"

"Jueves fue ayer, genio".

"Ah. Pues hoy es viernes".

"Qué listo".

"¿Es que no tienes nada importante que hacer esta tarde?"

"Que yo sepa no. ¿Por qué?"

"¿Qué pasa? ¿Es que quieres invitarme a salir, linda? ;)"

"Eres insoportable..."

"Sí, un chico insoportable al que tú eres capaz de soportar porque te encanto ;)".

"No me dejes en visto D:".

"¿Hey? ¿Te desconectaste?"

(...)

La castaña volvió a su sitio, justo al lado de Jace. Entonces, Jacqueline se acercó a sus mesas.

—¡Jace! Hoy a las seis y media en el parque, ¿sí?

Jace no entendía lo que le decía Jaqueline. Pero en ese momento se le vino algo a la cabeza: Se había olvidado de su cita con Jacqueline. ¡Hoy era viernes! ¡El día en el que había quedado con ella! Y Jace se había olvidado de todo.

Bien por ti, Jace. Muy bien —se decía el rubio a sí mismo.

—Oh, sí, sí. Por supuesto.

—¡Genial! Pues nos vemos esta tarde. ¡Adiós! —dijo la chica emocionada. Entonces dirigió su mirada hacia Jane. La observó durante unos segundos y siguió su camino.

—Dios. Madre mía.

—¿Te ocurre algo, Jace? —disimuló.

—¡Se me había olvidado que hoy era viernes! Soy idiota.

—Por primera vez estamos de acuerdo en algo.

—Tenía una cita con esa chica y casi se me olvida. ¡Y no tengo nada preparado! ¿A dónde podría llevarla?

—Tú sabrás. Eres un experto en chicas, ¿no? Nadie se resiste a tus encantos, tú mismo lo dijiste.

—Ya, pero... Espera, ¿cómo sabes eso? Apenas me conoces.

—Eh... Me lo dijo Jane... —dijo la castaña inventando una excusa.

—¿Jane te habla de mí?

—Claro.

Al rubio se le dibujó una hermosa sonrisa en su rostro, y la castaña también sonrió.
Después de unos minutos el rubio volvió en sí.

—Bueno, ¿y si la llevo a comer a la pizzería de la calle de al lado? ¿Sería esa una buena opción?

—Luego dices que soy yo la que rompo los momentos bonitos —musitó la castaña entre dientes.

—Perdona, ¿dijiste algo?

—Eh... Sí, decía que no sería buena idea.

—¿Y entonces qué hago? ¡Ayúdame!

—Tampoco soy muy experta en estos temas...

—¿Y Jane?

—Creo que llamarla ahora tampoco es buena idea.

—Llamarla no, pero mandarle un mensaje sí.

—El profesor se dará cuenta, Jace.

—Cierto, muy cierto. ¿Qué puedo hacer? Piensa, Jace, piensa...

—¿Y si la llevas al cine?

—Esa es... ¡Una idea estupenda! ¡Gracias...! —En ese momento Jace iba a pronunciar el nombre de la castaña, hasta que se dio cuenta de que todavía no se lo había dicho.

—Oye, tendrás que decirme cómo quieres que te llame si no vas a decirme tu nombre. Podría llamarte por algún apodo o algo parecido. Pero, claramente no te voy a llamar "amiga de Jane".

—Pues... Tampoco estaría tan mal —comentó ella divertida.

—Hablo en serio. Al menos tu apellido.

—Reynolds.

—Pues encantado de conocerla, señorita Reynolds. Soy Jace.

—Encantada, Jace.

Ambos volvieron a esbozar una sonrisa de complicidad.

—¿Y qué película podría llevarla a ver?

—A mí no me mires. Ella decide. No soy yo la chica con la que vas a salir esta noche. Depende de ella, no de mí.

—Cierto. ¿Sabes, señorita Reynolds? Das buenos consejos.

—Lo sé —respondió ella convencida.

—Espera, corre. Llama a una ambulancia, ¿tienes fiebre? Creo que se te está pegando mi egocentrismo.

—¡Jace, para! Estoy bien —afirmó.

—Madre mía. Necesitas ayuda, ¿eh? Oh, cielos, estoy creando un monstruo.

—¡Jace!

Y lo siguiente que ocurrió fue que el pobre Jace sufrió un golpe del cuaderno de laboratorio de parte de Jane.

El rubio de InternetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora