Capitulo once

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Perdiéndose en la ambigüedad de estar despierto en esa situación que distaba tanto de su normalidad, la que conocía y había aprendido a aceptar, ronzado ya casi en lo bizarro de algo demasiado alejado de sus deseos, que encontraría cuna fértil en una buena película de terror que nadie más que él aborrecería de aquella manera casi jurada, al igual que un buen vaso de leche, un cambio de pañal había ocupado el segundo puesto de las cosas más aberrantes que hubiese podido conocer en su vida. Apretó suavemente los labios cuando Riza lo acomodó sobre su regazo, pretendiendo encontrar una posición cómoda para arrullarlo un poco mientras esperaba a Roy, sentada en aquel sillón con la pasividad y la paciencia de una angelical criatura, respondía a aquel incomodo menor que lejos de seguir batallando, parecía estarse quebrando poco a poco. Allí estaba acurrucado respirando agitadamente mientras mantenía su dedo pulgar dentro de su boca, con rastros recientes de lágrimas perladas deslizándose aún por sus mejillas, tornado aquella piel de un suave color rosado que llamaría la atención de cualquiera que pasase por allí. Tosió un poco aún con la mano en la boca mientras Riza le quitaba la gorra de la cabeza, dejándola sobre el sillón, para concentrarse en empujar al menor un poco más contra su pecho, quien al comienzo se resistió ligeramente antes de balbucear inentendiblemente entre hipidos, quizás fue un "no" un "no quiero" que se ahogó con su propia mano antes de acceder tras poca resistencia. Ella le colocó una de sus manos en el lado derecho de su rostro, haciendo que el menor centre casi sin querer su atención en lo lento y calmo que latía su corazón, incitándole de esa manera a imitarla, relajarse aunque sea un poco más. Se notaba claramente adormecido mientras mantenía su vista puesta en la ventana, donde el cielo poco a poco comenzaba a volverse más y más oscuro, tan agradablemente acompañaba el malgenio del menor. Se cubrió finalmente el rostro cuando se vio reflejado en la ventana, al tanto la mujer se limitaba a acariciar sus rubios cabellos que lacios caían sobre los hombros del menor, con la puerta abierta de la oficina como se encontraba todos los que pasaban por allí podían ver que el menor estaba ahogándose en esa pequeña habitación. Nervioso como estaba y atrapado en ese lugar, lo único que podía hacer era perder la cabeza poco a poco, pero de alguna manera, tener a Riza junto a él le estaba manteniendo a flote, se sentía de una manea casi estúpida, seguro y completo al tanto repetía dentro de su cabeza lo sucedido anteriormente. Avergonzado, herido a muerte en su orgullo aparentemente inquebrantable que dolía hasta el interior de su pecho, se mantenía en esa ridícula paz e inconformidad plena de saberse perdido. Riza comenzó a mover mansamente la rodilla donde el menor estaba sentado, haciéndolo rebotar de manera calma al tanto susurraba "shhh..." que parecía tener eco dentro de la cabeza del menor, que poco a poco abandonaba el llanto para darle paso a una serie de hipidos de apariencia eterna, que condicionaban su habla.

-Eso es, continúa respirando lentamente- le recomendó al escucharlo toser nuevamente inclinándose hacia delante, realmente parecía estar mejorando un poco en su ánimo, así que quizás sería una buena idea sacarlo al pasillo un rato donde los otros seguían trabajando, arrimarlo un rato a la ventana para que reciba un poco de aire helado directo en el rostro, eso podría ayudar a relajarlo un poco y de paso cambiar el aire saturado de la habitación. Cada uno parecía tener su propia debilidad y no era culpa del menor romperse tan fácilmente con situaciones como esas. Lo levantó por el interior de sus hombros, empujando su cabeza contra su hombro al tanto estribaba el peso del menor sobre el hueso de su cadera- trata de calmarte un poco, corazón ¿Puedes hacer eso?- le preguntó con inusual ternura al tanto de daba un beso en la coronilla- Edward, no pasó nada, entiendo que te sientas así, corazón, pero si sigues llorando te va a doler la cabeza- razonó mientras comenzaba a caminar fuera de la oficina del coronel, sin detenerse a escuchar el cuchicheo de un pare de voces que comentaba el poco tacto de la mujer con respecto al niño "¿Una militar cuidado un niño? Es una estupidez" comentaban las malas lenguas, nadie tenía el valor de decirle lo mismo a la cara, eso quizás era lo configuraba lo más absurdamente divertido de la situación que atravesaban, pero a la rubia no parecía importarle en lo absoluto mientras le daba ligeras palmada al menor en la espalda. Abrió la ventana del segundo piso antes de dejar que el viento peinara el cabello del menor, logrando que se interesara en otra cosa que no sea su malhumor. Se llevó su dedo pulgar a la boca dejando escapar un jadeo lloroso, mientras se sorbía la nariz, realmente ese día para el menor no podría estar peor. Ella detuvo una de sus manos sobre el pecho del menor, escuchando como su respiración comenzaba a acompasarse con la suya, este lo siguió con la mirada- eso es, estás haciendo un muy buen trabajo- le susurró, a lo que el menor desvió su mirada de la mano de la mujer para fijarla en el curioso ruido de la radio y las biromes escribiendo, odiaba hacer el papeleo para Roy, pero ahora era una de las estupideces que extrañaba vagamente. Ella lo hamacó un poco en sus brazos antes de apoyar una de sus manos sobre su cabeza, estaba tan aliviada de que por fin dejase de llorar que sentía que podía alcanzar el cielo con las manos. Ed balbuceó una que otra palabra inentendible mientras recostaba su barbilla sobre el hombro de aquella hermosa mujer observando cómo Kain parecía ocupado en contar las hojas que había estado escribiendo hacía un rato, sus ojos se cruzaron por un momento antes de que el muchacho asintiera suavemente con la cabeza en forma de saludo.

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