Cobriza lluvia nostálgica acunaba con brazos de madre, laurel y sangre aquella ciudad de agraciadas casas, sostenida a base de guerras, miedo y violencia. Ante aquella nada ¡Oh privilegiados habitantes que bajo cielo estrellado, no temían que sobre ellos lluvia de fuego los pusiera a dormir sobre cenizas ¡Oh niños de cuna de oro! Duermen en calma sobre lecho ajeno, con la dulce miel jugando en sus boquitas hartas de leche y ambrosia, manos inquietas llenas de pinturas, nacidos en cuna amorosa, niños deseados de una sociedad meramente capitalista. Aquella cobriza lluvia, que se ocultaba de ojos reflexivos, bailaban en sintonía melancólica entre luces aquellas agraciadas gotas de cristal ¿Qué hacían entonces, bajo ancestral cielo, perros del ejército marchando con el rostro frio de tan suave caricia otorgada por la madre tierra? El ruido de sus autos, de sus armas, de sus botas, convertía sin mucho esfuerzo aquella tranquila noche en una guerra. Llenaba por completo los tiernos oídos de un muchacho, aquellos ruidos precursores de una lluvia de fuego que ya bien conocía, ahora abandonado por el sueño como un niño que tras tener una pesadilla solo desea acurrucarse en brazos de su madre, yacía pálido y tembloroso, con los ojos de fuego fijos en la ventana de su habitación, pobremente iluminada. Observaba a un soldado, alguien como él, caminar de izquierda a derecha junto a su compañero, con los ojos fijos en el camino y silenciando sus voces con un aire hostil, como aquel perro que con mirada fiera mantenía a la plebe alejado de él, de aquella misma forma temor generaban en el ánimo del muchacho. ¿Y si una nueva Ishval se alzaba en su rebeldía? Troya ardería desde sus cimientos ¿Dónde estaban sus aladas naves? ¿Los caballos aún dormían dentro de sus corrales? ¡Oh Helena de Troya, mal habida noche en la que te escurriste dentro de los muros de aquella magnánima ciudad!
-Al...-atinó a murmurar suavemente con aquella voz de oro quebrada mientras se llevaba una mano al bolsillo. Aquella mirada se encontraba completamente inundada en lagrimas que por fuerza de voluntad más que nada, se mantenían en los márgenes de sus ojos, temiendo que si dejaba que tan solo una de ellas se deslizara por sus mejillas de cerámica, no podría detenerse nunca más y un ataque de llanto era lo que menos necesitaba en aquel nido de serpientes donde estaba acurrucado- Alphonse...- murmuró un poco más alto, mientras se tragaba el llanto como había hecho desde la muerte de su madre, no se merecía llorar tras haber manchado sus manos con tal pecado de intentar ser dios aquella noche junto a su pequeño hermano que convirtió en polvo antes de que siquiera hubiera dado su primer beso. Esa secuencia de pensamientos retornaron las lagrimas a sus ojos, como aquel niño que arrepentido tras una travesura mira el suelo sintiendo como su alma lentamente se corroía en la culpa- te necesito...- dijo con un hilo de voz antes de cubrirse el rostro con ambas manos, cayendo sin poder evitarlo de rodillas al suelo, recostando sobre la fría piedra su frente empapada de transpiración por las movidas pesadillas que le habían dado pie a aquel doloroso despertar que más temprano que tarde le pasaría la cuenta. El relámpago iluminó casi sin querer por completo la habitación, tintando de vagos colores todo a su alrededor, deslumbrando una cama armada que no había sido aún usada y otra desecha- por favor...- lloró mordiéndose con fuerza el labio, intentado calmar el dolor que le asfixiaba, que el quemaba el pecho de una manera tan física que ya no parecía un simple sentimiento luchando por salir de su corazón sino como si una flecha lo hubiera atravesado y aquel dolor podría ser justificado. Tosió con rudeza antes de golpear suavemente su frente contra el suelo una, dos, tres, diez, quince veces...