Capitulo quince

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(¡Nina!)

Sonrió de manera suave mientras mantenía aquellos enormes ojos expectantes sobre la ventana, viendo la lluvia deslizarse por ella lentamente, pequeñas y regordetas gotas que jugaban una carrera que duraba un suspiro, para que tras ellas el cielo se regocijara en el milagro de la vida que mantenía todo bajo un cierto aire de melancolía, gris, azul marino y negro, ese era la paleta de colores que más resaltaba para el menor. Por alguna razón parecía estarse aburriendo allí dentro, como si tuviese la necesidad de salir bajo la lluvia, correr un poco, ejercitarse aunque sea un par de minutos mientras el aire helado le recordaba que realmente estaba vivo. Casi como si su universo por completo hubiese cambiado, se sentía como un mero espectador de la vida al tanto observaba como todo pasaba lentamente frente a sus ojos, el tiempo en si mismo parecía ser concebido de manera diferente por su cerebro infantil y la necesidad de hacerse escuchar lentamente desaparecía en pensamientos repetitivos que corrían en círculos dentro de su cabeza. Se llevó una papa frita a la boca ligeramente brillosa por el aceite, mientras parecía dibujar una tenue sonrisa lamiendo los restos de la sal de sus deditos curiosos. Ese día en especial parecía no avanzar por donde se le mirara, como si todo se hubiera paralizado en el instante ene l que comenzó a llover, incluso la ciudad se veía más calmada que antes, ni siquiera recordaba haberla visto así en algún momento de su vida, tras todos sus viajes, el mundo simplemente resultaba lo mismo. Arrodillado sobre aquel sillón frente al ventanal, se limitó a recostar su frente mientras dejaba que al vaho caliente de su aliento comenzase a empañar un pequeño sector frente a él, tras ello deslizó su dedo para dibujar una carita feliz. Dos ojos en forma de puntos, una boca larga que más tarde atinó a confundirse con otro garabato que creyó imperativo realizar. Espirales que se llevaban sus pensamientos, cuadrados casi perfectos, triángulos, globos que el viento arrastró y estrellas de puntas torcidas (muy difíciles de dibujar) el aire helado nuevamente cubrió bajo su manto aquellos garabatos, volviendo todo invisible. La biblioteca, el libro rojo, el manual de entrenamiento, la serie de trofeos que coronaban la cima, no era algo que para el momento llamase su atención, no era tonto y recordaba lo que significaba desobedecer reglas claras dictadas por el adulto. A su lado el plato estaba acomodado sobre el sillón, no había querido quedarse quieto para comer y los otros dos adultos estaban demasiado cansados como para intentar obligarle a seguir una conducta. Por su lado ni siquiera estaban conversando de nada en específico, cada uno estaba centrado en posponer los eventos de esa semana por una tormenta inesperada que se adelantó a lo estipulado por los estudiosos del tiempo. Nada importante, pero debía de realizarse una ceremonia bastante importante para la presentación de la nueva adquisición de la milicia, los canes, a pesar de ser más un compañero que un elemento de trabajo, debían de ser correctamente presentados a la sociedad. El menor se sentó antes de observar el plato cargado de comida aún, de alguna manera que no estuviesen sentados comiendo con él le sacaba un poco de inspiración para hacerlo y realmente se encontraba ligeramente perdido, quería ir a hacer "otra cosa" lo que sea que eso significase para él. Tomó una de las papas fritas ante de gatear sobre el sillón, con y dejarla caer sobre la alfombra, digamos que todo se trataba de una prueba de gravedad, para una importante investigación. Una papa frita y un trozo de carne, caían a la misma velocidad sobre una carísima alfombra de piel puesta en el suelo, quizás un regalo de un militar de alto rango o una compra inesperada en una noche de borrachera (Roy no parecía ser de los que hacían compras grandes estando cuerdo) cualquier cosa que excusase su ubicación en el centro de la oficina de Roy era una idea meramente risible. Su plato estaba lleno de comida, un poco de arroz, algo de papas fritas (sus favoritas) y carne cortada en pequeños cuadraditos cortesía de Riza. Todo estaba preparado para que se sentase en el algún lugar y comiese sin recibir ni un tipo de ayuda, mientras los otros dos seguían trabajando en lo suyo. Reconocían sus responsabilidades, lo que debían de hacer y lo que los demás esperaban de ellos, por lo tanto trataban de dar lo mejor que podían, con el cuello ajustado por un collar que ni siquiera Ed podría comprender, se mantenían oscilando entre la abnegación hacia su trabajo y la investigación para seguir escalando por esa peligrosa pirámide. No tenían tiempo para tener un hijo, pero llegado el menor a sus vidas, incluso antes de pertenecer al ejército, habrían tenido que bajar la velocidad y fuerza con la que arremetían contra los cimientos de aquella enorme construcción, tras ellos habían dejado un comino que muchos inocentes estaban siguiendo, una vez rodara sus cabezas, la masacre sería concreta. Fueron más cautelosos desde entonces y trataron de mantener a los Elric alejados de toda corrupción (lo más que pudieron). Tomó el jugo entre sus dos manos antes de sentarse mejor en el sillón, la idea era clara, derramaría todo el contenido sobre los tres o cuatro trozos de comida que temerariamente había lanzado al suelo, pero fue detenida por una estridente voz que llamó su atención.

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