(¡Mamá y papá están tan cansados!)
Ed se encontraba sentado sobre el escritorio del mayor, la única manera de mantenerlo quieto un rato para poder concentrarse en su trabajo, después de todo no debía descuidar sus obligaciones por salidas nocturnas a pesar de encontrarse tan cansado como estaba. En días como esos, trabajaría durante toda la mañana para finalmente tomarse una buena siesta en su horario para almorzar, allí sobre ese mullido sillón donde ahora todo parecía más lejano. Estaba jodidamente cansado y ligeramente de malhumor al igual quela otra mujer, trabajando en silencio sin tener la necesidad de dirigirse mutuamente la palabra, con tenerse cerca uno del otro todo parecía estar mejor. Se sentían acompañados en esa trágica y pesada mañana de trabajo arduo, parecía ser uno de esos días donde todo comenzaría a ir mal poco a poco. Por lo menos, Edward, quien también parecía ligeramente más apagado que de costumbre había decidido que quería abandonar su lugar de comodidad como perro faldero del coronel, para hacer algo que fuera medianamente útil. Se lo veía incluso más concentrado que nunca, sacando levemente su pequeña lengua en la comisura de sus labios mientras hacía girar una carta entre sus manos intentado leer la firma, acomodando lo que parecía ser más importante y dejando en una segunda pila las cosas referentes a las invitaciones para la evaluación de nuevos alquimistas estatales, mucho mayores que él en edad y tal vez en conocimiento. Nuevos perros entonces se colocarían un collar de fuego alrededor del cuello por solo recibir un delicioso plato caliente de comida y una palmada en la cabeza cada vez que mordía tras una orden silenciosa suspirada en sus caninas orejas. Apretó sus infantiles labios antes de perder el interés en su trabajo, había terminado de clasificar todo y se veía increíblemente animado para esa hora de la mañana, el aroma a humo que escapó del tren a la distancia parecía haberle devuelto las ganas de mantenerse enérgico como siempre había sido. Con el brillo del interés jugando en sus ojos cuando se posaron por accidente en aquella enorme estantería completamente preparada con información que deseaba devorar cuanto antes, movido por la necesidad de mantener su cerebro trabajando, constantemente el ataque a su estabilidad, cuestionarse todo, parecía darle el alma de la fiesta. Sin pensárselo mucho se deslizó por la mesada procurando hacerlo suavemente, sin que el hombre se diera cuenta, sus pies rozaron el suelo y ya se encontraba listo para realizar alguna travesura. Caminó de puntitas de pie mientras se ocupaba de no ser visto correteando por allí, de alguna manera aquello no parecía ser de agrado para ese par de militares, suponían de que era lo suficientemente torpe como para intentar trepar nuevamente por el estante de libros (eso había sido una terrible idea y no lo intentaría nuevamente) o saltar por la ventana como un maldito temerario, parecían olvidar que ciertos aspectos de su madurez seguían despiertos dentro de su cabeza. Sabía que no debía meter sus jodidos dedos en el enchufe, más siendo los de su automail, no debía comer las brillantes bolitas de colores del veneno para ratas y menos atentar contra su vida al sujetarse de la mano de cualquier extraño para dejarse arrastrar a algún retorcido mundo. Deberían de tener la seguridad de confiarle a sí mismo el poder de defender su integridad física, por lo menos darle un trabajo que no sea separar cartas por dos malditos tipos de sellos. Debería de estar investigando cosas que fueran más importantes para la humanidad y su condición que estar correteando por allí con ese pequeño pin enganchado en el pecho con el sello de la milicia, casi como un estúpido intento de demostrar que seguías siendo propiedad del ejército a pesar de lo poco o nada que pudiera hacer siendo de ese tamaño. La cadena estaba tan ajustada alrededor de su cuello desde que había decidido ponérsela, pero ahora era tiempo de acortar su libre circulación por aquellas tierras de nadie, casi no podía respirar y como el cachorro que era lo único que le quedaba era rascar la puerta hasta que alguien quisiera dejarle salir a caminar un poco.
