El rubio contempla el paisaje que tiene frente a él. Sin lugar a dudas, sigue siendo igual de bonito como cuando lo contempló por primera vez, junto a Jade. Siempre le ha encantado estar en ese lugar, tranquilo, sin nadie que le moleste, respirando el aire fresco del lugar y oyendo el dulce canto de los pájaros. Es un buen lugar para relajarse. Cierra los ojos y suspira a la misma vez que una lágrima le resbala por el rostro. La echa de menos, demasiado. Y le duele tanto que no poder estar con ella...
—Ey, ¿por qué lloras? —Se da la vuelva sorprendido. Es ella.
—Qué gracia que lo preguntes —ríe. La chica se sienta a su lado y Jace retoma la palabra—. Tres semanas y cinco días tarde, aunque unas horas más temprano de lo habitual. ¿Por qué has tardado tanto, Jade?
—Lo siento. Tienes razón, he tardado demasiado.
—No te preocupes. Aquí el único que debe disculparse soy yo.
—No, Jace. Fue un accidente. No fue tu culpa.
—Un accidente que te arrebató lo más preciado que tenías... Y a mí también.
La chica lo mira, apenada. Jace vuelve a mirarla a los ojos.
—Jade, tengo miedo de olvidarte. No quiero olvidarte.
—No lo hagas, no tienes por qué.
—¿Y entonces qué hago? Te necesito, Jade. Te necesito a mi lado.
—No, no me necesitas. Tienes a otras personas que te quieren, Jace... Aunque esa no es razón para olvidarme si no quieres.
—Si tan solo pudiera abrazarte una vez más... —dice a la vez que se acerca.
—Pero no puedes. —Lo detiene ella.
El chico la mira con los ojos llorosos y apretando el labio para impedir que las lágrimas salgan.
—Te quiero, Jade —musita. A pesar de que casi no se ha oído, la chica sí logra escucharle. Ahora una lágrima de Jade desciende por su rostro.
—Ahora es tarde, Jace. Deberías habérmelo dicho cuando aún estaba viva..., cuando aún teníamos tiempo.
—Lo sé... Pero dijiste que teníamos todo el tiempo del mundo.
—Tal vez nuestro tiempo no fue infinito como creíamos...
Ambos miran al frente. Jace vuelve a abrir los ojos y mira a su derecha. Jade ha vuelto a marcharse sin avisarle. No le gusta nada cuando hace eso, ni siquiera puede despedirse de ella. Vuelve a suspirar, el rubio se levanta del banco y retoma su camino al instituto. Saca su móvil del bolsillo y mira la hora. Son las ocho y media, por lo tanto le quedan unos treinta o treinta y cinco minutos para llegar a tiempo. Recuerda que a primera hora tiene literatura, y como no hacen casi nada productivo en esa hora de clase, podría saltársela. Aunque, si lo piensa dos veces, ya le han puesto demasiadas faltas por saltarse las clases y, si sigue así, hasta podrían expulsarle. Debido a las consecuencias que supondría faltar a la primera hora, intentará no llegar tarde. También se acuerda de que a segunda hora tiene clase de laboratorio con Jane. Volverá a sentarse al lado de la castaña. Guarda una sorpresa para ella que le enseñará después, cuando estén en clase. Tiene muchas ganas de verla después de lo que ocurrió ayer. Y, a pesar de todo, espera que nada haya cambiado entre ellos.
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El rubio de Internet
Conto«Tengo miedo. Miedo de que conozcas la verdad. Miedo de que sepas quién soy realmente. Miedo de que decidas alejarte de mí. Miedo de que sepas mi historia. Miedo de que sepas que no solo soy ese chico rubio de Internet que conoces o crees conocer, y...