Capitulo veintiuno

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La dulzura del amor comenzó a mostrarse en él con relativa rapidez, deseoso y cariñoso pasaba la mañana de la mano de las personas que más lo protegían, divertido entre peluches y sueños de algodón. Con una confianza casi invulnerable, parecía dispuesto a seguir a cualquiera que le ofreciera espejitos de colores, cosa que había conseguido ganarle unas buenas llamadas de atención al perseguir como un cachorro cualquier bichito que pasara por allí. Realmente se perdía dentro de su pequeña mente humana, siguiendo cualquier estímulo que le indicara el camino a seguir y él como un ángel, lo seguiría aunque aquello significara un regaño. Todo lo que alguna vez su progenitora hubiera querido para él, en una infancia arrebatada que nunca llegó a disfrutar, con la relativa amenaza de muerte que ceñía sus cabellos manteniendo su cabeza sumergida debajo del agua amarga de la culpa. Ahora Ed brillaba como nunca antes, remontando un avioncito de papel con uno de sus brazos para intentar alcanzar el cielo, ahora que con renuencia mamá y papá se habían puesto de acuerdo para dejarlo caminar libremente fuera de la oficina central. Esto tenía sus pro y contras, lo habían evaluado bastante para considerar que quizás tenerlo encerrado como un escarabajo dentro de un frasco no era algo que genuinamente le hiciera bien. Pero no faltaron ganas que traerlo a la seguridad de las almohadas dentro del corralito que ya no quería ni ver, pobrecillo, estaba más que cansado de adaptarse a los horarios de sus cuidadores. No tan lejos, Riza realmente se preocupaba por eso, las puertas estaban abiertas y él solo podía caminar hasta el último escritorio, de allí ida y vuelta. No se alejaba más que eso, pero para sus tiernos piecitos de bebé era una distancia considerable que atravesaba muchas veces corriendo, otras tantas saltando como un conejo para luego gatear otro tanto más. Lo cierto era que dormiría muy bien esa noche. Bastante obediente, cumplía lo solicitado y bajo la atenta supervisión de los que allí trabajaban, simplemente hacía volar su avioncito empapado de la ternura y torpeza infantil que lo caracterizaba. Sus pies volaban sobre el suelo con aquellas hermosas zapatillas y sus cabellos, libres bailaban sobre sus hombros logrando poner celosos a los mismísimos ángeles custodios. Estaban a punto de entrar en ese pequeño descanso que los llevaría a salir a dar vueltas con el auto, por lo que no parecían hacer mucho más que dejar que pase el tiempo, asegurándose de dejar todo cómo debía de ser antes siquiera de levantarse de sus respectivos asientos. Requería todo un protocolo ausentarse siquiera un par de horas y con la llegada de Ed, las cosas realmente les habían puesto más trabajadores que antes, la burocracia en ciertos aspectos realmente era un enemigo con una puntería excepcional, no mucho más que Riza. Era temprano, quizás podía pasar por la casa para llevar algunas cosas de Ed, quizás más pañales o algún postrecito de por allí para aplacar su impulso consumista durante un minutito más. No era un niño molesto de esos que hacían berrinches, o eso hasta donde sabían, pero reconocían lo rápido que se cansaba y que tendía a ponerse odioso llegando la noche, como cualquier pequeño que quiere volver a la seguridad de su casa cuanto antes. El pequeñito jugaba sentado en el suelo puesto que se había cansado de corretear por allí, viendo de reojo como Riza se paseaba por la oficina llevando papeles ¿cuándo faltaba para merendar? Tenía algo de hambre y quizás aquello lo dejaba tan inquieto como un remolino, un adorable cachorrito. Arrugó el avioncito que Roy le había hecho puesto que ya estaba aburrido, haciendo pucheros mientras, sentado bajo la mesada del alférez simplemente gateaba hasta arrojar el papel a la basura, entrometiéndose entre algunos cables, que seguramente, de haberse dado cuenta hubiera recibido un buen regaño. Pero antes siquiera de que pudiese escapar de allí como un ninja, logró vislumbrar por el rabillo del ojo como una pequeña figurita se escapaba dando tumbos del basurero, hasta esconderse bajo un cable. Se llevó una de sus manos a la boca antes de dar un suave golpecito con su pie en el suelo, logrando que el animalito saliera disparada hacia otro cable, escondiéndose tras este. Sonrió ligeramente curioso antes de gatear un poco más alejándose de su escondite para ir tras el bichito que tanto le llamaba la atención. Levantó el cable con la punta de sus dedos viendo como el animalito escapaba una vez más hacia otro lado, la pared, pero siendo atrapado por Roy, quien le llamó la atención.

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