Capitulo trece

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El niño de rubia cabellera se encontraba tumbado en el sillón de cuero de aquel auto helado por el frío, que fuera de ese lugar sometía a las copas de los escasos arboles que allí habían, a una borrasca infernal, que desde su seguridad casi inocentemente infantil, servía de canción de cuna al tanto mantenía uno de sus dedos dentro de su boca de manera casi curiosa, perdido en el desenfreno de saberse inclinado en esa posición de indefensión casi descabellada para los tiempos que corrían en esos momentos. Riza estaba recostada contra la puerta del auto mientras hablaba con Roy, no parecía ser nada importante para el menor pues no estaba poniendo atención en lo absoluto, pero para Hughes si lo era, quizás se trataba de simple papeleo, de un nuevo avistamiento de Cicatriz o la muerte repentina de otro alquimista estatal. Giró la cabeza usando su brazo de acero como una especie de almohada que no cumplía sus propósitos por completo, era demasiado duro para reconfortarlo de alguna manera, pero le servía para mantener sus pensamientos enfocados en no dormirse, claramente no era un bebé que se pondría irritable si se pasaba de la hora de dormir, pero realmente estaba incómodo. Se quería sacar los zapatos, la campera ya era incómoda pasador el rato y el ruido de los autos pasando le estaba molestando en los oídos, las luces le cegaban de manera pesada. Negó suavemente con la cabeza antes de dejar escapar un quejido suave, mordiéndose los labios al cubrir su rostro con una de sus manos. Estaba tan molesto que quería arrojar sus zapatillas por la ventana y tumbarse a llorar como un maldito bebé, boca arriba mientras lidiaba por darse vuelta. Se sentó de golpe, aquello lo estaba molestando, el sillón era incómodo, le chorreaba la nariz, quería dormir y lo quería hacer en ese preciso momento. Se apresuró a tomar los cordones de su zapatilla entre sus manos, jalando de este intentando desatarlo pero solo consiguió que se ajustara más perdiendo ese adorable moño que Roy le había hecho hacía un par de horas. Deslizó su mano por la puerta intentado abrirla, pero se encontraba cerrada y no comprendía cómo podía liberar el cerrojo con esas manos tan pequeñas que tenía. No había nada más que hacer dentro de ese pequeño y casi asfixiante lugar, pero reconocía haber sido una molestia increíble todo el jodido día, lo menos que podía hacer para remendar todos sus comportamientos fuera de lugar, era tumbarse a dormir un rato y dejar de hacer ruido. Estaba avergonzado de cómo había sabido llevar su condición forzada todo el día, como si realmente fuera la culpa de los dos adultos que se desvivían por colmarlo de gracia y cumplir cada uno de sus extravagantes berrinches de niño pequeño, malcriado. Se estaba comportando como un verdadero cretino, así lo sentía en el fondo de su corazón, pero no podía evitarlo, sentía que iba a explotar si se quedaba quieto tan solo un momento, aquella irrealidad que lo envolvía y hacía pasar el tiempo tan lento sobre sus hombros como una tormenta de nieve. Los miedos infundados, la necesidad de atención llamando a su puerta cada vez más y logrando que realmente se sintiese mal consigo mismo cada vez que la atención se le era llamada, no estaba en la rectitud de su mente socarrona, se estaba convirtiendo tan gradualmente en un bebé que le aterraba que llegara el momento en el cual no pudiera dirigir sus propias acciones como era correcto. Su corazón comenzó a latir dentro de sus oídos, como un tamborileo constante en su cabeza que le hacía desear volverse espuma en ese momento, abstraerse e intentar desaparecer cuanto antes pudiera. Se arrodilló finalmente antes de recostar su frente contra el cristal, golpeando suavemente con su mano abierta para llamar la atención, al tanto se tallaba uno de sus ojos demostrando cansancio. No parecían escucharlo de todas formas, allí se quedó casi disociándose de su propia mente que actuaba por cuenta propia, dándole a probar de una variedad de pensamientos repetitivos que parecían aburrirlo de todas maneras. Riza finalmente se giró para verlo, dando un golpecito sobre el cristal para llamarle la atención, casi como si estuviera intentado darle a entender que no se habían olvidado de que seguía allí, aquella afirmación le pareció totalmente absurda, como si en algún momento lo hubiera pensado. Pero de alguna manera sitió como su cuerpo se relajaba ligeramente, quitándose ese peso de los hombros como si se hubiese sacado una mochila completamente llena de ladrillos. Sonrió suavemente antes de asentir con la cabeza, sentándose sobre sus talones algo más animado, ya no parecía sentirse tan encerrado como un cachorro en un auto al pleno sol. Finalmente se despidieron antes de regresar al auto, era odioso ver cómo le prestaban tanta atención a Hughes, no eran celos, simplemente podrían hablar con él en el trabajo por la mañana que no estaba lejana a venir, quería tumbarse en la cama a dormir un rato, no debía de ser tan difícil de entender llegado el momento. Él mismo se abrochó el cinturón mientras esperaba impaciente a que Roy pusiera a funcionar el auto, quería ir a la casa en ese momento, no quería perder ni un segundo más en la calle. El adulto solo lo miró por el espejo retrovisor antes de sonreír casi divertido, encendiendo el auto con un suave ronroneo.

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