-Sabes que no puedes tomar ninguno de esos libros, son muy pesados- le habló Roy sin apartar la vista de sus papeles, a los que el menor asintió suavemente con la cabeza en respuesta, estaba claro que seguir a la autoridad de turno no era su fortaleza, a penas se le permitiese una oportunidad tomaría alguno de esos libros para devorarlo en segundos ¡Amaba tanto leer!- Edward realmente son muy pesados para tu tamaño- insistió a lo que el menor no respondió absolutamente nada mientras se quedaba vacilando a un par de pasos de la biblioteca, hasta el momento le habían tratado muy bien, aun cuando se mandaba alguna travesura, por lo tanto no estaba tan preocupado por desobedecer, creía tener la fortaleza suficiente para demostrar que el adulto se equivocaba- hablo en serio- sentenció a lo que el menor cruzó sus brazos sobre su pecho, escapando de la atención del mayor al recostarse contra el sillón tomando la capucha de su abrigo para ponerla sobre su cabeza, casi de manera evasiva. Cuando el adulto dejó de prestarle atención, suponiendo que había entendido su punto, lo dejó merodear libremente por aquel lugar, claramente le niño un fue un idiota, se limitó a dar vueltas alrededor del sillón, espiar por la ventana, sentarse un rato en el sillón, probar la resistencia de los cordones de su zapatillas, antes de centrar su atención en lo que realmente lo importaba debido a que Roy había atendido una llamada de teléfono y se encontraba de espaldas (parecía tener ojos en todas partes). Actuó rápidamente, resultó ser un muchacho bastante paciente. Se sorbió la nariz cuando llegó a estante de los libros por tercera vez en el día (era como un llamado hacia el pecado eso de acercarse a ese lugar tan prohibido). En fin todo aquello le recordaba a su infancia y a la alquimia que secretamente quería practicar a espaldas de su madre. Tan dulce como siempre caminó tranquilo, firmemente arrastrando su enorme capa roja a sus espaldas, realmente había hecho un escándalo para conseguirla de nuevo, era como una manta de seguridad, se sentía mucho mejor al tenerlo puesto, cubriendo parte de su rostro gracias a una enorme capucha. De alguna manera Riza y Roy no discutieron mucho, el pequeño fosforo brillante en el que se habían convertido (gracias a esa prenda de ropa recuperada de su helada y antigua habitación) funcionaba como una estrategia visual para ubicarlo entre la multitud. Tomó uno de esos libros entre sus manos, que resultó ser una enciclopedia bastante cargada que en sus buenos momentos sería capaz de sujetar sin problemas pero ahora parecía pesar más que el doble, aguantó ese peso unos segundos antes de perder el equilibrio cayendo sentado con un quejido suave casi animal. Se empujó con fuerza de lado logrando tirar tres o cuatro libros de una patada, que cayeron a su lado con fuerza llamando la atención de los adultos. Roy cortó la llamada de golpe, con el fuego de la molestia pintado en aquellos ojos oscuros, estaba realmente cansado de ese comportamiento por parte del menor, parecía estar entrenado para meterse en problemas constantemente, como si no tuviese absolutamente nada mejor que hacer en ese lugar. Allí lo observó con el pesado libro encima por lo que empujó sus cosas de la mesada para ir en su auxilio sin que Riza siquiera hubiera podido reaccionar con la misma velocidad. Empujó el libro con una de sus manos mientras sujetaba al menor del antebrazo, antes de ponerlo de pie de un fuerte estirón, que llenó de miedo al menor, debido a que por primera vez en toda su vida sentía que el coronel realmente iba en serio con él, esta vez estaba enojado de verdad nada de juegos tonto de palabras, llamadas de atención vagas o el simple murmullo molesto que daría a entender su punto, estaba más que claro por la mirada en su rostro demostraba que no estaba jugando. Ya le había advertido más de dos veces que se mantuviera alejado del estante con aquellos peligrosos libros anticuados cubiertos de polvo ¿por qué no podía simplemente comportarse como un tranquilo y buen chico jugando a dibujar sobre el escritorio? Por alguna razón estaba tan aterrado que no dijo ni una sola palabra mientras el adulto lo arrastraba casi sin remedio hacia atrás los