Capitulo dos

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Cuando aquel hombre de cabellera negra atino a despertarse, no pudo evitar sujetar al joven que todavía dormía sobre su pecho cálidamente, acaricio suavemente los cabellos del muchacho antes de traer a la memoria aquellos sucesos del día anterior, sin evitar avergonzarse al darse cuenta de que sobre la espalda del chico estaba acomodada con cuidado una manta caliente que procuraba abrigarlo ¿Alguien se había colado en su oficina mientras no estaba? el ruido fuera de aquel lugar le dio la idea de que quizás su idea fue totalmente acertada, pues aunque se escuchaban voces fuera intentaban hablar más despacio y sus movimientos eran calculados ¿Por qué estaban siendo tan cuidadosos? Incluso la lluvia sonaba con menos fuerza fuera del lugar. Roy se irguió en su silla, sujetando la cabeza de Edward para que esta no cayera hacia atrás al estar repentinamente sentado en su regazo y no recostado contra él, pese a cualquier predicción, el chico rubio no notó el cambio ni siquiera le llegó a incomodar la posición. Recordaba vagamente haberse despedido de Riza llegada la madrugada, para ese momento el niño estaba durmiendo sobre su regazo, pues tras aquellas palabras tristemente susurradas en la oscuridad, no había podido dejar de llorar, trayendo quizas a la memoria buenos recuerdos que ahora adquirian un suave color gris. Allí radicaba su dolor no recordaba el aroma de su cabello, el calor de su cuerpo, la voz con la que alguna vez lo acunó en su dolor... extrañaba el recuerdo perdido.

El adulto suspiró antes de estirar su mano tratando de tomar su reloj, con la idea de ver la hora y estar algo más seguro de qué debía hacer antes de despertar al chico, vamos, si eran las 6 de la mañana iba a dormir un rato más, pero para su sorpresa rondaban casi las 12 del mediodía. Es decir, era imperativo despertarse pues debía preparar un par de papeles para el grupo que estaba trabajando fuera de esas "impenetrables" puertas de madera que separaban su oficina. En ese momento lo que más le agradaría hacer sería tomar y baño antes de irse a beber un delicioso café, pero ahora, sujetando al otro chico para que se desestabilizara, creía que lo mejor sería esperar un rato antes de hacer cualquier cosa. Pasado su pequeño infinito, fue interrumpido por aquella mujer de mirada felina y porte singular, que veía con una taza entre sus manos, el aroma a café llenó el lugar antes de que el coronel pudiera darse cuenta de ello. Riza era su subordinada más fiel y si fuera por el destino, no hubiera otra persona a la cual dejar su vida en sus manos divinas, ella era su más grande guía. Sonrió de forma quedada cuando la vio contonearse hasta él, con ese porte espectacular. Él la miró con ese denotado brillo en sus ojos, casi como queriéndole decir "Mírame, estoy hasta las manos" ella sonrió en respuesta mientras humedecía sus labios con la punta de su lengua sonrosada. El hombre simplemente pensó en aquella obra de arte que de niño habría visto de volada, una hermosa musa recién salida del agua que era retratada por un habilidoso artista, chasqueó la lengua antes de pasarse su mano libre por el cabello tratando de acomodárselo lo mejor que pudiera. Ella en silencio le dejó la taza de café frente a él antes de irse en búsqueda de algo de trabajo que el hombre habría dejado para más tarde alguna vez y ahora se encontraba en una pobre pila que ni siquiera quería ver, entre algunas cosas la idea de revisar expedientes era algo aburrido de pensar siquiera en realizar. Suspiró cuando se llevó la taza a la boca con lentitud, procurando no despertar al chico que al parecer, realmente le venía de 10 aquella siesta inalcanzable que hace tiempo estaba necesitando, quizás y esa era la razón de su repentina pobre salud que miles de veces los había hecho correr al hospital de madrugada, habría entonces que designar a alguien que pudiera fungir el papel de niñera, después de todo todavía era un niño que había conocido el dolor desde muy temprano. Estaba preparado entonces a la negativa que le pondría cuando siquiera pensase en intentar frenar un poco su búsqueda de la piedra filosofal, una niñera sería una carga para él ¿Dejaría de lado las noches de mal dormir o el peligro inminente al cual le gustaba meterse todo tiempo? Era claro que un "no" sería la respuesta. Sonrió de tan solo pensar en una futura pelea con el menor, cosa que a la mujer que ahora había decidido buscarle una muda de ropa, no le parecería tan divertido pues siempre intercedía para defender al menor o bien a él mismo (dependiendo de quién tuviera razón).

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