Capitulo seis

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Les recomiendo que escuchen la canción mientras leen, esto me ayudó a escribir el capitulo, así que espero que les guste tanto como a mí me gustó escribirlo y de paso les recomiendo este autor que, a decir verdad, es uno de los mejores que escuché en mi vida. Un beso y un abrazo, gracias pro bancarme siempre. Nos leemos después 

-Seleneomg- 

Sobre aquella ciudad, abandonada de la mano de alguna divinidad protectora, se cernía la pesadez de una madrugada fría y tormentosa. El viento, destructivo ser cuya alma es capaz de avivar el fuego y apagarlo a la vez, pasaba silbando por las ventanas de vidrio, empujando de un lado a otro a las hojas que con triste llanto fueron arrancadas de las ramas de un árbol, de esta forma dejaban en segundo plano a la borrasca infernal que con intensidad se desataba fuera, quizás tomada de algún texto del infierno de Dante, era claro ver como el infierno relatado en aquellas hojas antiguas se personificaba la tierra por aquellas horas donde ni un alma era capaz de salir de su comodidad para presenciar aquella tormenta que hacía temblar las copas de los árboles sin mucho esfuerzo. Aquel temporal era quizás un fiel mensajero de Morfeo, pidiendo a los mortales que durmieran tan solo un rato más en sus camas de majestuoso porte mientras él, imitando a un poeta, a un padre, a una madre o tal vez a un ave, les recitaría una oda al dulce sueño y haría pesados los parpados impidiéndoles hacer otra cosa que no sea sumirse en esa agradable sensación de sentirse querido, protegido y resguardado de las inmediaciones del tiempo. Lejos de estar sumido en ese espiral de pocas ganas de hacer las cosas, Roy, se encontraba despierto, con aquellos enormes ojos negros entrecerrados y la vista puesta en un sin sentido sobre aquel techo que se alzaba sobre su cabeza, como si quisiera atribuirle rasgos divinos a aquel objeto que fungía el papel de protector. Rodó aquellos ojos con brillante chispa al peño cuerpo que dormía acurrucado junto a su pecho, un poco más alejada pero de igual manera unida a él se encontraba Riza, aquella mujer de brillante cabellera e intelecto inigualable, que lo complementaba. Sus ojos sin querer vagaron por aquel cuerpo femenino que emanaba aquel aire de divina forma que sin ir más lejos, lo incitaba a quedarse cerca de ella todo el tiempo que pudiera, no veía una flor, no había algo en especifico que llamara su atención, era simplemente "ella". Le atraía esa mirada, aquella forma de caminar, aquel aire altanero con el cual se paseaba al lograr corregirle en algo, esa sonrisa burlona, aquel cabello que insistía en atar, aquellas manos delicadas que parecían volar cuando ella hablaba, esa forma de expresarse, las palabras que elegía cuidadosamente para evitarse problemas. Ella era arte, ella era ella y por eso no podía evitar alejarse así como así. Era algo divino, se sentía tan acompañado que el futuro oscuro que se cernía sobre sus ojos no le aterraba como hacía días atrás, era como si hubiese encontrado su cable a tierra en ese mismísimo momento, se dio un tiempo para respirar hondo y volver a divagar en su mente hasta que sus ojos volvieran a dar con el pequeño rubio que aún se mantenía en pacifico sueño bien ganado. Miró nuevamente aquellos labios finos que insistía en morder siempre que estuviera preocupado o lo estuvieran regañando, ocultos tras ellos unos dientes blancos que no temería enseñar en una sonrisa burlona siempre que se saliera con la suya, esas largas pestañas color oro que le hacía preguntarse cómo era que no se le enredaban cada vez que parpadeara, ojos de chispeante color que traían vida donde sea que mirase y bajo estos dos enormes ojeras que cubrían buena parte de su rostro. Pobre niño de oro, tan cansado estaba que poco le importaba estar acostado entre sus superiores, con aquellos finos brazos apoyados sobre el pecho de su enemigo jurado y su espalda recostada contra el pecho de aquella mujer de apariencia ruda, incluso cruel, nada más alejado de la realidad que esto.

Riza no tardó mucho más en despertar, al sentirse algo observada sus ojos también oscuros se entreabrieron sin mucha dificultad, encontrándose de lleno con aquellas mirada satisfecha de aquel hombre que lo acompañaba en el lecho como dorado mensajero de una aparente paz venidera, ella esbozó una pequeña sonrisa que se ensanchó un poco más al verse reflejada en aquella mirada masculina.

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