- Al... Al... ya no soporto esto- lloró mientras se detenía de golpe, al sentir que una sustancia caliente se deslizaba lentamente por su nariz, el menor se sorbió la nariz antes de volver a toser. No podía creer que no solo debía quedarse lejos de la compañía de su hermano por más de dos meses, sino que ahora lidiaría con un resfriado que aparentaba joderle el maldito día. Alphonse por su parte, se encontraba a mitad de un viaje a visitar unos amigos, con la consigna de investigar una supuesta aparición de la piedra filosofal cercana a la tierra de Ishval, peligrosamente cerca de aquella tumba, Ed se hubiera unido a su hermano de no ser aquel estúpido decreto del Coronel Mustang, que le había prohibido expresamente a él abandonar las instalaciones, con la vaga escusa de que Cicatriz se encontraba dando vueltas por pueblos cercanos y que él era aún un niño, no podría protegerse solo de ningún ataque, poniendo en peligro no solo su vida sino la de su hermano. Por eso los separaron. Fue triste, ni siquiera pudo ir a despedirlo en la estación de trenes como en cualquier situación hubiera hecho, se culpaba tanto por incluso haber hecho una especie de berrinche, encerrándose en su habitación durante todo el día, sin acatar los llamado de los superiores y menos hacer sus labores comunes. Incluso eso no fue todo, intentó escaparse por las ventanas, hacer su propia puerta y desaparecer, pero le fue imposible poner un pie fuera del edificio. ¡Estaba tan casado de que lo tratasen como un niño pequeño! Ahora ya no lo era, el maldito reloj de alquimistas que descansaba sobre la mesa de luz era la prueba de su madurez, ahora era todo, un perro del ejército. Nuevamente se sorbió la nariz ¿Qué le pasaba? No podía perder su cordura tan rápido, eso no era nada, podía soportar mucho más... aquella noche se lo había demostrado claramente. Se pasó el antebrazo por la nariz de forma violenta, para limpiarse la nariz de una buena vez, pero sorprendido, notó como su pijama se tintaba de rojo por un línea en su antebrazo- genial... ahora me sangra la maldita nariz...- gruñó por lo bajo mientras apretaba sus fosas nasales para intentar detener la hemorragia nasal. A duras penas se puso de pie e inclinando suavemente su cabeza hacia atrás, comenzó a caminar en dirección al baño que para su desgracia, se encontraba terriblemente lejana a su habitación (otro castigo a su comportamiento infantil). Sus pequeños pies descalzos se deslizaban por el suelo de mármol, que incluso era capaz de reflejar su propio porte delicado, tembloroso y asustado, como el niño que huye del miedo a la cama de sus padres, de esa mima manera y con el pijama blanco manchado de pequeñas gotitas de sangre, se apresuró a ir al baño a detener la hemorragia. No quería que nadie lo viera así, con los ojos rojos por el llanto y el porte asustadizo como un cachorro en un día de tormenta, donde el cielo se desploma sobre su cabeza en una lluvia de luces, que atormenta sus oídos. El muchacho sin poder evitarlo comenzó a sentirse preso, acorralado, encerrado dentro de las estrechas paredes de aquel interminable pasillo lleno de puertas, pequeñas ventanas que parecían devorar cada exhalación de terror que se escapaba de esos pequeños pulmones. Sus ojos se llenaron de lágrimas de forma casi absurda cuando sus pies comenzaron a volar sobre el suelo de la rapidez con la que comenzó a correr, sin preocuparse de dejar caer pequeñas gotitas de sangre provenientes de su nariz. Los pasillos no terminaban nunca, siempre eran iguales, monótonos, con las mismas decoraciones, las mismas plantas, el mismo tapizado, las mismas cantidades de puertas, ahogó un quejido gutural antes de cerrar sus pequeños ojos intentando retener la cena dentro de su estómago, que se revolvía constantemente. No sabía dónde estaba, ese reciente cambio de habitación de manera de castigo lo había dejado sin su acostumbrada ubicación espacial, no recordaba haber visto ninguno de los cuadros que ahora se plantaban frente a él. Observó su mano derecha manchada de sangre y no pudo evitar traer el recuerdo de aquella noche que no debía olvidar, el aroma a la sangre impregnó su respiración para cuando quiso darse cuenta, carmesí arcoíris se pintó en el cuello de su pijama. Al parecer se había dado un buen golpe en la nariz mientras se estaba lamentando momentos antes, se reprendió por haber sido tan descuidado mientras escogía doblar por un pasillo sin atenerse a las consecuencias de ello.
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Etéreo
FanfictionUn macabro plan sin vuelta atrás da lugar a que el joven Edward Elric se convierta en algo que le trae pesadillas, en un niño de nuevo. Este accidente debe mantenerse oculto de todo el mundo por la magnitud del problema, por lo que Roy Mustang y Riz...