pies del menor a duras penas podían seguirle el paso al tanto apretaba los dientes. Roy por su parte no dijo absolutamente nada, Riza simplemente lo miró de reojo sabiendo lo que pensaba hacer y estaba totalmente conforme con eso, realmente lo sentía mucho por Ed, pero seguía poniéndose en peligro por estupideces como esa. El adulto le había advertido millones de veces que se mantuviese alejado de esa biblioteca, antes de que ocurriera el accidente incluso, pero no parecía comprender ni querer escuchar ninguna de las palabras dichas por el adulto. Roy lo sujetó de su antebrazo ante de descargar un fuerte y contundente golpe en el trasero del muchacho, tras ello continuo con un segundo, un tercero, un cuarto y se detuvo finalmente en el quinto. Ed se encontraba con los ojos y la boca bien abiertos, parado de puntitas de pie mientras mantenía su otra mano sujeta en su propio pecho. Se lo veía notablemente asustado, asombrado sin saber si debía llorar o avergonzarse, esconderse o desaparecer en esa propia nube de angustia. Era casi asquerosamente vergonzoso, el Coronel Roy Mustang, el maldito héroe de Ishval acababa de darle una lección allí mismo, en su propia jodida oficina frente a la Teniente Riza. Se mordió los labios cuando el adulto finalmente lo soltó, empujándolo hacia el sillón de manera algo más suave, allí se tumbó boca abajo antes de estirar la capucha sobre su cabeza de manera algo dramática, realmente no fue un dolor insoportable, pero si fue bastante humillante. Riza lo observó por encima de su escritorio mientras recostaba su barbilla sobre su mano, casi se la notaba dolida con la situación, pero de todas maneras dibujó una media sonrisa cuando Roy la miró casi buscando aprobación. Ed parecía un cachorro regañado, acurrucado boca abajo en el sillón mientras detenía una de sus manos en la zona golpeada, con los dedos ligeramente encorvados hacia abajo- ¿Entendiste, Acero?-Maldito demonio de fuego, lo llamaba por su nombre de alquimista estatal luego de castigarlo como un niño pequeño, aquello se sentía tan mal- El estante con los libros no se toca- finalizó pronunciando las palabras de manera calma, pausada para que no se perdiese en ninguna, casi con gracia antes de volver la atención a sus papeleos. Ed comenzó a llorar después de aquella frase o se hizo evidente que lo estaba haciendo, pues se sentía muy avergonzado de que lo hubiesen regañado de esa manera, estaba claro de que se había pasado de listo intentado desobedecer lo que el adulto le había repetido más de un millar de veces casi como un coro. Realmente se había comportado como un idiota, no estaba pensado en nada más que no tuviese que ver con aquel castigo tan vergonzoso que había recibido por parte del adulto. Ni siquiera recordaba que su madre o padre hubiesen tenido la "gentileza" de educarlo de esa manera, lo suyo era más hablar y las reprimendas verbales que otra cosa, claramente lo amenazaban (más cuando golpeaba a Al por alguna razón tonta de un niño de cuatro años) pero nunca llevaron esas amenazas acabo. Había gozado de una infancia feliz educado a las afueras de la gran ciudad, lejos del ruido, el bodrio habitual de una interminable carrera de coches y militares caminando de un lado al otro. Pasado el rato, no se había dado cuenta de que se había quedado dormido, quizás adormilado por lo poco que había conseguido dormir en la noche, de todas maneras ese pequeño infinito no duró mucho pues Riza tuvo la gentileza de despertarlo de la manera más dulce que hubiese imaginado en su vida. La rubia mujer le dio una suave caricia en la espalda, de manera que el niño giró su rostro suavemente aún en la bruma del sueño para murmurar un inentendible "¿Qué?" que de alguna manera pasó por desapercibido por la amorosa mujer, quien lo empujó a capucha del menor sobre su cabeza nuevamente, se había descubierto en su salvaje manera de dormir.

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Etéreo
FanfictionUn macabro plan sin vuelta atrás da lugar a que el joven Edward Elric se convierta en algo que le trae pesadillas, en un niño de nuevo. Este accidente debe mantenerse oculto de todo el mundo por la magnitud del problema, por lo que Roy Mustang y Riz...