Capitulo ocho

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El muchachito de tierna mirada deslizó uno de sus dedos dentro de su boca antes de sorberse la nariz un par de veces, ocultando las lágrimas anteriores con debida maestría, estaba genuinamente cansado y molesto, pero sabía que seguir quejándose no serviría para nada pues nadie podía darle una mano con eso. Simplemente quería meter su cabeza en la tierra húmeda antes de gritar hasta quedarse sin aliento, un momento solo con sus pensamientos sin terminar con la tierna navaja deslizándose sobre su muñeca para abrir pasó a la sangre. Avasallado con todas las emociones que parecían hundir su cabeza en espesa miel, terminó por simplemente recostar su cabeza contra el brazo de Roy mientras dejaba escapar el aire con fuerza con su nariz, mordiendo suavemente sus dedos antes de finalmente tratar de descansar un poco. Riza parecía algo más tranquila mientras parecía concentrada en un par de papeles sobre su regazo, habiéndole puesto el cinturón de seguridad se encontraba más dispuesta a dejarlo seguir con su comportamiento casi habitual y malhumorado, siempre había sido de esa manera pero ahora que estaba bajo su custodia era un poco más complicado de tratar. Roy lo observó desde su altura antes de verlo cabecear, se notaba algo dolido debido a que ni siquiera le habían dado tiempo de desayunar sabiendo lo muy en serio que se tomaba el menor eso de hacer todas las comidas diarias. Metió sus dedos de mejor manera dentro de su boca antes de deslizar su otra mano hasta sujetar el brazo de Roy, planeaba usarlo de almohada, pero cuanto más se achuchaba contra él, más cómodo estaba. Bostezó suavemente antes de que el hombre se liberara de su agarre y empujara de forma dulce su cabeza de manera que se tumbara sobre su regazo, sorprendiendo incluso a Riza.

-Así estás más cómodo, falta bastante para llegar a central- se explicó mientras detenía su mano sobre la cabeza del menor, enredando sus dedos con aquellos rizos rubios que se había olvidado de peinar en la mañana y que ahora, lacios caían sobre el rostro del menor, acongojado por la falta de sueño y la extrañeza de su propia situación- ¿huh?- sonrió suavemente cuando el menor encontró su mirada bajo todo ese cabello, parecía estarlo estudiando como una rata de laboratorio que ve los guantes de látex y no sabe muy bien cómo reaccionar- creo que deberíamos poner un poco más de atención a tu cabello- le dio un pequeño toque en la punta de la rosada nariz antes de desviar su mirada a la ventana y estancarse allí. Sin apartar sus manos suaves del cabello del menor y este así se mantuvo con sus ojos de fuego en el adulto, deseando aquel tacto cariñoso que el niño que nunca sintió amor conocía poco a poco. Y eso le molestó. Para cuando quiso darse cuenta, otra vez se encontraba dormido, cansado hasta la muerte lo único que podía hacer era dejarse envolver por los brazos del adulto mientras era conducido por aquellos extensos parajes que formaban el patio antes de llegar a aquel magnánimo edificio. Descansaba entonces su cabeza en el hombro del adulto mientras el helado aire de mañana le quemaba la nariz y el viento le obligaba a apretar los dientes en sueños, hacerlos crujir para luego acurrucarse mejor. Incómodo. Allí desfilaban los canes del ejército, con la cabeza bien alta y emanando vahos cálidos de sus bocas acostumbradas al café, mientras marchaban ojerosos, de buen porte, armados hasta los dientes. Acostumbrados a su grandeza, no agacharon su cabeza al verlo pasar, pero un simple asentimiento con la cabeza bastó como saludo para el ocupado padre que rondaba a sus alrededores, lo confundieron, pues con un lobo que en su fiereza adopta a un gorrión. No era por desestimar su cargo, pero por alguna razón la presencia del menor entre ellos dos generaba en sus colegas el sentimiento vago de empatía, aprensión que al paso del tiempo se volvía insoportable, los miraban como si fueran tres cachorros castigados, que un idiota hubiera golpeado o algo así. La lástima no era algo agraciado de ver, así que cuando entraron al edificio finalmente, con el seño fruncido y renuente, renunció a sujetar a la dormida criatura entre sus manos para cedérsela a su compañera- llévalo- se limitó a decirlo y por el tono de voz se notaba molesto con la situación que no templó los nervios de hierro de la mujer a su lado, que se limitó a asentir con la cabeza mientras envolvía sus brazos alrededor del menor, casi herida de la manera tan veloz en la que había abandonado ese lado suave al verse observado, Ed no tenía la culpa de una mínima llamada de atención- supongo que deberíamos dejarlo dormir en el sillón de mi oficina hasta que se despierte y después...- se frenó antes de entrar en el pequeño salón frente a su oficina donde sus colegas parecían apesadumbrados, con la cabeza hundida en sus lugares mientras sus ojos se tornaban oscuros por el sueño- demonios- se había olvidado de avisarles al grupo que habían podido encontrar al menor, dudaba de la credibilidad de estos llegado el momento, de alguna manera casi egoísta había pasado una buena noche junto a la mujer que amaba y su pequeña estrellita mientras que dejaba que las ideas de una falsa esperanza acunara ojos ajenos hasta el hartazgo. Observó sobre su hombro como Ed parecía haber despertado por todo el ruido de las voces, los observaba absorto dentro de la nube del sueño mientras se tallaba los ojos, con su cabeza aún recostada sobre el hombro de la mujer.

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